Autor/a: Observatorio Vasco del Tercer Sector Social
Nº Breve: 08/2021

“El modelo de pensamiento acuñado en la sociedad occidental durante la Modernidad se ha desarrollado en oposición a las bases materiales que sostienen la vida. […]  Si nos detenemos a pensar en aquello que sostiene materialmente la vida de las personas, nos encontramos de inmediato con dos insoslayables dependencias: las que cada individuo tiene de la naturaleza y de otras personas.” [1]  

El pasado 18 de Mayo fuimos invitados desde la Universidad Oberta de Catalunya a participar en la webinar sobre retos de futuro de la acción social y educativa. Una propuesta que formó parte de un ciclo de webinars para celebrar el 25 aniversario de la creación de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación en dicha universidad. Un ciclo donde se pretendía reflexionar sobre los retos en el futuro de los diferentes ámbitos de conocimiento de los estudios y en concreto, en este caso, de la acción social y educativa.

En el debate, que podéis ver reproducido en el siguiente enlace, participó nuestro compañero Raúl Castillo, junto con Ricardo Fandiño, psicólogo clínico gallego que trabaja en el ámbito de la adolescencia y preside la asociación ASEIA (Asociación para a Saúde Emocional na Infancia e a Adolescencia) y Diego Silva, educador social de Montevideo que coordina varios proyectos con infancia adolescencia y familia, siendo además docente de prácticas y pedagogía social en la formación de educadores sociales e investigador  de la Red de Estudios de Pedagogía Social y [de]Subjetivación en el marco del Departamento de pedagogía social.

El punto de partida que nos planteaba Jordi Planella, Catedrático de Pedagogía Social de la UOC y coordinador del evento, tiene que ver con cómo en los últimos años y, en particular, desde la crisis de 2008, hemos asistido a relevantes cambios sociales, económicos, estructurales, etc., de gran escala que han afectado al conjunto de nuestra sociedad, obligándonos a analizar, y reflexionar con urgencia para poder ofrecer respuestas precisas y adecuadas. De forma mucho más radical, a partir de marzo de 2020 la crisis provocada por el COVID-19 nos ha vuelto a tensionar y esta vez con más fuerza y con unos impactos en las vidas de las personas todavía por dimensionar.

En este contexto Jordi nos planteaba tres núcleos de preguntas. En este escrito queremos recoger de una manera un poco más prolija algunos de los apuntes que realizamos desde el Observatorio para responderlas, entendiendo que lo hacemos desde nuestro ámbito de conocimiento, nuestra mirada y experiencia vinculada al ámbito de las organizaciones del Tercer Sector Social de Euskadi.

CARTOGRAFÍA DE PROBLEMAS SOCIALES EMERGENTES

¿Cuáles son los principales cambios acaecidos en el sector desde 2008 hasta el momento actual?

Antes de analizar los cambios sociales, desde el Observatorio nos parece importante comenzar por el propio cambio que hemos vivido como sector en estas últimas décadas. Por el lugar social que actualmente ocupamos como sector y cómo ha evolucionado. Una evolución en la que hemos pasado de estar en los “márgenes”, a una de cada vez mayor “centralidad” o relevancia, tanto en relación con las políticas sociales, como con los diversos agentes sociales, tanto públicos como privados. Evidentemente aún falta mucho camino por hacer para seguir ganando en capacidad de impacto en el desarrollo de nuestra misión, pero es necesario constatar esta transformación. Siendo también un avance que no está exento de grandes contradicciones.

En esta evolución tenemos conciencia de venir “de lugares pequeñitos”, de proyectos que hace 30, 40 o 50 años estaban lejos de la profesionalización, con escaso recorrido técnico, lejos de los dispositivos institucionales de atención con los que empezaban a colaborar y sin embargo con una gran capacidad relacional, muy vinculados a redes de proximidad, con gran poder de dinamización social y articulación comunitaria.

