Autor/a: Observatorio Vasco del Tercer Sector Social
Nº Breve: 11/2025

Introducción

Según el Libro Blanco del Tercer Sector Social de Euskadi 2024, el sector presenta una marcada feminización: el 74 % del personal contratado y el 62 % del voluntariado son mujeres. Cada organización atiende, de media, a 421 personas, de las cuales el 59,5 % son mujeres. La perspectiva de género constituye una herramienta imprescindible para comprender estas dinámicas. Permite identificar desigualdades estructurales, orientar intervenciones inclusivas y visibilizar las cargas que recaen sobre las mujeres, tanto profesionales como usuarias.

Al mismo tiempo, las organizaciones del Tercer Sector Social de Euskadi (TSSE) trabajan cotidianamente con personas y colectivos atravesados por múltiples ejes de desigualdad (género, origen, edad, clase social, etc.), lo que exige incorporar una mirada interseccional. Este enfoque amplía y complejiza la perspectiva de género al mostrar cómo distintas formas de discriminación se entrecruzan y producen experiencias diversas de vulnerabilidad y exclusión. En este sentido, el Libro Blanco 2024 señala que el 45,7 % de las entidades identifica situaciones interseccionales en sus destinatarias, aunque solo el 32,1 % desarrolla respuestas específicas, lo que evidencia un importante campo de mejora.

En suma, la perspectiva de género permite reconocer las desigualdades que afectan a las mujeres, mientras que la interseccionalidad muestra cómo estas se combinan con otros factores de vulnerabilidad. Integrar ambos enfoques es importante para diseñar respuestas más inclusivas y equitativas en el TSSE.

La importancia de avanzar hacia esa integración se inscribe también en los principales marcos normativos y estratégicos de Euskadi, que sitúan la igualdad, la diversidad y la equidad como pilares del desarrollo social. La Ley 12/2008 de Servicios Sociales garantiza una atención integral y equitativa, mientras que la Ley 6/2016 del Tercer Sector Social de Euskadi subraya el papel de las entidades en la promoción de derechos y la necesidad de incorporar la igualdad en sus actuaciones. Del mismo modo, la Estrategia de Promoción del Tercer Sector Social de Euskadi, el II Plan Estratégico de Servicios Sociales 2023-2026 y el Plan de Legislatura 2024-2028 de Gobierno Vasco refuerzan al sector como agente de cohesión social y priorizan la igualdad, la inclusión y las políticas sensibles a la diversidad.

Pese a estos avances, persisten retos importantes: desigualdades internas en la distribución de funciones y espacios de decisión, sesgos androcéntricos en algunos servicios y una atención todavía insuficiente en relación con la diversidad de mujeres que acuden a las entidades. Todo ello evidencia la necesidad de avanzar hacia un enfoque de género integral, complementado por una mirada interseccional que permita respuestas más ajustadas a la complejidad de las realidades atendidas.

Con este propósito el Observatorio organizó en el mes de noviembre la jornada Perspectiva de género e interseccionalidad en la intervención social: una mirada desde el Tercer Sector Social de Euskadi, cuyo contenido hemos recogido de forma sintética en este breve. La iniciativa se enmarca en las líneas de trabajo del Observatorio en torno a la igualdad, entre las que destacan el proyecto sobre feminización e igualdad,  así como dos breves: Interseccionalidad y Tercer Sector Social: una apuesta por la atención a la diversidad y Reflexiones acerca de la perspectiva de género en el Tercer Sector Social de Euskadi.

Este breve es una recogida sintética de las principales cuestiones que se abordaron o surgieron durante la jornada. Incluye al final una entrevista en vídeo con Uxue Zugaza, quien participó en la jornada con una ponencia y es coautora junto a Itziar Gandarias[1] de una Guía hacia la práctica de la interseccionalidad, en la que profundiza en algunos de los contenidos aquí presentados.

Marco conceptual: la perspectiva de género y la interseccionalidad

Tanto este marco conceptual, así como el siguiente apartado dedicado a las claves para incorporar ambas la perspectiva de género y la interseccionalidad, se basan en la intervención de Uxue Zugaza en la jornada y en los materiales incluidos en la mencionada guía.

