Nº Breve: 11/2024
Las problemáticas sociales, cada vez más complejas, responden a numerosas causas, están influidas por múltiples variables y las respuestas universales ya no resultan eficaces, así como tampoco el concepto tradicional de recurso y servicio que intenta dar respuesta a una problemática percibida como estanca y homogénea.
En este sentido, resulta fundamental mencionar el concepto de necesidad, el cual ha sido estudiado a lo largo de la historia llegando a la conclusión de que las mismas son infinitas, ilimitadas y que se encuentran en un proceso de cambio constante. Por tanto, se puede extrapolar que, ante cada necesidad cubierta, con el paso del tiempo, surgirán otras que se necesitarán solventar (Elizalde, Martí y Martínez, 2006). Por tanto, en cierta manera, los recursos en el sentido más amplio del término se van estructurando bajo una demanda de necesidades en constante cambio.
Por ejemplo, hace unos años, cuando pensábamos en una persona en situación de sinhogarismo, casi instintivamente nos imaginábamos a un hombre, de unos 55 años, con una larga trayectoria de exclusión social, con problemas de adicciones, con sus pertenencias a cuestas… Ahora, la causa principal del sinhogarismo ha dejado de ser única y excluyente, dando paso a nuevos imaginarios sociales y a nuevas formas de dicha problemática.
Lo mismo ocurría con la violencia machista, de manera automática nos venía a la mente una mujer, mayor, que se dedicaba al cuidado del hogar y de los hijos e hijas sin medios económicos propios y probablemente sin estudios superiores. Hoy en día, se ha tomado conciencia de que homogeneizar el perfil de mujer que sufre de violencia machista deriva en una atención deficitaria que deja fuera de la red de la atención a numerosas mujeres. Y aquí es donde entra en juego de lo que se reflexionará mediante este breve: la interseccionalidad.
Acercamiento al concepto de interseccionalidad
Desde hace algunos años, la interseccionalidad se ha convertido en la expresión utilizada para designar la perspectiva teórica y metodológica que busca dar cuenta de la percepción cruzada o imbricada de las relaciones de poder. Una investigación o intervención interseccional examina las categorías a varios niveles de análisis e interroga las interacciones entre estas (Vigoya, 2016).
Ya en el Reino Unido autoras como Stuart Hall (1980), Paul Gilroy (1987), Aytar Brah (1996), Nira Yuval-Davis y Flora Anthias (1992), mostraron interés por la interseccionalidad desde una mirada de los llamados “estudios culturales”, partiendo desde la subjetividad y subrayando que las personas exceden los límites de las identidades (Platero Méndez, 2012)
Por tanto, desde hace ya más de tres décadas son varios los enfoques que tratan de explicar cómo funcionan las desigualdades en esas “intersecciones”, cómo se cruzan o superponen y qué resultado produce esta simultaneidad.
A lo largo de la literatura se puede observar cómo se utilizan diferentes conceptos en diferentes momentos históricos: la simultaneidad de opresiones, la matriz de dominación, sistemas entrelazados de opresión, ejes de desigualdad, ejes de opresión, discriminación múltiple… (Platero Méndez, 2012).
No obstante, aunque existan antecedentes de esta propuesta en otros entornos, la formulación de la interseccionalidad como se conoce hoy día surge a finales de la década de 1990, en Estados Unidos, por parte de académicas y activistas negras como Kimberlè Crendshaw (1989), Patricia Hill Collins (2002) o Combahee River Collective (2014).
La interseccionalidad surge como una crítica al hecho de que el feminismo, adoptado mayoritariamente desde una perspectiva blanca, y el activismo negro, que tomaba un punto de vista androcéntrico, no conseguían evidenciar la heterogeneidad interna de los grupos sociales que decían representar. En aquel momento, no se trataba de sumar variables y/o ejes de opresión, sino de comprender que el cruce entre los ejes de género y raza producían realidades específicas.
En este sentido, la activista Patricia Hill Collins (2002) conceptualiza los distintos ejes de opresión entrelazados en una matriz, en cuyo marco los individuos se constituyen en posiciones de poder diferentes y cambiantes.
