Autor/a: Observatorio Vasco del Tercer Sector Social
Nº Breve: 04/2024

El pasado mes de marzo celebramos una jornada en Vitoria-Gasteiz con el objetivo de reflexionar sobre el relevo generacional y la sostenibilidad social de las organizaciones, desafíos fundamentales que aparecen recurrentemente en los diversos diagnósticos realizados por este Observatorio (Libro Blanco 2015 y 2020; Barómetros 2019, 2021 y 2023). Así, por ejemplo, el Barómetro 2023 del Tercer Sector Social de Euskadi[1] señala que “el 36,2 % de las entidades que componen el sector tienen una trayectoria de 20 años o más” (10). Este dato nos permite constatar que nuestro sector está alcanzando cierto grado de madurez y, al mismo tiempo, apuntan a la necesidad de iniciar procesos de reflexión sobre su sostenibilidad social.

Sin embargo, dado que en nuestras organizaciones el activo más importante son las personas que las conforman, esta sostenibilidad social pasa, tal como señala el propio Libro Blanco del Tercer Sector Social de Euskadi 2020 (reto 5[2]), por fortalecer y aumentar su base social, incorporando nuevas formas de vinculación y participación social. Pero también por pensar y organizar su relevo generacional, tanto de personas remuneradas como voluntarias, tratando de incorporar a las nuevas generaciones[3], que portan nuevas lógicas y formas de hacer y, quizá, nuevas maneras de vincularse y comprometerse con las organizaciones.

Tales procesos de incorporación de nuevas personas, potencialmente más jóvenes, abren nuevos desafíos para las organizaciones. Por un lado, deben tratar de integrarlas y cuidarlas, incorporando sus nuevas formas y estilos de participación y vinculación, al tiempo que se esfuerzan por mantener y transmitir su identidad, cultura y valores organizacionales. Por otro lado, deben volcarse en la gestión del talento, captando y reteniendo personas y perfiles específicos valiosos que puede haber en esas nuevas personas, tratando de evitar, en el caso de las personas remuneradas, su posible salida a otros sectores con condiciones laborales y/o salariales más atractivas.

Estas cuestiones han sido abordadas con anterioridad, principalmente, desde la perspectiva de las propias organizaciones, teniendo en cuenta sus problemáticas particulares. En esta jornada, por el contrario, las hemos afrontado desde el punto de vista de las personas jóvenes que se incorporan a ellas, para conocer con mayor detalle las motivaciones que las llevan a vincularse al tercer sector social, la imagen y las expectativas que tienen sobre él, las diferentes maneras de acceder y vincularse al mismo, etc.

Para ello, la jornada se estructuró en torno a tres mesas de diálogo en las que se abordaron diferentes cuestiones. En las dos primeras mesas, que tuvieron como protagonistas a personas jóvenes incorporadas como voluntarias o profesionales a organizaciones del tercer sector social, se dialogó sobre las motivaciones que las llevaron a unirse al sector, así como sobre la percepción y expectativas que tenían antes de su incorporación a sus respectivas organizaciones y de la realidad que encontraron una vez que formaron parte de ellas. En la tercera mesa, que contó con la participación de dos organizaciones alavesas del TSS y con Batekin, la agencia para el voluntariado y la participación social de Áraba, se reflexionó en torno a los desafíos y oportunidades que implica la incorporación de personas jóvenes, así como la percepción que las organizaciones tienen de las nuevas generaciones, claves para avanzar en su sostenibilidad social.

Finalmente, se dejó un espacio abierto en el que el público compartió sus reflexiones sobre las cuestiones tratadas en las diferentes mesas. A continuación, ofrecemos las ideas principales surgidas en esta jornada.

Las motivaciones de las personas jóvenes para incorporarse a las organizaciones del Tercer Sector Social

En esta mesa participaron tres personas jóvenes: Yeray Zárraga (trabajador en la Asociación Berriztu), Miren Peña (trabajadora en Zabalduz Kooperatiba Elkartea) y Sara González (voluntaria en diversas organizaciones y doctoranda en educación social por la Universidad de Deusto).

Abrimos la mesa compartiendo algunos datos del estudio realizado en 2023 por la Fundación Mutua Madrileña sobre la percepción de las personas jóvenes sobre el tercer sector[4]. El estudio señala que: uno de cada cuatro jóvenes de entre 16 y 34 años no conoce ninguna ONG; la mitad de los jóvenes opina que las ONG tienen buena imagen en nuestra sociedad; 5 de cada diez jóvenes han considerado alguna vez la posibilidad de trabajar en una ONG, el doble que los mayores de 35 años. Por tanto, el estudio indica un buen conocimiento del tercer sector por parte de los jóvenes y una imagen muy positiva del mismo. Además, éste se presenta como una opción laboral atractiva.