La perspectiva de género surge de los movimientos feministas y de la teoría crítica, consolidándose internacionalmente con la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995). Este hito reconoció que las desigualdades entre mujeres y hombres son estructurales y que la igualdad debe incorporarse de manera transversal en todas las políticas y prácticas organizativas mediante el enfoque de gender mainstreaming (transversalidad de género). Esta mirada implica revisar procesos, decisiones, metodologías y lenguajes, y no solo desarrollar acciones específicas.

El feminismo también ha insistido en que las mujeres no son un grupo homogéneo y que las desigualdades afectan de manera distinta según el origen, la clase, la edad, la orientación sexual o la diversidad funcional. Esta constatación es la base del enfoque interseccional, que no sustituye la perspectiva de género, sino que la complementa ampliando la mirada hacia la interacción entre múltiples ejes de desigualdad.

El concepto de interseccionalidad se desarrolla a finales de los años ochenta a partir del feminismo negro y del trabajo de Kimberlé Crenshaw[2], quien mostró cómo las mujeres afroamericanas sufrían discriminación simultánea por sexismo y racismo. Desde entonces, se concibe como una herramienta que permite comprender que muchas desigualdades nacen de la interacción dinámica de varios sistemas de poder (racismo, patriarcado, clasismo…).

Tal como definen Patricia Hill Collins y Sirma Bilge (2016), se trata de una forma de entender la complejidad del mundo social, en el que rara vez interviene un solo factor. La interseccionalidad es así una herramienta analítica que ayuda a identificar cómo se combinan distintos ejes en cada contexto, generando experiencias específicas. No es una teoría cerrada ni una metodología, sino una mirada sensible al contexto, situada y orientada a la justicia social.

La genealogía del concepto recuerda que procede de luchas políticas concretas, especialmente del feminismo negro y los movimientos antirracistas. Desde esta perspectiva, la interseccionalidad invita a revisar las relaciones de poder que se reproducen en las políticas públicas, en los imaginarios culturales, en las normas cotidianas y en las relaciones interpersonales. Esta dimensión es clave para el trabajo del TSSE, donde la intervención social se sitúa precisamente en estos cruces.

Varias ideas resultan centrales para su comprensión y su puesta en práctica:

  • No es una suma de desigualdades. No se trata de añadir etiquetas (“mujer migrante”, “mujer con discapacidad”), sino de analizar cómo se relacionan los ejes en cada situación.
  • No ofrece soluciones cerradas. Es un horizonte para hacerse preguntas, revisar supuestos y diseñar intervenciones más ajustadas.
  • El contexto importa. Un mismo eje puede intensificar o atenuar los efectos de otro. La edad modifica cómo se vive el sexismo; la clase condiciona los efectos de la diversidad funcional; el origen puede activar o no formas de discriminación según el territorio.
  • Puede haber prácticas interseccionales sin nombrarlas así. Muchas entidades llevan tiempo aplicando enfoques centrados en la persona, la escucha o la detección de exclusiones específicas, que son formas de aproximarse a esta mirada.

Algunas claves para incorporar la interseccionalidad en las organizaciones

La interseccionalidad es un marco teórico consolidado, pero su aplicación práctica sigue siendo un reto. Como señaló Uxue Zugaza, no existen metodologías cerradas ni instrumentos específicos que indiquen cómo aplicarla, por lo que la guía busca facilitar el salto de la teoría a la práctica y avanzar desde enfoques fragmentados hacia miradas más integrales.

Antes de entrar en las claves, conviene recordar tres ideas de partida. Muchas organizaciones ya cuentan con herramientas útiles (diagnósticos, metodologías participativas, indicadores de género, etc.) y la interseccionalidad invita a integrar una sensibilidad nueva en lo que ya funciona. Es una mirada que complementa y complejiza enfoques como la perspectiva de género o la interculturalidad, y debe entenderse como una forma de observar y analizar, no como una técnica cerrada.

A partir de aquí, se distinguen tres niveles de claves (seguimos aquí la clasificación mantenida en la guía): transversales, organizacionales y vinculadas a proyectos.