Figura 1. Ejes de desigualdad
Fuente: Patricia Hill Collins (2017)
Siguiendo la misma línea, Crenshaw (1989) distinguió entre dos conceptos que pueden servir para diferenciar dos vertientes en las aportaciones a este debate: la interseccionalidad estructural, que explica cómo el cruce de varios ejes de desigualdad distribuye el poder entre grupos sociales y la interseccionalidad política, que señala de qué modo desde la acción política, se reproducen o combaten las desigualdades interseccionales (Gerard Coll-Planas & Solà-Morales, 2019).
¿Pero qué entendemos por ejes de desigualdad? se trata de factores que designan divisiones estructurales, a partir de las cuales se distribuyen de manera desigualdad los recursos sociales. Son ejemplos de ello la clase social, la diversidad sexual y de género, o el origen (Gerard Coll-Planas & Solà-Morales, 2019).
¿Y por interseccionalidad? Se trata de la perspectiva que describe la posición social de los individuos como resultado de la interacción entre varios ejes de desigualdad(Gerard Coll-Planas & Solà-Morales, 2019). Por tanto, se trata de una herramienta que permite visibilizar, analizar e intervenir en situaciones de desigualdad, desde una aproximación compleja, teniendo en cuenta que los ejes de opresión no actúan de forma independiente sino interrelacionada (Cabezas, 2024).
Asimismo, la interseccionalidad trata tanto sobre la opresión como sobre el privilegio. No es que la interseccionalidad busque grupos oprimidos por varios ejes y los identifique como grupos más vulnerables, sino que, desde una perspectiva interseccional, se debe considerar como las posiciones de opresión y de privilegio condicionan la forma de sufrir violencia, discriminación y desigualdad (Rodó-Zárate, 2022).
Por tanto, desde esta perspectiva lo que hace falta es comprender que las formas de discriminación que sufrirá cada persona serán diferentes, ya que estarán configuradas por sus posiciones en relación con el género, pero también al origen y la orientación sexual, entre otros.
Interseccionalidad y políticas públicas
La interseccionalidad evidencia cómo las diferentes formas de representar y nombrar suponen una manera de construir un problema social en un momento determinado en el tiempo.
Las políticas públicas abordan las desigualdades desde una perspectiva monofocal o descriptiva de cierta diversidad, y se dirigen exclusivamente a la desigualdad de género, la discapacidad, la familia, la juventud e infancia, las personas mayores, la exclusión social… y a menudo reciben el nombre de políticas sectoriales (Platero, 2007).
Sin embargo, pensar las instituciones y la participación política o los espacios sociales desde la interseccionalidad implica repensar los marcos legales e institucionales desde el cruce e interrelación de las discriminaciones. Por ello, surgen interrogantes respecto a las políticas públicas ¿en qué medida el derecho y las instituciones pensadas desde la universalidad de los sujetos pueden responder al reto interseccional cuando se organizan como representaciones cerradas? (Cabezas, 2024).
La interseccionalidad supone un reto debido a que propone una mirada que cuestiona dos dinámicas habituales en las políticas públicas: dirigirse a la “ciudadanía en general” o bien a grupos sociales específicos que comparten un mismo eje de desigualdad. Cada una de las dos opciones plantea sus correspondientes problemas (Cabezas, 2024).
En lo que se refiere a las políticas dirigidas a la “ciudadanía en general” podemos preguntarnos: ¿existe “la persona estándar”? ¿para qué tipo de persona están pensadas las políticas? O planteándolo desde la perspectiva contraria ¿las necesidades y realidades de qué personas no se tienen en cuenta? (Cabezas, 2024).
Reflexionando en este sentido, podemos evidenciar que las políticas dirigidas a la ciudadanía en general, bajo una presunta neutralidad, a menudo ocultan sesgos y exclusiones. Sin embargo, las políticas que tienen en cuenta a determinados grupos sociales (mujeres, personas migradas, personas con discapacidad, jóvenes…) permiten focalizar la atención en determinadas desigualdades, pero desde ciertas limitaciones (Cabezas, 2024).