Durante estas décadas hemos constatado un gran crecimiento como organizaciones y como sector, mejorando en capacidad de gestión, en número de profesionales, mientras se han desarrollado ampliamente un marco normativo relacionado con la actividad de las organizaciones del Tercer Sector Social (TSS), entre las que podemos destacar la Ley de tercer sector, el decreto de cartera, vinculadas a todos nuestros ámbitos de actividad (discapacidad, personas mayores, infancia…). Hemos fortalecido nuestro entramado de redes del sector, generando una estructura cada vez más reconocible y avanzado en nuestra capacidad de incidencia e interlocución, formando cada vez más parte de espacios de diálogo civil. Finalmente, en una coyuntura como la actual de pandemia, hemos sido un sector presente que ha formado parte de los servicios esenciales que han sostenido la vida de un gran número de personas y familias en nuestros entornos más próximos.

Con todo ello seguimos siendo un sector muy rico y diverso, aunque también atomizado, que mantiene su labor dinamizadora de la participación social con más de un 80 %  de organizaciones en las que son más las personas voluntarias que las profesionales (un 43 % constituido únicamente por personas voluntarias) y con un gran número de retos y contradicciones. Hemos pasado de una cierta insularidad a un momento en el que estamos más abiertos y visibles para la relación con otros agentes sociales, con lo que implica de enriquecimiento y también de complejidad.

Una segunda transformación, muy vinculada con el punto anterior, tiene que ver con la cada vez mayor articulación de nuestra actividad como parte de sistemas de atención institucionales y en muchos casos de responsabilidad pública. El avance de una inercia institucionalizadora, con un recorrido similar, aunque diferente al de otros sistemas, como el sanitario o el educativo y que implica entendernos cada vez más como partes de un todo que nos constituye y conforma. Sistemas que nos ofrecen cobertura y que también nos exigen un esfuerzo de adaptación y de incorporación de lógicas propias de las instituciones rectoras de cada uno de los sistemas.

La incorporación de estas lógicas institucionalizadoras supone no pocos esfuerzos de adaptación e implica un constante ejercicio de equilibrios. En este sentido, es importante encontrar un equilibrio entre el permanecer fieles a nuestros propios valores y lógicas de sector, e ir incorporando y dialogando en la medida que es necesario y sin perder nuestra esencia y valor,  con las lógicas de las instituciones, y cada vez más con las lógicas propias de un mercado omnipresente en este momento histórico que vivimos. Un equilibrio entre la adaptación y el permanecer fieles a nuestras señas de identidad desde la transformación y la incidencia social.

Y mientras tanto la sociedad ha ido cambiando en un proceso acelerado de transformaciones que cada vez nos cuesta más definir pero que, con el agravante, o amplificación de las contradicciones, que ha provocado la situación pandémica, nos sitúa al frente una la realidad que exige respuestas urgentes. Entre las más acuciantes podemos destacar las siguientes:

  • Aumento de las desigualdades.
  • Aumento de la complejidad en las situaciones sobre las que intervenimos y nuevas realidades sociales (movilidad y diversidad social creciente, fluidez y transformación de  los modelos sociales y familiares, interseccionalidad de las desigualdades, transformación en los procesos identitarios…)
  • Aumento de la polarización y desmovilización social.
  • Necesidad de generar alternativas a los modelos de crecimiento insostenibles que generan crisis ecológica, aumento de desigualdad y crisis a nivel humano – relacional.
  • Necesidad de retramar, reconfigurar o encontrar el sostén de los espacios comunitarios de pertenencia frente a una sociedad cada vez más individualizada y virtualizada.

¿Cómo deberemos afrontar algunas cuestiones vinculadas con la irrupción de problemas nuevos o emergentes?