A) Claves transversales

  1. Tener en cuenta el contexto. La mirada interseccional es siempre situada. Se trata de identificar qué ejes de desigualdad aparecen en cada caso, cómo se relacionan y qué significados adoptan. No implica abordar todos los ejes, sino reconocer cuáles son relevantes y cómo cambian según el entorno, el territorio o los espacios de intervención.
  2. Participación y trabajo comunitario. Integrar la interseccionalidad exige incorporar voces diversas, especialmente las que suelen quedar invisibilizadas. La participación significativa reconoce las barreras reales —horarios, idioma, accesibilidad, códigos culturales— y busca generar condiciones para que todas las personas puedan participar. El trabajo comunitario, además, refuerza el arraigo territorial, clave para entender cómo se activan los ejes de desigualdad.
  3. No dar por hecho (revisar sesgos y supuestos). Esta mirada implica cuestionar significados que se dan por evidentes: “comunidad”, “cuidados”, “familia”, “participación”. Su interpretación varía según la posición social y la experiencia. Revisar cómo definimos los problemas y qué presupuestos manejamos ayuda a detectar sesgos y evitar reproducirlos.

B) Claves organizacionales

  1. Construcción de alianzas y trabajo en red. La interseccionalidad requiere superar la fragmentación entre áreas y enfoques. Equipos que trabajan género, origen, diversidad funcional o juventud pueden aportar piezas distintas de un mismo problema. Conectar estas miradas y contrastar diagnósticos permite ampliar perspectivas y detectar elementos que una sola mirada no capta.
  2. De un enfoque fragmentado a uno holístico. Adoptar esta mirada implica revisar si los protocolos de atención, los diagnósticos o los espacios de coordinación captan la complejidad de las situaciones. No se trata de hacer más, sino de hacer de otra manera, ampliando lo que ya existe e identificando vacíos que surgen de miradas excesivamente especializadas.

C) Claves vinculadas a proyectos y actividades

  1. Trabajar por problemáticas, no por colectivos. Una orientación central es desplazar el foco de los colectivos (“mujeres migrantes”, “jóvenes gitanos”) hacia problemáticas concretas: vivienda, violencias, soledad, etc. Este enfoque evita homogeneizar y permite que distintas entidades aporten su perspectiva, construyendo diagnósticos más completos.
  2. Escucha activa y apertura al cambio. La escucha activa supone reconocer relaciones de poder en cada interacción y preguntarse qué voces se silencian y qué condiciones permiten que las personas se expresen con seguridad. Como subraya Uxue Zugaza, integrar esta mirada requiere revisar puntos de partida, cuestionar supuestos y aceptar que la intervención puede cambiar al escuchar a quienes viven las desigualdades.

Experiencias del TSSE en la integración de las claves de género e interseccional

La integración de la perspectiva de género y de la mirada interseccional no es un ejercicio exclusivamente teórico. En el Tercer Sector Social de Euskadi, diversas entidades vienen desarrollando procesos y dinámicas que buscan revisar la práctica profesional y generar condiciones más equitativas tanto para las personas atendidas como para los equipos.
Las experiencias recogidas a continuación son las que se presentaron en la mesa de experiencias de la jornada, a cargo de la Asociación T4, AVIFES e IRSEARABA, y muestran cómo estos enfoques pueden materializarse en el trabajo cotidiano.

  1. Asociación T4 — Grupo de sesgo de género

Presenta: Verónica de Lucas, educadora social y responsable de acompañamiento en procesos en T4

En T4, la reflexión sobre el sesgo de género se ha desarrollado como un proceso colectivo integrado en el trabajo diario, no como una herramienta cerrada. Surge en el equipo del servicio Ataubizu, donde aparecieron preguntas clave: ¿intervenimos igual con hombres y mujeres?, ¿dedicamos el mismo tiempo?, ¿generamos expectativas distintas?

Esto llevó a crear el Grupo de Sesgo de Género, enmarcado en el plan de igualdad y apoyado por la coordinación. La cultura organizativa basada en el modelo SOFT[3] y la motivación de las profesionales han facilitado este proceso. Además, el equipo es mayoritariamente femenino mientras que la mayoría de las personas atendidas son hombres, lo que invitaba a revisar posibles desigualdades en la intervención.