En primer lugar, una limitación es que construyan un sujeto estándar “la mujer”, “la persona mayor” basado en determinadas características generalistas y que, por tanto, excluya a otras partes del grupo. Otra limitación es que desde las políticas sectoriales no se tengan en cuenta los cruces entre diferentes ejes de desigualdad u opresión (clase social, género, origen o diversidad funcional) (Cabezas, 2024).
Y es que la idea de que los ejes de desigualdad operan de manera independiente, aislados unos de otros, no tiene en cuenta que las realidades y necesidades son fruto de la posición de una persona en relación con todos los ejes de desigualdad, que interaccionan de manera compleja. Partimos de la premisa de que nadie es sólo inmigrante, mujer o persona con discapacidad. Una persona puede ser al mismo tiempo, mujer, migrada, bisexual…. Por tanto, si no se tiene en cuenta la complejidad de su posición, resulta probable que la respuesta que se ofrezca no sea la adecuada a sus necesidades (Handcock, 2007)
Así todo, la interseccionalidad comienza a situarse en el horizonte de las políticas públicas como el trato institucional hacia las desigualdades que se abordan en principio de forma unitaria. Por ejemplo, la Unión Europea desde el año 2000 había priorizado el eje de género, y solo años después comenzó a visibilizar la doble discriminación (Cabezas, 2024).
En palabras de Platero Méndez (2012), las políticas de igualdad han manifestado un interés creciente en torno a la diversidad de las mujeres, y ello puede evidenciarse en el uso de términos como “situaciones de especial vulnerabilidad”, “mujeres en exclusión social”, “doble discriminación” … que pueden extraerse de numerosas políticas públicas internacionales, estatales, autonómicas y locales.
Sin embargo, cabe destacar que las acciones interseccionales nos ponen en riesgo de acabar haciendo políticas de micro identidades esto es, identificar targets cada vez más específicos como resultado del cruce de varios ejes de desigualdad. Por ello, Fredman (2016) advierte sobre el peligro de que la reflexión sobre la interseccionalidad acabe reducida a una infinidad de combinaciones e implicaciones de las identidades superpuestas, fijándonos en grupos sociales cada vez más específicos, en vez de centrarnos en las estructuras de poder y los propios procesos de exclusión (Gerard Coll-Planas & Solà-Morales, 2019).
Por último, en relación con la interseccionalidad y las políticas públicas, Bacchi, en la década de los 90, ya mencionaba la necesidad de prestar atención a aquellos problemas que no se convertían en parte de las agendas públicas: las ausencias y los silencios de las problemáticas sociales. Por ello, resulta fundamental detectar aquellos aspectos que no entran en la agenda política, y en particular, centrar la atención en los silencios sobre las relaciones de poder (Platero Méndez, 2012).
Interseccionalidad y tercer sector social
Diversos movimientos sociales y distintas disciplinas del conocimiento centran su atención en las personas que enfrentan situaciones de desigualdad y que a menudo califican como “colectivos”, “minorías”, “sectores” … el tercer sector social es uno de los agentes que lleva trabajando desde sus inicios en la reducción de las desigualdades y en la atención a la diversidad.
El contexto es un elemento fundamental tanto en la teorización como en la implementación de la interseccionalidad. En primer lugar, la realidad social que designan los ejes es de carácter contextual, debido a que en cada municipio hay realidades distintas: es diferente si se habla de un municipio con un número importante de personas migradas, que si se hace referencia a otro que prácticamente no recibe. Por ejemplo, el grupo “víctima de conflicto armado” tiene relevancia en contextos donde hay o ha habido este tipo de violencia, mientras que para otros lugares puede ser una categoría irrelevante (Gerard Coll-Planas & Solà-Morales, 2019).