En el caso de las tres integrantes de esta mesa, las instituciones educativas (educación secundaria o universidad) fueron determinantes para conocer la existencia del TSS y tener una primera aproximación a la labor que éste desempeña. Esta circunstancia les condujo, en algunos casos, a integrarse de forma voluntaria en organizaciones del sector y/o, más adelante, a formarse en ámbitos propios del mismo. Las motivaciones que apuntaron cada una de ellas para trabajar en el TSS fueron diversas, aunque conectadas entre sí. Por un lado, apuntaron a un factor profesional y vocacional (el hecho de haber estudiado un grado determinado; el interés por algún colectivo social determinado o por estar en contacto con personas), que encajaba más con sus intereses y valores personales que otro tipo de profesiones. Por otro, señalaron un factor político, ya que en el sector han podido encontrar un espacio en el que canalizar su militancia para contribuir a la transformación social, un espacio que les permite vivir y conjugar con coherencia y sin escisiones personales su labor profesional o voluntaria y sus valores e ideas políticas y sociales.

Sin embargo, estas motivaciones no garantizan, según señalaron las tres personas integrantes de la mesa, una carrera profesional a largo plazo en el sector. Les resulta atractivo y motivante por diferentes motivos, además de los vocacionales o políticos, como la diversidad de proyectos que las organizaciones del tercer sector social ofrecen, con la posibilidad de cambio y mejora continua que ello implica. Pero, por otro lado, señalaron que, estos factores motivantes entran en tensión con unas condiciones laborales marcadas por la precariedad (trabajo mal remunerado), lo cual puede impedir poner en marcha proyectos vitales dignos y estables (disponer de vivienda, formar una familia, etc.) y, consecuentemente, atraer a personas jóvenes hacia el sector.

El contenido completo de esta mesa puede verse en el siguiente video:

A su finalización, las personas que asistieron como público a la jornada tuvieron la oportunidad de señalar por escrito en un panel que se habilitó las motivaciones que las llevaron o las llevarían a trabajar en el Tercer Sector Social. Sus respuestas subrayan y desarrollan, aportando matices, las ideas expuestas por los integrantes de la mesa en torno a la dimensión vocacional/profesional y política de su vinculación con el sector.

Un gran número de esas respuestas mencionan de diversos modos la vinculación que estas personas mantienen o mantendrían con el tercer sector por la convicción de la necesidad de una transformación social o por las posibilidades que el trabajo en el sector ofrece para aportar o contribuir a esa transformación (“justicia social”, “cambio social”, “impacto social”, “desarrollo social” o “desarrollo comunitario” son algunas de las expresiones que utilizaron). En algunos casos, se señaló de manera más explícita la identificación ideológica o política con la misión social que tiene el sector, el valor de formar parte de un sector comprometido socialmente y, también, las posibilidades que ofrece para encontrarse con personas que comparten las mismas inquietudes, incluso de alinear esa orientación social y política con la labor profesional o voluntaria que se puede desarrollar en el sector.

Precisamente, la dimensión profesional/vocacional también surgió con fuerza. Aquí las respuestas aportadas son diversas: la vocación de servir a la sociedad, el valor de realizar una labor profesional ayudando a personas que lo necesitan, las posibilidades que el trabajo en el tercer sector ofrece para estar cerca y acompañar a personas, grupos o comunidades. Algunas respuestas van más allá, vinculando de forma más estrecha lo vocacional y lo profesional, subrayando de diversas maneras la oportunidad que el sector ofrece para conjugar desarrollo/realización personal (la vocación social) y profesional.

Las expectativas de las personas jóvenes ante su incorporación al Tercer Sector Social

En esta mesa participaron tres personas jóvenes: Inés Gutierrez (voluntaria; coordinadora pedagógica de la Escuela de Tiempo Libre de EDE Fundazioa; encargada de formación de Euskalerriko Eskautak Bizkaia), Diego Menéndez (trabajador en Asociación Askabide y miembro de su junta directiva) y Nerea Layna (trabajadora en Harresiak Apurtuz).

La mesa comenzó con la exposición de algunos datos sobre la percepción del tercer sector por parte de las personas jóvenes extraídos del estudio mencionado más arriba realizado por la Fundación Mutua Madrileña. Concretamente, el estudio señala lo siguiente:

  1. Dos de cada tres jóvenes españoles piensan que las ONG llegan más lejos que los gobiernos: solucionan problemas que los poderes públicos no alcanzan a resolver.
  2. La mayoría de los jóvenes considera que las ONG son políticamente independientes y ayudan a quienes lo necesitan, por encima de criterios ideológicos.