En primer lugar teniendo claro que más allá de proveer servicios, el tercer sector social cumple también otras funciones sociales. Queremos responder a la realidad e incidir en ella y para ello, como organizaciones del sector,  debemos desarrollar varias funciones sociales más allá de esta gestión de proyectos. La pregunta pone el foco en la respuesta a problemáticas sociales  emergentes y en este sentido vemos relevante el desarrollo de funciones de investigación, de análisis de la realidad, de generación de espacios de participación, de detección de necesidades y visibilización de situaciones de dificultad social.

Uno de los grandes valores de las organizaciones del sector tiene que ver con la proximidad a las diferentes realidades. La “capilaridad” social de nuestros entramados de proyectos sociales es una de nuestras grandes virtudes. Así lo hemos constatado en estas últimas décadas y, muy especialmente, en tiempos de pandemia donde, por poner algunos ejemplos, hemos sido capaces de detectar tendencias emergentes en colectivos tan dispares como el de personas mayores (donde se están planteando hondas reflexiones sobre el modelo de cuidados y se han articulado dispositivos de atención urgente, ante la vivencia de soledad extrema de un gran número personas), el de personas en situación de sinhogarismo (donde se ha respondido de una manera extremadanamente ágil ante una realidad que se ha constatado bastante más numerosa de la contabilizada en prepandemia), infancia y juventud (donde se ha detectado un gran incremento en las necesidades de apoyo ante problemáticas psicosociales), mujer (donde se detectó una invisibilización de algunas situaciones de maltrato debido al confinamiento, aumentando la preocupación por la desconexión con algunas mujeres en procesos de acompañamiento)… entre otras muchas.

El segundo lugar, otro de los elementos que nos parece importante remarcar tiene que ver con una cierta “repolitización”, entendiendo el término en un sentido amplio, apuntalando el rol del sector como agente de transformación social con visión crítica. Frente a la inercia de convertir nuestra acción únicamente en gestionar repuestas técnicas, creemos además en la importancia de mantener un posicionamiento crítico y propositivo frente a una realidad social injusta. ¿A quién ha golpeado más la crisis?, ¿Qué consecuencias tiene la falta de cuidados, de relaciones o el distanciamiento social para los colectivos más vulnerables? ¿Seguimos manteniendo nuestros esfuerzos de sensibilización, incidencia y denuncia como organizaciones?

A este respecto, desde el sector hemos constatado que el periodo de pandemia ha servido de espejo de un mundo desigual en el que se han visibilizado, emergido y evidenciado, de manera a veces inapelable, muchas de las contradicciones de nuestra sociedad. Frente a la idea de la nueva normalidad, que a veces proponemos, hemos descubierto que, en no pocas ocasiones, la normalidad era el problema. Así, creemos que es importante “repolitizar” la intervención recordando que nuestro fin último es la transformación social y la búsqueda de nuevos modelos y alternativas.

En tercer lugar, creemos que sigue siendo vital la labor de reconceptualización, incorporación de nuevas y diversas miradas que enriquezcan nuestros análisis sociales. Ampliando nuestros enfoques desde territorios como el feminismo, incorporando paradigmas como el de los cuidados, el decrecimiento o la ecología, la mirada interseccional  o enfoques de intervención concretos como los enfoques corporales, sistémicos… Y todo esto desde la generación de sinergias y relaciones cada vez más abiertas con otros agentes.

Finalmente, nos parece cada vez más crucial el fomento de la participación y la trama comunitaria. Frente a una sociedad individualizadora vivimos la urgencia de retramar los vínculos sociales sin caer en la inercia de generar servicios que respondan únicamente de manera individual a las diferentes necesidades. Creemos necesario pensar y ofrecer alternativas comunitarias capaces de enfrentar situaciones como el imparable aumento de procesos de soledad no deseada o de malestares psicosociales y problemas de salud mental que tanto se han disparado en pandemia reforzando unas tendencias que ya veníamos describiendo en las últimas décadas. El fomento de propuestas comunitarias, de autogestión, de colaboración y convivencia como el cohousing, los espacios de apoyo mutuo, la dinamización comunitaria, la educación 360 grados o, sobre todo, el tener siempre en cuenta la perspectiva comunitaria en todas y cada una de nuestras iniciativas, son algunas de las propuestas que nos pueden empezar a orientar.