Aquí es donde se observa una estrecha relación entre la interseccionalidad y el Tercer Sector Social de Euskadi. Numerosas entidades del sector cuentan con un profundo arraigo en los territorios donde desarrollan su labor, convirtiéndose en un agente clave en los mismos. En coherencia con los datos del Barómetro (2023) un 36,2% de las entidades que componen el sector cuenta con una trayectoria de 20 o más años, incluso alrededor del 2% de ellas llevan activas 50 o más años. La trayectoria y el arraigo en los distintos territorios a diferentes niveles proporciona a las entidades conocimiento del contexto específico de actuación en relación con su cultura, costumbres, problemáticas, cambios sociales… y ello, no solo genera confianza en las personas con las que se interviene, sino que, además, facilita que la intervención parta de la realidad y responda de forma más eficaz a las necesidades de las personas.
A su vez, casi la mitad de las organizaciones lleva trabajando con su colectivo principal más de 20 años en el mismo ámbito geográfico, y casi un 30% lleva entre 11 y 20 años. Esto da cuenta de la estabilidad del vínculo que las organizaciones mantienen con las personas destinatarias de su actividad y con el territorio donde la desarrollan.
A su vez, el sector también se nutre de organizaciones más recientes, siendo un 18,2% de las entidades de Euskadi relativamente jóvenes, con menos de 5 años de existencia. Este hecho, evidencia el dinamismo y rejuvenecimiento constante del sector, pero también el trabajo que se está realizando por intentar dar respuesta a las nuevas necesidades que van surgiendo, a nuevas perspectivas, a nuevas formas de hacer… aunando la innovación, la incorporación de nuevos enfoques (como la interseccionalidad y la perspectiva de género), la detección precoz y la sensibilización hacia las problemáticas emergentes.
La permeabilidad del sector y su dinamismo son reflejo de la realidad cambiante a la que están conectadas las organizaciones. Los procesos de cambio social parecen producirse de manera cada vez más acelerada. Por tanto, el reto para el sector radica en crear itinerarios de incorporación de nuevas problemáticas, necesidades o realidades sociales, y de organizaciones vinculadas a estas, que permitan seguir vertebrando y estructurando el sector y manteniendo unas señas de identidad y un sentimiento de pertenencia a este todo común.
Asimismo, el tercer sector social, desde su posición de agente de cambio, debe velar por garantizar los derechos de todas las personas eliminando cualquier barrera que puedan generar los fenómenos de opresión, dominación y discriminación (Fundación Pere Tarrés , 2023).
Los datos del Barómetro (2023) evidencian que el 11,4% de organizaciones se dedica exclusivamente a actividades relacionadas con la incidencia, sensibilización y denuncia. Por tanto, se trabaja por visibilizar las problemáticas sociales y otorgar presencia y voz a aquellas ausencias y silencios en las políticas públicas de las que ya hablaba Bacchi en los años 90.
En este sentido, cobra especial relevancia el poder trabajar en red, algo que el tercer sector social de Euskadi también tiene muy arraigado. El 65,8% de las entidades pertenecen a una organización o iniciativa de segundo nivel (redes, federaciones, agrupaciones, plataformas…) lo cual da cuenta de la existencia de relación entre organizaciones afines, que comparten espacios de reflexión e información. A su vez, de media, cada entidad pertenece a 3 redes de este tipo.
Esta configuración del sector guarda una estrecha relación uno de los retos identificados en el último libro blanco del TSSE (2020): seguir manteniendo una posición de apertura y proactividad en la relación con otros agentes sociales, siendo capaces de generar una red de relaciones y colaboraciones amplia, diversa y fluida. Las relaciones con otros agentes sociales cobran especial relevancia en una sociedad relacional como la nuestra. Parece que cada vez más el abordaje de las necesidades sociales es una cuestión que involucra a diversos agentes y trabajar en la colaboración se hace indispensable.
Lo cual promueve que una entidad que trabaja principalmente con un colectivo específico pueda estar trabajando con otras entidades que trabajen con otro, pero que, a su vez, se retroalimenten porque de eso trata la interseccionalidad: de contexto, de interrelación entre ejes y de construir colaborativamente soluciones específicas, centradas en la persona. Y esto pasa por reconocer que cada actor posee responsabilidad en la solución de problemas complejos, fomentando así, procesos de diálogo y de intercambio de recursos.