Estos datos transmiten una imagen muy positiva del tercer sector entre las personas jóvenes, imagen que comparten los integrantes de la mesa, pero con ciertos matices. Ciertamente, el tercer sector tiene la capacidad de detectar y llegar antes a las problemáticas sociales que la propia administración pública, pero también la imagen del sector está idealizada por valores militantes y políticos y es necesario ubicarla, cuando se accede al mismo, en un escenario más realista, lo cual implica la gestión de ciertas “decepciones”.

¿En qué consisten esas decepciones con respecto al tercer sector? Las personas integrantes de la mesa señalan algunas. Por un lado, una vez dentro del sector, darse cuenta de que el sector no es o no puede ser motor de cambio social. Por otro, comprobar que los equipos de trabajo, que llevan muchos años trabajando con unas enfoques y métodos aceptados y consolidados, están muy cerrados a incorporar nuevos modos de pensar y practicar la intervención social.

Sin embargo, el tercer sector social también dispone de factores o características que resultan atractivas para las personas jóvenes. Los integrantes de esta mesa señalan aquí algunos elementos que surgieron en el panel de la mesa anterior. Consideran que parte de la elección de trabajar en el tercer sector tiene un origen vocacional y político: trabajar con personas que necesitan de apoyo o acompañamiento, ponerse de su lado y generar vínculos con ellas. Este hecho permite tener acceso a realidades sociales y experimentar situaciones que resultan enriquecedoras y favorecen el crecimiento personal. Además, se trata de un sector dinámico, con un tipo de actividad que no permite caer en la rutina, y muy organizado, con una gran capacidad para incidir en las políticas públicas y, de este modo, transformar la vida de las personas.

Estos aspectos positivos tienen también su contracara. Se trata, según señalan las personas integrantes de esta mesa, de un sector donde se está expuesto a situaciones duras de las personas destinatarias, situaciones que atraviesan a la persona trabajadora, y sobre la que es necesario un trabajo personal que permita establecer límites y gestionarlas. Además, existen puestos con condiciones laborales difíciles (trabajo a turnos), incluso inestables (proyectos que no se mantienen de forma duradera por motivos económicos), lo cual implica intentar mantener un equilibrio entre la motivación personal y la estabilidad vital. Por último, se señala también la dificultad que existen en el sector para el desarrollo profesional, aunque no es una opinión sostenida por todos las integrantes de esta mesa.

Preguntamos también por la vigencia de las motivaciones que las llevaron a trabajar en el tercer sector social. Siguen intactas, según señalan, pero se les han añadido nuevas una vez que se han incorporado al sector. Les resulta motivador diferentes elementos: la realidad cambiante de las personas atendidas, que exige una renovación de los procesos de intervención; la posibilidad de trabajar en los barrios y contribuir a la consolidación de lo comunitario; el hecho de dar valor a cuestiones que en otros ámbitos no se valoran; o la existencia de espacios informales dentro de los equipos de trabajo donde se da importancia a las relaciones entre compañeros y compañeras.

El contenido completo de esta mesa puede verse en el siguiente video:

Como en la mesa anterior, a su finalización, el público señaló los aspectos del sector que le parecen más atractivos para trabajar en él y aquellos que no. Entre los primeros, se apuntaron numerosos elementos, entre los que se encontraban algunos ya subrayados por los integrantes de esta mesa y de la anterior.

Un amplio número de respuestas señalaron los valores propios del sector, la oportunidad que supone ser parte de un movimiento asociativo y la posibilidad que esto ofrece de incidir y transformar la realidad social (“cambio social”, “justicia social”, “incidencia social”, son algunas de las expresiones utilizadas).

Otras respuestas volvieron sobre las posibilidades de conjugar enriquecimiento profesional y crecimiento personal por diferentes motivos: la oportunidad de desarrollar una vocación, de construir redes personales y profesionales al tratarse de trabajos relacionales, de estar en contacto directo y cercano con personas usuarias o la comunidad. Precisamente, este entorno experiencial de trabajo fue ampliamente valorado como un aspecto motivador: la posibilidad de conocer y atender de manera cercana realidades sociales alejadas de otros sectores.

