Autor/a: Observatorio Vasco del Tercer Sector Social
Nº Breve: 03/2022

Claves identificadas en el Libro Blanco del TSSE 2020

 En el Libro Blanco del Tercer Sector Social de Euskadi de 2020, además de recoger los principales datos diagnósticos sobre el Tercer Sector Social de Euskadi (en adelante TSSE), abordamos los más destacados elementos de reflexión del sector en los distintos aspectos o dimensiones que lo componen y tratamos de identificar los principales retos que el sector tiene ante sí.

Junto con el análisis de los datos de 2019, el Libro Blanco de 2020 ofrece una radiografía clara del sector previa a la pandemia del covid-19 que irrumpió en marzo de 2020. Es por lo tanto un diagnóstico anterior a la crisis derivada de la pandemia. Sin embargo, las reflexiones que se pueden extraer de él, completados con otras reflexiones que hemos trabajado en otros informes[1], permiten identificar retos válidos para y compartidos por las organizaciones del TSSE.

En los breves anteriores se abordaron los retos relacionados con identidad y actividad de las organizaciones (I) y con las personas y los recursos económicos (II) de las organizaciones.  En éste nos ocuparemos de las herramientas de gestión y comunicación y de las relaciones externas e internas del sector.

Retos del TSSE en clave de herramientas de gestión y comunicación

Como ya apuntábamos en un breve anterior, uno de los retos que tienen ante sí las organizaciones, especialmente las de trayectoria histórica, es el relevo generacional: cómo vincular con la organización a las personas que se incorporan, y conseguir que se identifiquen con la misión y los valores de la misma. En este proceso es importante sostener la coherencia entre actividad y misión, vivir internamente lo que se propone socialmente. Y esto requiere planes y medidas concretas: de fomento de la igualdad, de gestión de la diversidad o de fortalecimiento de la perspectiva ética, por ejemplo.

El TSSE ha ido incorporando o creando herramientas de gestión y evaluación para fortalecer la coherencia (evaluación ética, valor total y valor añadido, cumplimiento de la misión….) y será importante seguir haciéndolo. Existen ya herramientas de medida de impacto (qué se hace, para quién, qué se consigue) y de valor económico (aportación al PIB, personas remuneradas). El reto es crear herramientas que permitan medir y evaluar elementos y valores propios del sector (solidaridad, apoyo mutuo, participación); estos reflejan su aportación social diferencial y no servirían como indicadores en otros sectores, puesto que son específicos de éste.  

Las organizaciones tienen ante sí el desafío de seguir desarrollando formas de comunicación eficaces con su base social, y con la ciudadanía en general, para avanzar en el reconocimiento social de su labor y aumentar su capital social. Una estrategia interesante sería adoptar una comunicación proactiva y no meramente reactiva (comunicar mensajes sobre sus servicios y fines sociales de manera anticipada), así como el desarrollo de otros planes o estrategias de comunicación.

También se ha de tener en cuenta el uso de herramientas digitales (redes sociales, boletines, páginas web, etc.) para el acercamiento a la sociedad, en un entorno cada vez más tecnológico y digitalizado. La transformación digital es un reto que las organizaciones han de afrontar, tanto en la comunicación como en la gestión e incluso en la intervención social con las personas destinatarias. Las organizaciones pueden explorar diferentes formas de alcanzar sus objetivos a través de estas herramientas, como se puso de manifiesto durante el confinamiento derivado de la covid-19. Esto podría requerir, entre otras cuestiones, la incorporación de perfiles profesionales con formación en nuevas tecnologías, desarrollo de competencias digitales e inversión en recursos.

Retos del TSSE en clave de relaciones externas

En una sociedad relacional como es la nuestra, el abordaje de las necesidades sociales implica a diversos agentes vinculados en colaboración. Las organizaciones del TSSE han avanzado en el fortalecimiento de relaciones con otros agentes sociales, públicos y privados, especialmente con movimientos sociales, universidades, administraciones públicas y empresas. El reto es mantener esta apertura participando en una red de relaciones fluida y diversa. Además, esta apertura conecta con el ODS 17 (creación de alianzas), en concreto con la meta de fomento y promoción de alianzas entre las esferas pública, privada y de la sociedad civil.