¿Tiene algún sentido el trabajo de prospectiva en el campo de la acción social y educativa?

Evidentemente. Siempre hemos sido antenas conectadas con la realidad social. En esencia somos proyectos que han nacido como respuestas, pero también como propuestas y detectoras de tendencias. Incluso podríamos decir que somos espacios más de pregunta que de respuesta. Organizaciones que trabajan con personas afectadas por el sida preguntándose cómo van a vivir la vejez desde la cronicidad, pasados ya los años en los que suponía una muerte segura. Entidades del mundo de la cooperación preguntándose por las tendencias y sobre todo por las alternativas frente a la afectación del cambio climático en las comunidades a nivel mundial. Organizaciones cuestionándose por los nuevos perfiles  de personas mayores en un colectivo cada vez más numeroso y diverso que pide nuevos modelos de organización y articulación social. El análisis de las tendencias y las necesidades de innovación en acción social vinculada con la transformación digital.[2]

Frente a esta gran capacidad cada vez mejor articulada de investigación y de propuestas de acción prospectiva en el ámbito de la intervención social y educativa, también contamos con algunos hándicaps. La complejidad, la velocidad de los cambios sociales y la inercia productiva que nos exigen respuestas concretas, rápidas y evidenciables. Y es que el ejercicio de buscar tendencias nos exige parar, encontrarnos, reflexionar y dar tiempo a consolidar las intuiciones y análisis, y una mirada más centrada en la reproducción (en el cuidado de las personas, en las relaciones, en los aspectos subjetivos y vitales), que en la producción (los índices y tasas crudos, de empleo, de inserción, de rentabilidad, de retorno de la inversión…). Exigen también tramar espacios de encuentro, espacios multiagente, espacios red, en los que poder intercambiar y enriquecer las diversas perspectivas.

O la verticalidad y la mirada de arriba hacia abajo en la gestión de problemáticas sociales en la que, en ocasiones, desde las organizaciones se espera a los desarrollos y propuestas institucionales, en lugar de tratar de realizar lecturas y buscar tendencias desde la propia acción social o educativa. El peligro de que la prospectiva nos la marque el ámbito público o, cada vez más, el mercado con sus inercias productivas. Entendiendo también que tanto el ámbito público, como el ámbito del mercado son espacios cada vez más importantes con los que es necesario dialogar y contar para generar propuestas de verdadero impacto.

La falta de desarrollo en el sector en el ámbito de la transformación digital que nos impide avanzar en propuestas vinculadas con este campo tan lleno de posibilidades. En este sentido, por ejemplo, la incorporación del Big data lo podemos ver cómo un futurible lejano, aunque deseable para muchas de las organizaciones del sector. Nos hace falta mucho aprendizaje en este sentido y también mucha reflexión y debate. Ser capaces de enriquecer nuestras propuestas con la generación de datos significativos que nos ayuden también en esta labor prospectiva.

NUEVOS MODELOS, NUEVAS PRAXIS EN Y DESDE LA ACCIÓN SOCIAL Y EDUCATIVA

¿Qué deberemos cambiar en el desarrollo de nuestras praxis profesionales para abordar las nuevas problemáticas sociales?