Asimismo, el factor relacional intrínseco a la actividad desarrollada en el sector resulta muy atractivo: se trata de un ámbito donde se da valor a las relaciones humanas, a la escucha y a la comprensión, a los cuidados. Además, como ya apuntaron los integrantes de la mesa, trabajar en el sector implica un aprendizaje y reciclaje continuos ante una realidad diversa, compleja y cambiante, un trabajo no rutinario ni mecánico que permite desarrollar nuevos proyectos. A lo que hay que sumar la flexibilidad y las posibilidades de organización autónoma del trabajo, según señalaron algunas respuestas.

Por otra parte, en relación con los aspectos menos atractivos del sector, surgieron diferentes cuestiones, unas referentes a la posición social del tercer sector, y otras referentes a las características y las condiciones de trabajo. Con respecto a las primeras, se señaló el escaso reconocimiento social y profesional del tercer sector social. También la relación que éste mantiene con la administración pública, tema sobre el que se apuntaron diferentes puntos: la posición secundaria que el tercer sector social mantiene en su relación con las administraciones; la falta de implicación y recursos de éstas; la dependencia económica institucional. Todo ello parece dibujar un panorama de “frustración” con respecto a las administraciones públicas y, como consecuencia, de frustración ante el cambio social que realmente el tercer sector social puede generar en esas condiciones.

Con respecto a las segundas, se destacan diferentes elementos. Por un lado, los bajos salarios, que suponen una brecha salarial con respecto a otros sectores, así como la incertidumbre laboral como consecuencia de proyectos inestables. Por otro, los riesgos psicosociales (burn out) asociado a diferentes puestos, los horarios incompatibles con la vida asociados a algunos de ellos o el desgaste personal que supone el trabajo con realidades sociales complejas.

Además, se volvió a señalar aquí un elemento subrayado por los integrantes de la mesa, como es la dificultad para el desarrollo profesional. Otros elementos que surgieron de forma más minoritaria fueron: la falta de ajuste entre las expectativas transmitidas en la formación universitaria y la realidad profesional que cada persona encuentra al entrar a formar parte de una organización; las resistencias al cambio de las entidades del tercer sector social, su carácter estático; y la falta de cohesión que existen en los equipos de trabajo, sin que se dejara claro qué se quiere decir exactamente con esto y cuáles son las causas de esa falta de cohesión.

La recepción de las personas jóvenes por parte de las organizaciones del Tercer Sector Social

En la tercera y última de las mesas participaron Maite del Río, vicepresidenta de ASASAM; Pilar Colomer, presidenta de IRSEARABA, sociedad cooperativa de iniciativa social; Laura González, técnica en Batekin, agencia para el voluntariado y la participación social de Áraba.

La mesa comenzó exponiendo por parte de las organizaciones los mecanismos (planes, actuaciones, etc.) que estas despliegan con el objetivo de captar personas jóvenes como trabajadoras o voluntarias. Se destacaron dos vías que parecen estar funcionando. Por un lado, la relación con el mundo académico a través de convenios con diferentes facultades  de distintas universidades (UPV-EHU, Universidad de Deusto, UNIR…) que permiten incorporar personas jóvenes en prácticas y que, al mismo tiempo, implica la necesidad de generar espacios de acogida para estas personas jóvenes. Por otro lado, la participación en diversas ferias de voluntariado que tienen lugar en las universidades vascas y que son impulsadas y organizadas en colaboración con las agencias vascas para el voluntariado y la participación social.

La mesa continuó exponiendo los aspectos que las organizaciones buscan en las personas jóvenes en su incorporación y aquellos que echan en falta. En relación con los primeros, se destacaron la frescura y la oportunidad de incorporar y renovar los puntos de vista que supone la llegada de personas jóvenes (se subrayó específicamente la oportunidad de renovar las formas de comunicar en el espacio digital). También la capacidad de adaptación y disponibilidad inmediata, debido, con respecto a esto último, a la existencia de un mercado laboral en el que no hay paro (“las personas son las que seleccionan a las empresas, y no al revés”).

En relación con los segundos, se destacó la ausencia de paciencia por parte de las personas jóvenes, que buscan la inmediatez de los resultados, pero el trabajo que se desarrolla en el tercer sector social es lento, a veces debido a la propia burocracia a la que se ve sometido por las instituciones. En todo caso, la incorporación de personas jóvenes supone todo un proceso de alienación de sus valores personales con los de la entidad a la que se incorporan.

Asimismo, ambas organizaciones participantes en esta mesa destacaron, en relación con la inestabilidad laboral propia del sector apuntada en las mesas anteriores, que, al menos en sus organizaciones, existe una relación con la administración pública fundamentada en convenios y contratos públicos que garantiza la estabilidad laboral de sus plantillas. También consideraron que, frente a las opiniones en sentido contrario en las mesas anteriores, aunque puede haber cierta resistencia al cambio por parte de las organizaciones, en última instancia las ideas de las personas jóvenes no sólo son esenciales para innovar, sino que son escuchadas y, cuando procede, impulsadas.