Además, las organizaciones del TSSE perciben que ha aumentado el apoyo de otros agentes sociales tal y como demuestran los datos comparativos del periodo 2014-2019: ha crecido notablemente los porcentajes de organizaciones que creen que el sector recibe bastante o mucho apoyo de las administraciones públicas.

Asimismo, esta apertura es una oportunidad para visibilizar el TSSE en otros ámbitos, para generar valor compartido y reforzarse como motor de transformación y agente social creíble con capacidad de interlocución.

Relaciones del sector

Entre 2015 y 2020 el TSEE ha avanzado en estructuración y vertebración. La Ley del 12/5/2016 del TSEE, y la Estrategia de promoción del TSSE, así como todo el recorrido de Sareen Sarea desde su puesta en marcha en 2014, han sido hitos fundamentales. En este marco, es evidente que las políticas públicas han contribuido a la estructuración del sector y que el TSSE se ha revelado como interlocutor necesario en las políticas sociales que persiguen el desarrollo de una sociedad más justa, inclusiva y solidaria. Es una perspectiva generalizada de las organizaciones la necesidad de que el tercer sector lidere la construcción de nuevos modelos de sociedad y la generación de políticas públicas.

 Este proceso de estructuración requiere también un fortalecimiento interno: profundizar en el sentido de pertenencia. Las organizaciones que pueden reconocerse en la definición del sector se vinculan a un proyecto común real y compartido. Sin embargo, hay otras organizaciones más próximas a los movimientos sociales que no se identifican con esa definición; es preciso seguir trabajando para encontrar el proyecto compartido en el que puedan reconocerse. El reto de la pertenencia y la identificación es especialmente significativo para las organizaciones jóvenes, que por su corto recorrido han centrado sus prioridades en otros asuntos y no se han integrado en la dinámica del sector.

Así, se plantea un reto de doble dimensión para las redes del TSSE: la participación en las propias redes (cómo se produce y dinamiza, cómo incorporar organizaciones) y la participación de las redes en la estructuración del sector (interlocución, equilibrio entre diferentes ámbitos de actuación, tipología de organizaciones…).

La estructuración del sector también ha de tener muy presente la realidad territorial de Euskadi, con diferentes modelos de gestión pública y de configuración de las organizaciones. Esta diversidad que se plasma a nivel territorial también existe en el TSSE entre organizaciones con diferentes tamaños, ámbitos de actuación, volumen de personas remuneradas, etc. Por ello será importante trabajar en modelos de colaboración que acojan la diversidad inherente al propio sector.

En este sentido, la estructuración del TSSE puede entenderse desde 3 niveles:

  • Estructuración de diferentes ámbitos: se trata de seguir tejiendo relaciones transversales entre organizaciones de ámbitos distintos (dirigidas a diferentes colectivos), en espacios formales e informales.
  • Estructuración de la diversidad: también será necesario fortalecer las relaciones entre organizaciones que difieren en tamaño, peso del voluntariado, volumen de ingresos o tipo de actividad (prestación de servicios, sensibilización o denuncia) apostando por la cooperación y la colaboración.
  • Estructuración territorial: la dimensión territorial es una oportunidad de crear alianzas entre las organizaciones que comparten la misma zona de actuación.

Todos estos procesos contribuyen a la arquitectura del sector y a la legitimación social del mismo, potenciando que el TSEE sea un interlocutor clave con el sector público, manteniendo su identidad específica, su autonomía y visión crítica de la realidad social. Es decir, un sector maduro, desarrollado y coordinado (con relaciones entre las organizaciones, buena comunicación con los grupos de interés, herramientas de gestión compartidas) adquiere una posición social que le permite ser reconocido como agente de interlocución y colaboración con el sector público, con su identidad y diferenciación.

 

[1] Nos referimos en concreto al informe El impacto del Covid-19 en las organizaciones del Tercer Sector Social de Euskadi. Primer Informe Abril 2020. En informe está disponible en: https://3seuskadi.eus/wp-content/uploads/Informe_COVID_19.pdf