Muy en la línea de lo que ya venimos comentando en los puntos anteriores destacaríamos los siguientes elementos:

  • Poner el foco en la comunidad, la participación y los entornos de relación naturales de las personas que formamos parte de las organizaciones Trabajar desde la perspectiva comunitaria, la participación y protagonismo de las personas poniendo la mirada en la construcción de tramas vinculares. Comenzando por visibilizar sobre todo lo que ya estamos haciendo: propuestas cómo los grupos autogestores, participación en dinámicas comunitarias, huertos urbanos, tiempo libre 360, grupos de autoayuda…
  • Abrir el foco relacional de las organizaciones, siendo capaces de incorporar espacios de diálogo, colaboración y cocreación con cada vez un mayor número y diversidad de agentes sociales. Atrevernos a innovar desde la descompartimentación, el trabajo en red y la búsqueda de propuestas compartidas. Bherria, modelo mixto como colaboración real, Dynamo International – Street Workers Network , como algunos ejemplos concretos.
  • Trabajo en red, incidencia e interlocución. La ciudadanía nos pide presencia, repolitización y búsqueda de alternativas. En este sentido, es importante la labor de incidencia desde las redes en tiempo de COVID, así como la colaboración con las -administraciones públicas que ha cristalizado, por ejemplo en Euskadi, entre otras muchas cosas, en la iniciativa Inor atzean Utzi Gabe. También nos pueden servir de ejemplo iniciativas ciudadanas como la PAH (Plataforma de afectadas por la Hipoteca), los colectivos de pensionistas o el sinfín de iniciativas espontáneas de denuncia y respuesta comunitarias surgidas en tiempo de pandemia.

¿Qué papel podría jugar la incorporación de la cultura de la investigación en el sector de la acción social y educativa? (no como una posibilidad exótica si no como algo que se encuentra en el adn mismo del propio sector)

Como mencionamos anteriormente, creemos que en el ámbito del tercer sector social contamos cada vez más con un desarrollo relevante de la función de investigación (como podemos ver por ejemplo en los estudios de la Fundación FOESSA) y una también cada vez mayor cercanía con el ámbito universitario para el desarrollo de dicha función. Creemos que queda mucho camino por hacer pero también que ha habido un importante avance en este sentido.

También nos parece que debemos hacer un mayor esfuerzo vinculado a la investigación aplicada, entendiendo que las propias inercias de la investigación en el ámbito académico (méritos de investigación, publicaciones, etc. no debieran ponerse por delante de la necesidad de generar reflexiones que redunden en la mejora de la vida de los colectivos con los que trabajamos.

En este punto, también es importante poner el foco en la necesidad de fomentar espacios de investigación capaces de generar y de nutrirse de la participación de los diferentes agentes y muy particularmente de las personas destinatarias. Entendiendo también que esta participación debe ser respetuosa con las diferentes personas, reconocida, útil y gratificante.

Finalmente, y alejándonos del ámbito más clásico de investigación, creemos que es fundamental la creación y mantenimiento de espacios de reflexión conjunta desde la práctica concreta. En este punto va a ser importante el ser capaces de dotar a estos espacios de ciertos recursos y herramientas metodológicas que nos ayuden a profundizar en la sistematización y enriquecimiento mutuo a partir de la experiencia, fortaleciendo las dinámicas de gestión del conocimiento en las organizaciones, en el sector y en relación con otros agentes.

¿Cuál tendrá o podrá ser el rol de los sujetos que acompañamos en los procesos socioeducativos?

No habrá procesos de transformación social sin la participación de las personas, sin su protagonismo real. Una participación diferenciada y adaptada a cada uno de los diversos espacios de interacción, abierta a la libertad de vinculación de cada persona, capaz de generar opciones de participación y centrada sobre todo en la generación de relaciones entre personas y también con los proyectos y organizaciones.

En este ámbito, en la actualidad hay varias inercias a tener en cuenta. Por un lado, se ha incrementado la sensibilidad y la articulación de medidas para generar procesos participativos. Por contra, y en relación con la tendencia institucionalizadora que anteriormente comentábamos, en ocasiones podemos encontrar que las personas y familias han pasado a vincularse de una manera a veces más distante, desde un rol clientelar, o como personas usuarias.