Por último, se abordó una cuestión crucial: ¿Qué deben cambiar o mejorar las organizaciones para captar o retener a las personas jóvenes? Se destacaron por parte de las organizaciones dos aspectos principales. En primer lugar, escuchar la experiencia de las personas jóvenes. En segundo lugar, se hizo hincapié en que la retención del talento joven y la posibilidad de ser vistas como entidades atractivas pasa por diferentes elementos: poner la vida en el centro, habilitando diferentes herramientas para conciliar y generando espacios de autocuidado, apoyo y formación en riesgos psicosociales, entre otras posibilidades; evitar la precarización con salarios más justos y, en definitiva, dignificar, como ocurre ya en otros, un sector principalmente vocacional. En todos estos cambios o mejoras se destaca la necesidad de ir de la mano de las administraciones públicas.

En este sentido, Batekin destacó la importancia de seguir apoyando la difusión de programas de voluntariado, como se viene haciendo hasta ahora, pero también aprovechando las oportunidades que las redes y plataformas digitales y las figuras que surgen en ellas (influencers) abren para captar personas voluntarias entre la juventud.

El contenido completo de esta mesa puede verse en el siguiente video:

Como en las mesas anteriores, una vez concluido el diálogo establecido en la última de las mesas, el público señaló los posibles cambios o mejoras que las entidades del tercer sector social deberían realizar para captar o retener a personas jóvenes. Surgieron aquí una amplia gama de cuestiones, buena parte de ellas señaladas ya a lo largo de la jornada. Así, las organizaciones podrían:

  • establecer planes de acogida para personas jóvenes, realizando un seguimiento y acompañamiento continuado de ellas en los equipos de trabajo a los que se incorporan;
  • mostrarse más atractivas, cambiando su lenguaje para adaptarlo a la realidad de las personas jóvenes u ofreciendo proyectos que les seduzcan;
  • ofrecer planes de crecimiento profesional, explorar las oportunidades posibles de desarrollo profesional posibles para las personas jóvenes;
  • ser más ágiles y flexibles en los procesos de cambios, eliminando las jerarquías intergeneracionales;
  • practicar una postura de apertura y escucha hacia la “mirada” que aportan las personas jóvenes, confiando en sus capacidades, ofreciéndoles oportunidades e involucrándoles con voz en los espacios de toma de decisiones;
  • favorecer espacios de autocuidado y escucha dentro de las organizaciones.

Por otra parte, una cuestión fundamental que volvió a aparecer aquí fue la mejora de las condiciones laborales del sector, con la necesidad de avanzar hacia un sistema más estable, ofreciendo garantías de estabilidad, dignidad económica y calidad del empleo. También, la necesidad de diseñar modelos laborales adaptados a las personas y no personas adaptadas a estructuras laborales rígidas (mejorar la flexibilidad, mejorar las medidas de conciliación…).

Finalmente, se señaló reiteradamente un aspecto que resuena con importancia: la necesidad de reconocimiento del tercer sector social por parte de la sociedad y de las administraciones públicas. El reconocimiento social y comunitario pasa, por ejemplo, por acciones como el impulso de ferias de presentación de entidades o la realización de jornadas de puertas abiertas. El reconocimiento público, se subraya, debe traducirse en una apuesta política y económica que provea al sector de más recursos.

[1] Equipo del Observatorio Vasco del Tercer Sector Social (2024). Barómetro 2023 del Tercer Sector Social de Euskadi. Disponible en: https://3seuskadi.eus/wp-content/uploads/2024/04/Informe_BAROMETRO23_def.pdf

[2] Equipo del Observatorio Vasco del Tercer Sector Social (2021). Libro Blanco del Tercer Sector Social de Euskadi 2020. Ver pp. 191 y ss. Disponible en: https://3seuskadi.eus/wp-content/uploads/LibroBlanco_DEF_2019-2020_es-comp.pdf

[3] En este sentido, el Libro Blanco de 2020 nos ofrece datos interesantes: “3 de cada 10 personas voluntarias tiene menos de 30 años (29,3%)” (p.70); “las personas remuneradas menores de 30 años suponen el 24,7% del total” (p.76).

[4] Fundación Mutua Madrileña (2023). Percepción y perspectivas de los jóvenes sobre el Tercer Sector. Disponible en: https://www.fundacionmutua.es/documents/230530-presentacion-estudio-jovenes-ong.pdf