El proceso se ha articulado en torno a hipótesis de trabajo que cuestionan prácticas habituales. Entre ellas, destacan:

  • diferencias en el tiempo dedicado a hombres y mujeres en las intervenciones;
  • mayor presencia de preguntas emocionales en conversaciones con mujeres y trato más “funcional” hacia los hombres;
  • expectativas diferentes en torno al orden, la colaboración, la conflictividad o la toma de decisiones según el género;
  • mayor directividad hacia las mujeres;
  • tendencia a pasar por alto elementos clave, como las historias de violencia o abuso, cuando las expresan las mujeres;
  • sesgos en el modo en que se interpreta el consumo de sustancias según el género, con un juicio más negativo hacia el consumo de alcohol por parte de las mujeres.

Estas hipótesis derivaron en cambios y nuevas prácticas, entre las que destacan:

  • Espacios específicos como Lilagune o los grupos de mujeres, que permiten detectar necesidades diferenciadas y generar vínculos seguros.
  • Acuerdos para no transmitir historias previas de usuarias, evitando la “contaminación” del acompañamiento.
  • Prácticas de autoobservación profesional, mediante preguntas semanales que ayudan a detectar patrones y sesgos.
  • Dinámicas participativas para identificar buenas prácticas, explorar estrategias de cuidado mutuo en el equipo y revisar imaginarios feministas o heteronormativos presentes en la intervención.

La experiencia de T4 ha demostrado que, incluso sin herramientas formales, un proceso sostenido de reflexión colectiva puede generar cambios significativos en la cultura organizativa.

  1. AVIFES — Área de Mujer

Presenta: Idoia Clemente, responsable del Servicio de Viviendas con Apoyo de AVIFES.

AVIFES inició en 2014 una línea de trabajo específica con la creación del Área de Mujer, tras detectar una brecha importante en la atención a las mujeres con enfermedad mental. La experiencia parte de una constatación: las mujeres estaban infrarrepresentadas entre las personas atendidas, pese a que la prevalencia de la enfermedad mental no justificaba esa ausencia. Además, apenas había hombres participando en los espacios de acompañamiento familiar. A ello se sumaba el impacto de tres ejes simultáneos de desigualdad: ser mujer, tener una discapacidad y vivir con un problema de salud mental, lo que acentúa el estigma y limita el acceso a recursos, apoyos y redes de participación.

El proceso de reflexión identificó necesidades específicas: visibilizar y dar voz a las mujeres, crear espacios seguros, prevenir la violencia, abordar el aislamiento y la falta de redes de apoyo, reconocer la sobrecarga de las mujeres cuidadoras y revisar roles profesionales que reproducían desigualdades dentro de los propios equipos.

A partir de estas constataciones, AVIFES articuló una línea de trabajo con cinco ejes:

  1. Área de Mujer: grupos de apoyo, espacios de convivencia, talleres, sesiones específicas sobre violencia de género, crianza y autocuidado.
  2. Gestión de la igualdad: incorporación de la perspectiva de género en los distintos servicios y estructuras, formación específica y protocolos.
  3. Visibilización y sensibilización: campañas, participación en foros, presencia en el 8M, difusión de testimonios y experiencias.
  4. Premios y reconocimientos: iniciativas que refuerzan el compromiso con la igualdad en la organización.
  5. Transmisión del conocimiento: sistematización de aprendizajes y trabajo en red con otros servicios y entidades sociales.

La experiencia de los grupos de apoyo es especialmente relevante. Mujeres diversas se encuentran en espacios basados en la confianza, la seguridad y la ausencia de juicio. Se trabaja el empoderamiento, la autoestima, las habilidades sociales, la participación y el bienestar emocional. La iniciativa Las Karolas, basada en la actividad física, demuestra cómo el deporte puede ser una herramienta de inclusión y salud emocional.