Uno de los elementos que necesariamente deberemos evitar es el colaborar con dinámicas de culpabilización social, convirtiéndonos en dispositivos que exigen las transformaciones o cambios individuales a las personas destinatarias, sin tener en cuenta los condicionantes sociales, y sin trabajar desde perspectivas sociales de responsabilidad más amplias  e incluyentes. No convertirnos en espacios meramente RE-educativos, RE-insertadores, RE-orientadores… en los que el prefijo “RE” implica un trabajo de cambio en el que dirigimos, más que acompañamos, a las personas a adaptarse a una “normalidad” sin cuestionarla.

A la hora de poner en práctica la búsqueda de espacios de participación, deberemos partir de un análisis honesto sobre el lugar que ocupan en la actualidad las personas destinatarias en cada uno de los proyectos. Preguntarles y preguntarnos por qué rol les estamos ofreciendo desde nuestras organizaciones, y por cuál es el que quieren tomar. Ser honestos también a partir de las limitaciones desde cada uno de los encargos que debemos cumplir como proyectos sociales, pero también forzando espacios de posibilidad desde la innovación, la cocreación y un sostén teórico cada vez más nutrido.

El resurgir del apoyo mutuo, el fomento de los espacios de autonomía, autorreconocimiento y pertenencia, los grupos de autogestores, investigaciones sobre participación de personas destinatarias como la que estamos desarrollando desde el observatorio, o procesos sostenidos de reflexión como el de EAPN, son solo algunas de las múltiples posibilidades el podemos barajar para este concreto.

Ser capaces de fomentar cada vez más una toma de decisiones consensuada, de romper con el saber estanco y con la competencia profesional exclusiva en los diagnósticos y diseños de procesos. De incorporar a las personas desde el diseño de los proyectos, fomentando también espacios en vacío sin prototipo previo que exijan la necesaria acción de todos y todas. Y, finalmente, también reforzar la participación más allá de las organizaciones, vinculándose con las comunidades de referencia y los espacios naturales en los que las personas desarrollan sus vidas.

¿En una época como la actual -COVID-19- en la que lo comunitario ha sido arrinconado dejando paso a otras formas de entender el trabajo socioeducativo, cómo podemos pensar otros formatos que incorporen de nuevo lo comunitario?

Creemos que el tiempo de pandemia ha sido un tiempo de un cierto “reverdecer” de propuestas nacidas de un impulso solidario, comprometido y espontaneo en muchas comunidades y barrios. Un impulso del que debemos aprender y que destapa la gran necesidad y fuerza de la ciudadanía, brindándonos un gran número de ejemplos de formatos innovadores vehiculados, sobre todo, desde la omnipresencia del mundo digital.

Sin embargo, también tenemos que decir que quizás este brotar que vivimos en las primeras semanas del confinamiento en muchas ocasiones no ha cristalizado en propuestas sostenidas. En no pocas ocasiones ha sido un reverdecer sin un riego posterior y ha supuesto la desaparición de la gran mayoría de estas iniciativas.

Contrariamente a este reverdecer comunitario, la emergencia sanitaria y la necesidad de mantener el distanciamiento social ha supuesto una gran dificultad para la ciudadanía en general, incrementando su afectación en colectivos vulnerables como los que atendemos. Ha habido otros pesos sociales. Se ha priorizado la salud, sobre todo, y la economía.

Aún estamos por ver las consecuencias de los problemas derivados de este distanciamiento, tanto durante el confinamiento como posteriormente, sobre todo en determinados colectivos vulnerables, que están emergiendo como problemas  psicológicos  sobrevenidos  o agravados,  conflictividad,  desatención,  pérdida  de  referentes…

En este sentido tenemos un verdadero reto. Visibilizar las consecuencias del distanciamiento social, en cuanto a todo lo que nos ha afectado como una pérdida de relaciones necesarias para nuestro desarrollo como personas y como sociedad, que se expresa en tantas situaciones de dolor y dificultad como estamos viviendo. Evidenciar estos aspectos, y hacerlo también enmarcando el tiempo de pandemia en una inercia que ya estábamos viviendo previamente a la emergencia pandémica, de disolución o fluidificación de los vínculos relacionales, evidentemente de una manera mucho menos abrupta. Paradójicamente, está situación puede ser una buena oportunidad para afirmar la necesidad de retramar los vínculos relacionales y comunitarios.