Por tanto, ampliar e intensificar el espectro de relaciones de las organizaciones ofrece una oportunidad para que el TSSE tenga mayor presencia en otros ámbitos, genere valor compartido junto con otros agentes (administración, empresas, etc.) y se refuerce como un motor de transformación social y como un agente social con credibilidad y capacidad de interlocución.
Limitaciones del concepto: definición de problemáticas
A pesar de que la interseccionalidad ha adquirido gran protagonismo a lo largo de los últimos años y resulte común incorporarla o requerirla en los diferentes programas de atención, a las políticas públicas y a diversas investigaciones, no ha estado exenta de cuestionamientos acerca del modo de operativizar en términos metodológicos sus argumentaciones teóricas.
Este cuestionamiento al que está sujeto la interseccionalidad podría resumirse en tres problemas: 1) el abordaje metodológico; 2) la (in)definición respecto al sujeto de la interseccionalidad y el establecer categorías como naturalmente dadas; y 3) el ilimitado número de categorías interseccionales.
En relación con el primerio, diversos estudios enfocados en pensar y reflexionar sobre la interseccionalidad coinciden en que ha habido una escasa discusión respecto a cómo estudiarla, haciendo especial alusión a la cuestión metodológica. Las dificultades surgen principalmente cuando se intenta analizar la manera en que opera la simultaneidad de las diferentes clasificaciones sociales (clase, género, origen, etnicidad, raza, entre otras) en determinados grupos sociales. Una de las tensiones reside en el hecho de que mientras la perspectiva interseccional persigue discutir aquellos enfoques que conciben a las identidades en términos aditivos (genero + raza + sexualidad + clase = identidad compleja) y reflexionar sobre los procesos sociales de categorización a través de las estrategias desplegadas por los sujetos en diferentes contextos de exclusión y opresión, los proyectos basados en la interseccionalidad a menudo replican la aproximación que critican. La clave se sitúa en tener claro que una persona no enfrenta lógicas de exclusión a partir de la suma de ejes de desigualdad, sino que su propia posición se constituye por la intersección de esos ejes.
Figura 2. Metáfora del cruce
Fuente: Crenshaw (2026)
El segundo de los problemas que plantea la interseccionalidad es considerar como dadas las categorías mediante las cuales se intenta identificar y comprender cómo funcionan las lógicas de la opresión, desigualdad y resistencia. Resulta fundamental retomar las categorías de análisis a partir del grupo social objeto de estudio y del contexto histórico. Esta idea se ha comentado con anterioridad y nos permite entender que no existe una única forma de interseccionalidad sino varias dependiendo del grupo social a estudiar y del universo sociohistórico particular, evitando así, caer en visiones que las conciben como dadas, fijas e inmutables. A su vez, el sujeto objeto de análisis ha sido el oprimido, el excluido, aquel sobre el cual recaen las lógicas de dominación y desigualdad. Sin embargo, hay que prestar especial atención a que un sujeto puede ocupar a la vez distintas posiciones, algunas de ellas de subordinación y otras de dominación. Por ejemplo, un hombre que se encuentre en situación de exclusión social estará atravesado por determinados ejes de opresión, pero en un contexto de mujeres en situación de exclusión social donde puede ejercer privilegios masculinos como el poder, la fuerza física o la ocupación de los espacios se encontrará en una posición de dominación.
El tercer problema es aquel referido al potencialmente ilimitado número de categorías de análisis. La búsqueda de cuáles y cuántas son las clasificaciones sociales que se pueden utilizar acerca de las desigualdades múltiples y las identidades complejas. Existe un consenso generalizado en torno al género, la raza/etnicidad y la clase social como las clasificaciones sociales con mayor peso en la estructura de relaciones sociales, aunque algunos y algunas autoras, incluyen “entra otras” y ahí radica la cuestión: ¿cuál es el número máximo o mínimo de categorías interseccionales con el que trabajar? La socióloga Yuval-Davis, evidencia que para ciertos grupos sociales existen situaciones históricas específicas que condicionan que determinadas clasificaciones sociales sean más importantes que otras en esa construcción de la interseccionalidad. Por ejemplo, como profesionales se detecta la influencia de diferentes ejes en la persona con la que se está interviniendo, sin embargo, resulta fundamental explorar qué ejes son los que mayor influencia tienen para la persona. Si trabajamos en un recurso con mujeres migradas y esa mujer, lleva más de 20 años arraiga en el municipio ¿cuándo dejaremos de percibirla como mujer migrada? ¿cómo se percibe ella a sí misma? ¿ese eje es el que necesita trabajar o son otros los que tienen mayor peso?
No obstante, los problemas anteriormente planteados acerca de la interseccionalidad no invalidan sus aportes y potencialidades para pensar las desigualdades sociales a nivel de grupos y estructuras, así como para comprender la diversidad de trayectorias y experiencias de las personas. Invita a reflexionar sobre posibles trazados teóricos y metodológicos que permitan consolidar la interseccionalidad como una perspectiva fundamental en el estudio de los sujetos sociales y sus experiencias de desigualdad y resistencia, así como de las estructuras y lógicas de su organización.
Premisas básicas en materia de interseccionalidad
Aunque la interseccionalidad sea un concepto complejo y polisémico, que tiene cierta indeterminación, el reconocimiento y aceptación de este enfoque tanto en sus dimensiones teóricas y prácticas es un punto a favor para el tercer sector social y las políticas públicas (Cabezas, 2024).
Las limitaciones mencionadas con anterioridad pueden reconfigurarse como caminos abiertos, preguntas aún sin respuestas que no clausuran lo que la interseccionalidad vino a aportar al campo de las ciencias sociales. Estas limitaciones se traducen en una serie de desafíos para los y las investigadores/as, los que le pueden augurar una larga vida a la interseccionalidad.
Para ello, resulta fundamental comprender que, desde una perspectiva interseccional, la incorporación de nuevos ejes no minimiza ni quita importancia a los demás. Pongamos un ejemplo: el hecho de incorporar la perspectiva antirracista no hace menos importante el eje de género, sino que ayuda a entenderlo mejor, porque nos permite comprender las relaciones entre el colonialismo y el patriarcado. Y lo mismo ocurre, con cualquier eje que queramos analizar, el análisis de uno contribuye al conocimiento del resto (Magliano, 2015).
Siguiendo la misma línea, se establece como prioritario superar la lógica de la competición entre ejes y dejar de contraponerlos como si la lucha antirracista o contra la transfobia fuesen contrarias a la lucha feminista. Algunas feministas negras afirman que luchar contra una discriminación o violencia beneficia la lucha contra las otras formas de discriminación y violencia, y que, por tanto, despreciar una forma de discriminación o violencia refuerza la base sobre la cual se sustentan todas (Magliano, 2015).
Tomando como ejemplo la lucha antirracista, esta lucha beneficia la lucha contra el patriarcado porque favorece romper, o al menos cuestionarnos, los cimientos sobre los que se sustentan todas las formas de dominación, de que las vidas de unas personas tienen más valorar que las de otras y que, por lo tanto, se pueden excluir, explotar y violentar. Y al mismo tiempo, lo que dice es que despreciar la lucha antirracista o reforzar el racismo lo que hace es hacer más sólida esta base común de la dominación, haciendo por lo tanto más sólida la base sobre la que se sustenta el patriarcado y por lo tanto también reforzando las violencias machistas (Magliano, 2015).
Por último, el contexto, del que se ha hablado con anterioridad, también es un factor que debe ser tenido muy en cuenta, porque si al paradigma de la complejidad, se le añade el factor tiempo y lugar, la configuración de las discriminaciones variará. Por ejemplo, la forma como una mujer joven blanca y heterosexual puede sufrir violencia machista variará si es en su casa, en el instituto, en la calle, en casa de una amiga suya, en un bar, en el colectivo feminista de su pueblo o en un viaje al extranjero. Y hay que tener en cuenta también estas dinámicas espaciales de la interseccionalidad para no caer en discursos victimizadores ni en ideas rígidas y estancas sobre las posiciones sociales (Rodó-Zárate, 2022).
Claves y referencias para la reflexión en el TSSE
- Interseccionalidad y migraciones: potencialidades y desafíos
- Interseccionalidad y exclusión residencial
- La diversidad como problema
- Guía para incorporar la interseccionalidad en las políticas locales
- Intersectionality in social work: activism and practice in context
- Guía para la aplicación de la interseccionalidad en la prevención de violencias de género con jóvenes: miradas poliédricas
- ¿Un neologismo a la moda? Repensar la interseccionalidad como herramienta para la articulación política feminista
Bibliografía
Observatorio Vasco del Tercer Sector Social de Euskadi. (Diciembre de 2020). Libro Blanco del Tercer Sector Social 2020 del Tercer Sector Social de Euskadi. Disponible en: https://3seuskadi.eus/wp-content/uploads/LibroBlanco_DEF_2019-2020_es-comp.pdf
Observatorio Vasco del Tercer Sector Social de Euskadi. (Diciembre de 2023). Barómetro 2023 del Tercer Sector Social de Euskadi. Disponible en: https://3seuskadi.eus/coleccion/barometro-2023-del-tercer-sector-social-de-euskadi/
Cabezas, A. (2024). La interseccionalidad en una encrucijada histórica: de la retórica viral a las praxis emancipadoras, en Mujeres, Esfera Pública e Interseccionalidad. En S. M. Guardado, Mujeres, espacios públicos e interseccionalidad.
Elizalde, A., Martí, M., & Martínez, F. (2006). Una revisión crítica del debate sobre las necesidades humanas desde el enfoque centrado en la persona. Revista Latinoamericana, 15. https://journals.openedition.org/polis/4887
Fredman, S. (2016). Intersectional discrimination in EU gender equality and nondiscrimination law. European Network of Legal Experts in Gender Equality and NonDiscrimination. European Commission. https://publications.europa.eu/en/publicationdetail/-/publication/d73a9221-b7c3-40f6-8414-8a48a2157a2f
Fundación Pere Tarrés . (7 de Marzo de 2023). Fundación Pere Tarrés . Obtenido de Fundación Pere Tarrés : https://www.peretarres.org/es/conocimiento/blog/perspectiva-interseccional-entidades-combatir-discriminaciones-personas-discapacidad
Gerard Coll-Planas, G., & Solà-Morales, R. (2019). Guía para incorporar la interseccionalidad en las políticas locales. https://igualtatsconnect.cat/wp-content/uploads/2019/09/Publicacion-Igualtats-Connect-ES.pdf
Handcock, A. (2007). When multiplication doesnt equal quick addition: examining intersectionality as a research paradigm, in perspectives on politics 5, pp. 63-97.
Hill Collins,P (2017): “The Difference That Power Makes: Intersectionality and Participatory Democracy”, en Revista de Investigaciones Feministas 8 (1), 19-39
Magliano, M. J. (2015). Interseccionalidad y migraciones: potencialidades y desafíos . Revista de estudios feministas 23 (3), 691-712. https://www.redalyc.org/pdf/381/38142136003.pdf
Platero, Raquel (2007a), “The Limits of Equality: the Intersectionality of Gender and Sexuality in Spanish Policy Making”, en Kvinder Køn & Forskning, Nº 1, København, pp. 33-48. https://tidsskrift.dk/KKF/article/view/27937/24568
Platero Méndez, L. (2012). ¿Son las políticas de igualdad de género permeables a los debates sobre la interseccionalidad? Una reflexión a partir de un caso español. Revista del CLAD Reforma y Democracia(52), 135-172. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=357533684005
Rodó-Zárate, M. (2022). Interseccionalidad: conceptualización, aplicación y retos. IDEES.
Vigoya, M. V. (2016). La interseccionalidad: una aproximación situada a la dominación. Debate feminista, 52, 1-17. https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0188947816300603