Los aprendizajes subrayados por el equipo incluyen la necesidad de:

  • comprender las dinámicas de participación de las mujeres, más puntuales e intensivas cuando van acompañadas de otras mujeres;
  • reconocer que la intensidad no equivale a impacto, y que cambios pequeños pueden tener efectos muy transformadores;
  • identificar las limitaciones del entorno rural, donde el estigma dificulta la participación presencial y exige soluciones flexibles;
  • mantener una formación continua del equipo para evitar reproducir estereotipos de género.

El trabajo realizado por AVIFES muestra cómo la interseccionalidad puede integrarse de forma transversal, conectando la desigualdad de género con el estigma asociado a la salud mental, la discapacidad, la edad o la exclusión social.

  1. IRSEARABA— Programa Bidatu

Presenta: Nekane Caballero, coordinadora del programa Bidatu (IRSEARABA).

El Programa Bidatu trabaja con madres jóvenes, muchas de ellas solas, migrantes o sin apoyo familiar, que atraviesan situaciones de dificultad y necesitan un acompañamiento integral para garantizar el bienestar de sus hijos e hijas menores de ocho años. Su objetivo principal es preservar la unidad familiar y crear las condiciones necesarias para que las niñas y niños crezcan en entornos seguros, afectivos y estables.

La intervención parte de varios ejes de desigualdad relevantes: género, maternidad en solitario, clase social, origen, edad, nivel educativo, experiencias de violencia de género y problemas de acceso a la vivienda. La acumulación de estos factores genera situaciones de vulnerabilidad que requieren un acompañamiento sensible al contexto de cada mujer.

El programa combina alojamiento protegido, intervención socioeducativa, apoyo emocional y trabajo en red para cubrir necesidades personales, materiales y sociales. Se trabaja en:

  • adquisición de competencias parentales;
  • fortalecimiento del proyecto vital de las madres;
  • reducción de factores de riesgo en el entorno familiar;
  • generación de redes de apoyo estables.

Entre las principales barreras detectadas se encuentran los prejuicios sociales, la burocracia, las dificultades para el acceso a la vivienda una vez finalizado el programa y las limitaciones que impone la falta de apoyo familiar. La mirada interseccional es clave para entender cómo estas barreras se combinan y condicionan la intervención.

Según Nekane Caballero, integrar esta mirada permite reconocer que no existe una única manera de experimentar la maternidad o la vulnerabilidad, y que cada acompañamiento debe partir de la historia vital, los recursos y los vínculos de cada mujer. La interseccionalidad ofrece así un marco para ajustar la intervención a la diversidad de situaciones, evitando respuestas uniformes y favoreciendo procesos de empoderamiento y protección infantil.

Preguntas para el debate

A lo largo de la jornada, tanto en la ponencia como en la mesa de experiencias, surgieron diversas preguntas que generaron un diálogo en torno a los retos y posibilidades de la perspectiva interseccional en el TSSE. A continuación, se recogen de forma sintética algunas de las preguntas planteadas y las respuestas compartidas por las personas participantes.

¿Qué condiciones previas son necesarias para poner en marcha las claves interseccionales?
Respuesta (Uxue Zugaza): la interseccionalidad plantea un nivel de exigencia alto, por lo que requiere condiciones organizativas claras. En primer lugar, voluntad organizacional y política: sin un compromiso claro para revisar procesos, reconocer aquello que no funciona y abrir espacios de cambio, la interseccionalidad se queda en el plano discursivo. En el caso de las administraciones públicas, se necesita también una voluntad política abierta al cambio, capaz de impulsar transformaciones en todos los estamentos. En segundo lugar, sostenibilidad y recursos, especialmente tiempo para revisar procesos y generar otros nuevos, aunque esto a menudo entra en fricción con las lógicas de la administración pública. En tercer lugar, espacios de diálogo e intercambio, donde los equipos puedan reflexionar conjuntamente, contrastar diagnósticos y compartir perspectivas distintas.

¿Cómo se relaciona la interseccionalidad con el concepto de equidad?
Respuesta (Uxue Zugaza): la interseccionalidad no sustituye a la equidad. Dialoga con ella y la complementa. La equidad forma parte del propio marco conceptual interseccional, ya que este busca repartir el poder y entender las desigualdades desde una perspectiva más compleja.

¿Cómo se desarrolla un área de mujer dentro de una entidad? ¿Dispone de su propia financiación o se integra de forma transversal? Respuesta (Idoia Clemente, AVIFES): en el caso de AVIFES, el Área de Mujer cuenta con financiación procedente de entidades privadas, aunque no equiparable en volumen a otros servicios de la organización. Al mismo tiempo, la perspectiva de género se transversaliza en otros programas y servicios, de modo que el área específica convive con procesos de integración más amplios.

¿Qué hace falta para incorporar realmente la interseccionalidad en una organización?
Respuesta (reflexiones compartidas por varias personas de la jornada): se destacaron aquí diversas ideas: la necesidad de incluirla en las líneas estratégicas de las entidades y asumir un compromiso explícito para impulsarla; la importancia de equipos de trabajo estables que acompañen el proceso, así como la necesidad de liderazgos feministas capaces de movilizar cambios culturales y organizativos; también el cambio generacional, que introduce nuevas miradas y sensibilidades, y la formación, imprescindible para comprender qué implica trabajar desde la complejidad. Por último, se subrayó el valor de la comunidad, la creación de alianzas y redes que permitan abordar las problemáticas desde una pluralidad de enfoques.

¿Qué papel tienen las administraciones públicas en la integración de la interseccionalidad en los servicios de responsabilidad pública? ¿Facilitan este proceso? ¿Existen resistencias?
Respuesta (Uxue Zugaza): Uxue identificó dos obstáculos principales. Por un lado, resistencias entre quienes diseñan, implementan o redactan pliegos para los servicios públicos: la interseccionalidad puede percibirse como algo complejo, difícil de encajar o incluso como una amenaza. Por otro lado, la propia burocracia, muy fragmentada y basada a menudo en categorías binarias, que dificulta la introducción de enfoques más relacionales y complejos. La interseccionalidad intenta precisamente romper con esa lógica, y esto genera tensiones.

¿Cómo afecta la realidad de las organizaciones pequeñas del TSSE a este proceso?
Comentario del público: la precariedad estructural de muchas PYMAS (limitación de recursos, carga de trabajo elevada, falta de estabilidad y de estructuras organizativas…) hace más complicado sostener procesos internos de reflexión y transformación y con ello dificulta la incorporación sistemática tanto de la perspectiva de género como de la mirada interseccional.

Entrevista a Uxue Zugaza, experta en interseccionalidad

Uxue Zugaza es doctora en Ciencia Política por la UPV/EHU y profesora del Departamento de Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la misma universidad. Forma parte del grupo de investigación Parte Hartuz, especializado en democracia y participación ciudadana. Su trayectoria investigadora se centra principalmente en la incorporación de la interseccionalidad en el ámbito público. Su tesis doctoral —La institucionalización de la interseccionalidad en la política en igualdad en España (1983–2021)— analiza cómo este enfoque ha sido adoptado y transformado en las políticas públicas de igualdad en el Estado.

En la entrevista realizada para esta jornada, Uxue profundiza en algunos de los elementos centrales de su ponencia: el sentido político de la interseccionalidad, los retos de su institucionalización, las claves para llevarla a la práctica y las oportunidades que ofrece para transformar la intervención social. La conversación complementa los contenidos desarrollados a lo largo de este breve

La entrevista está disponible en el siguiente vídeo:

Bibliografía

Hill Collins, P. y Bilge, S. (2016). Interseccionalidad. Madrid: Morata.

Gandarias, I. y Zugaza, U (2025). Hacia la práctica de la interseccionalidad. Guía para la reflexión y la acción. Diputación Foral de Bizkaia. Disponible aquí.

 

 

[1] Itziar Gandarias es profesora en la Facultad de Ciencias de la Salud (Departamento de Psicología) de la Universidad de Deusto.

[2] Kimberlé Crenshaw es una jurista y académica estadounidense, profesora de Derecho en UCLA y en Columbia University, reconocida internacionalmente por haber formulado el concepto de interseccionalidad a finales de los años ochenta.

[3] Modelo propio de intervención de T4 Elkartea basado en el valor del Sistema, la Observación, el aFecto, la eFectividad y la Transformación mutua.