Frente a este reto, vemos importante la necesidad de reconceptualizar el concepto y significado de comunidad en una época en la que los cambios sociales están provocando grandes transformaciones en este sentido. ¿De qué hablamos hoy cuando hablamos de comunidad? ¿Cómo debemos adaptar nuestros  proyectos a las nuevas experiencias y dinámicas comunitarias?

Muy particularmente, debemos estar abiertos y atentos a la transformación vinculada a la digitalización de las dinámicas sociales, cómo este proceso reconfigura nuestros modos de relacionarnos como personas y como comunidades. Las dinámicas de transformación digital, entendidas como la incorporación de lógicas digitales transversales en nuestra forma de relacionarnos con los diferentes agentes desde la organización, van a ser claves en este sentido.

¿Qué papel podrán tener proyectos socioeducativos que incorporen la dimensión cultural y artística de los sujetos?

El ámbito de encuentro entre los proyectos socioeducativos y el mundo artístico y cultural es uno de los que más está creciendo tanto desde la perspectiva social de arte para la inclusión o la transformación social, como desde la perspectiva cultural, bajo términos como mediación cultural, artística o similares.

Para nosotras desde el observatorio ha sido un ámbito especialmente significativo sobre el que hemos incidido en varias propuestas tanto por lo significativo de este tipo de iniciativas, como por su riqueza y diversidad.[3]

En la actualidad lo podemos identificar como un espacio muy interesante, abierto, poco institucionalizado y con mucho recorrido. A pesar de que también, por su estar a caballo entre varias disciplinas, son, en no pocas ocasiones, propuestas de sostén precario, con dificultades de acceso a recursos y con difícil interlocución con el ámbito administrativo.

Uno de los elementos que más nos están llamando la atención de algunos de estos proyectos es su gran vinculación con procesos de retejer comunitario. Así, podemos encontrar varios proyectos de ámbito artístico-cultural que se están promocionando como propuestas de participación comunitaria. Una mirada especialmente fresca e innovadora, desde el punto de vista de las organizaciones del tercer sector social con amplia trayectoria en el ámbito de participación y activación comunitaria.

En este punto, creemos que es importante seguir ganando espacios de encuentro entre el ámbito social y artístico-cultural en los que poder identificar diferentes experiencias, conocerse mutuamente e ir articulando este espacio de sinergias para ser capaces de enriquecer los diferentes dispositivos y propuestas. Siendo capaces de conjugar el interés social junto con el desarrollo artístico y cultural. Y siendo también capaces de enriquecer las propuestas desde el aprendizaje de recorridos comunitarios de décadas con los que contamos desde varias organizaciones del sector. Y de dialogar y complementarse entre lógicas y saberes diferentes. Todo un reto y un mar de posibilidades.

[1] Herrero, Y. (2013). Miradas ecofeministas para transitar a un mundo justo y sostenible. Revista de Economía Crítica, 16, p.281

[2] En este ámbito podemos aportar también nuestra experiencia en el taller INVESTIGACIÓN Y COLABORACIÓN ENTRE LAS UNIVERSIDADES Y EL TERCER SECTOR SOCIAL DE EUSKADI, en el que encontramos un gran número de propuestas de investigación sumamente interesantes. Puede verse en:

[3] La “Factoría creativa” y la publicación ARTE PARA LA INCLUSIÓN Y LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL, disponible en: https://3seuskadi.eus/coleccion/arte-para-la-inclusion-y-la-transformacion-social-septiembre-2012/ . También,  el seminario VOLVIENDO AL ARTE COMO PROPUESTA, HERRAMIENTA Y MOTOR DE TRANSFORMACIÓN SOCIAL, disponible en: