Nº Breve: 05/2024
En el marco de las políticas sociales, se han ido desarrollando propuestas que ponen de relieve la necesidad de otorgar una función más determinante a la comunidad. En este marco, los servicios sociales de responsabilidad pública, tal como se recoge en el título I de la Ley 12/2008, de 5 de diciembre, de Servicios Sociales, están incorporando progresivamente el enfoque comunitario de atención con el fin de mejorar la atención en el entorno comunitario (proximidad, integralidad, continuidad, interdisciplinariedad, personalización, participación, enfoque preventivo, accesibilidad y respeto a los derechos de las personas usuarias) desde la cooperación entre instituciones (atención primaria y secundaria) mediante distintos instrumentos y prestaciones, el desarrollo de iniciativas o proyectos piloto, etc.
El proceso de intervención social comunitaria ha experimentado importantes transformaciones. En un inicio, comienza a desarrollarse desde espacios locales informales y desde los servicios sociales locales municipales para posteriormente, consolidarse como un modelo de atención del Sistema Vasco de Servicios Sociales.
En el Observatorio acabamos de publicar en nuestra web el informe “Prácticas y experiencias en modelo comunitario” que persigue realizar una identificación y recogida de prácticas y experiencias significativas que se adecuen a las características del modelo comunitario y del Marco europeo voluntario de calidad para los servicios sociales, a la vez que conecten con los valores y el valor añadido a la provisión de servicios llevado a cabo por las organizaciones del Tercer Sector Social de Euskadi (en adelante, TSSE). Este informe conecta además con la actuación número 7 de la Estrategia de Promoción del Tercer Sector Social de Euskadi que contempla el refuerzo e impulso del modelo comunitario de atención en las organizaciones del TSSE adecuando su intervención y gestión a dicho modelo y a otros estándares coherentes con el mismo.
A través de este breve queremos destacar las principales ideas del informe, que os invitamos a leer, poniendo el foco en los principios orientadores y elementos que componen el modelo de comunitario de atención y compartiendo algunos aprendizajes derivados del análisis de algunas experiencias significativas desarrolladas por organizaciones del TSSE.
INTRODUCCIÓN Y MARCO
En el contexto de crisis del Estado de Bienestar, se han ido desarrollando teorías y propuestas que ponen de relieve la necesidad de otorgar una función más determinante a la comunidad. En el contexto europeo cada vez es mayor el valor que se da a la función de la comunidad en los sistemas de bienestar para garantizar su sostenibilidad y adaptación a los cambios mencionados con anterioridad (Arrieta et al., 2018).
El modelo comunitario se configura por procesos desarrollados para hacer frente a situaciones o necesidades colectivas de una comunidad a través de la participación e implicación de los agentes a diferentes niveles –político, técnico y ciudadano-, aunque no haya necesidad de implicación de los tres niveles y de cada recurso de la comunidad (Gomá, 2018). Pueden nacer a través de iniciativa de la Administración Pública o de la ciudadanía, pero se deben impulsar y desarrollar por ambas, asumiendo cada una su papel en base a su responsabilidad. Todo ello debe sustentarse en la construcción de relaciones de respeto, confianza, diálogo, creatividad y aprendizaje, que permitan transformar y construir comunidades más inclusivas.
La calidad de la atención a las personas y sostenibilidad de los servicios y sistemas de atención requiere reforzar la atención comunitaria, así como el enfoque preventivo, estableciendo como objetivo principal aumentar la proporción de personas atendidas por las organizaciones y los sistemas públicos en su domicilio y/o en el que ha venido siendo su lugar de residencia habitual, al igual que lo prioriza la Estrategia Europa 2014-2020 y el Marco Europeo Voluntario de calidad para los servicios sociales (UE, 2010).
El proceso de intervención social comunitaria ha experimentado importantes transformaciones. En un inicio, comienza a desarrollarse desde espacios locales, tanto formales como informales, para posteriormente consolidarse como un modelo de atención del Sistema Vasco de Servicios Sociales. En la actualidad, el Tercer Sector Social, así como los Servicios Sociales tratan de converger de forma simultánea entre la intervención comunitaria y el desarrollo de servicios de atención personalizada (Jaraiz y Zugasti, 2011).
A raíz de la detección de nuevas necesidades y nuevos riesgos sociales en diversos ámbitos de protección social, las Administraciones Públicas han ido trabajando en la configuración de leyes que intenten responder a dichas necesidades sociales. En el contexto de Euskadi, el pilar normativo fundamental del modelo comunitario es la Ley 12/2008, de 5 de diciembre, de Servicios Sociales que formaliza un enfoque de atención basado en priorizar el mantenimiento de las personas en su entorno habitual y el derecho a la integración social con la máxima autonomía posible y a la participación activa en la comunidad. Algo que la ley establece con claridad y detalle en los artículos 6, 7 y 8.
ELEMENTOS DEL MODELO
El modelo definido en la Ley 12/2008 de Servicios Sociales se caracteriza por los siguientes elementos:
- PROXIMIDAD: Impulsando la atención en la comunidad, en el domicilio o en el que ha venido siendo su lugar de residencia habitual, de forma descentralizada, adecuando las prestaciones y servicios a las características de cada colectivo y territorio (comunidad), contando con su participación en el diseño, ejecución, seguimiento, evaluación y actualización de los servicios.
- INTEGRALIDAD: Mediante una articulación de servicios, adecuada a cada caso, valorando el grado de conexión o adecuación de un servicio con otras prestaciones y servicios que puede recibir una misma persona usuaria, y trabajando en red dentro y fuera de la organización, con la persona y su contexto. La conexión puede desbordar el ámbito de servicios sociales y abarcar diferentes sistemas públicos como los de educación, salud y servicios sociales, así como espacios de intersección entre los mismos como el sociosanitario. Algo que facilitan y despliegan organizaciones, como, por ejemplo, las conformadas por las propias personas con discapacidad intelectual y sus familias.
- CONTINUIDAD: Ofreciendo un continuo de atención a lo largo del tiempo e incluso de la vida, cuando resulte necesario.
- INTERDISCIPLINARIEDAD: Promoviendo el trabajo en equipo y la integración de las aportaciones de las diversas profesiones, a fin de garantizar el carácter integral de la atención prestada y la aplicación racional y eficiente de los recursos.
- PERSONALIZACIÓN: Mediante una planificación centrada en la persona y en sus relaciones, ofreciendo una atención ajustada a las necesidades particulares de la persona, familia y/o red de apoyo social, y basada en la evaluación integral de su situación, contando con su participación con el objeto de garantizar la coherencia y continuidad de los itinerarios de atención, incluyendo mecanismos de evaluación y revisión periódica que permitan verificar la adecuación del plan a la evolución de las necesidades de la persona.
- PARTICIPACIÓN: Empoderando a la persona usuaria e implicándolas en la decisión sobre las prestaciones y servicios más adecuados, siempre en el marco de la prescripción técnica, pero atendiendo al principio de autodeterminación en relación con la definición del propio proyecto de vida y los objetivos de la intervención.
- ENFOQUE PREVENTIVO: Desarrollando la capacidad de anticipación, de generación de hábitos, prácticas o conductas que preserven la salud, el bienestar y la autonomía de las personas, aplicando el análisis y a la prevención, de las causas estructurales que originan la exclusión o limitan el desarrollo de una vida autónoma.
- ACCESIBILIDAD UNIVERSAL Y DISEÑO PARA TODAS: Condición que deben cumplir los entornos, procesos, bienes, productos y servicios, así como los objetos, instrumentos, herramientas y dispositivos para ser comprensibles, utilizables y practicables por todas las personas en condiciones de seguridad y comodidad y de la forma más autónoma y natural posible.
- RESPETO A LOS DERECHOS DE LAS PERSONAS USUARIAS: En la Ley 12/2008, de 5 de diciembre, de Servicios Sociales, en su artículo 9, se establecen los derechos de las personas usuarias que deben ser garantizados en coherencia con la finalidad del sistema vasco de servicios sociales (art.6), los principios que lo informan (art.7) y el modelo de atención (art.8).
ALGUNOS RESULTADOS Y CONCLUSIONES
El informe ofrece una identificación de experiencias significativas de modelo comunitario que permitan analizar cómo se está desarrollando el modelo e identificar aprendizajes y/o líneas para seguir avanzando. Se utilizó para ello una metodología cualitativa desarrollada a través de diferentes técnicas: trabajo de documentación a través de fuentes secundarias (rastreo web) para la identificación y selección de experiencias en base a unos criterios establecidos (principalmente del Sistema Vasco de Servicios Sociales, que sean servicios de responsabilidad pública y preferentemente del ámbito municipal o foral), en contraste con Sareen Sarea y, entrevistas en profundidad a organizaciones del TSSE dirigidas a) entidades del ámbito de la discapacidad intelectual y del desarrollo por ser precursoras en desarrollo del modelo comunitario y b) a entidades de las contingencias de exclusión y dependencia cuyas experiencias han sido identificadas como significativas en este informe.
En este epígrafe se van a destacar las principales claves a tener en cuenta sobre el modelo comunitario de atención y los elementos que lo componen, a partir de la experiencia de entidades el TSSE que se ha analizado en el informe.
Tomando como punto de partida la construcción de lo comunitario, cabe destacar que el modelo comunitario no debe emerger exclusivamente de un proceso teórico sino de un proceso de reflexión, que va más allá de ser una metodología, convirtiéndose en cultura de la organización. El objetivo principal es demostrar que las personas pueden vivir y formar parte de cualquier espacio social fomentando su empoderamiento.
Una de las premisas principales es que sin transformación social no hay integración comunitaria, por tanto, el foco no debe estar centrado solamente en la persona sino en la sociedad en general. Y es esta dimensión social la que debe constituir el pilar central del modelo.
El modelo comunitario se estructura y se regula en lo macro –estrategias y políticas– pero centrando su atención en lo micro –ámbito local y comunitario– donde se observan los resultados, así como los procesos de cambio, estableciéndolos como indicadores de resultado.
Existe una opinión generalizada por parte de las entidades del TSSE informantes acerca de que la incorporación del modelo comunitario a la práctica de la intervención social no ha sido algo novedoso, sino que se cuenta con una larga trayectoria en su implementación, en algunas entidades incluso desde prácticamente su consolidación. Se trata por lo tanto de un modelo que parece estar imbricado en la práctica habitual de las organizaciones. Por otro lado, también se evidencia que es un modelo poco explicitado por éstas. De hecho, algunas organizaciones exponen que no se habían detenido a reflexionar en torno a la conexión que su método de intervención pudiera tener con el modelo comunitario.
La incorporación del modelo comunitario en las entidades sociales suele venir marcada por el hecho de colocar a la persona en el centro y como protagonista de su proceso, además de impulsar el acceso a los recursos y servicios de personas con diversidad de perfiles (personalización) y con necesidades y/o dificultades en diferentes y múltiples áreas (integralidad). Los elementos que conforman el modelo comunitario se identifican como elementos claves en este sentido porque favorecen no solo el acceso de dichos perfiles a los recursos, sino también la adherencia a los mismos y los procesos de inclusión social para los que los recursos constituyen apoyos.
La proximidad no implica sólo la desconcentración de servicios y centros (mapas), sino que se consigue a través de la realización de un buen análisis de las características y costumbres del entorno, la activación del voluntariado y la creación de perfiles comunitarios específicos a través de la implicación de diferentes perfiles (asociaciones de comerciantes, figuras de instituciones religiosas, profesionales farmacéuticos, vecinos, asociaciones…), el mapeo de recursos y/o servicios de la zona, el fomento de la intervención domiciliaria y en el entorno de la persona.
En cuanto a la integralidad e interdisciplinariedad, se trabajan principalmente componiendo equipos con distintos perfiles profesionales, pero que cuenten siempre con una figura de referencia, así como de herramientas comunes, favorece que la persona destinataria pueda contar con los apoyos necesarios para desarrollar su proceso. Este modelo aboga por la progresiva incorporación de perfiles “no estrictamente sociales” (tecnólogos, farmacéuticos, arquitectos…) a los proyectos comunitarios, precisamente por esta visión de integralidad de los procesos que se torna cada vez más necesaria por la naturaleza cada vez más compleja y plural de las situaciones a afrontar, así como por la diversidad de perfiles y la cronicidad de las problemáticas sociales.
En relación con la continuidad, desde el TSSE se es consciente de que el tiempo de intervención en la mayoría de las casuísticas es limitado y que, por tanto, resulta fundamental la creación y/o activación de la red natural de la persona para favorecer la adherencia a la comunidad que siempre permanece. Así como anticiparse a los cambios biopsicosociales para poder identificar alternativas.
Las entidades desarrollan la personalización a través de la realización de los diferentes planes de atención individualizados en los que la persona participa de forma activa, favoreciendo así, la comprensión e implicación a través de lectura fácil, pictogramas… Una buena práctica identificada en las experiencias recogidas, cada vez más habitual en el ámbito de la dependencia, consiste en iniciar la intervención lo antes posible, de modo que se pueda contar con un margen suficiente para conocer a la persona destinataria (gustos, intereses…). Así, se pretende establecer un plan previo de atención que permita, ante posibles incapacidades futuras de la propia persona destinataria, incorporar a su familia en el proceso de intervención.
Respecto a la participación, las entidades informantes afirman que, a pesar de que la participación es uno de los elementos en los que mayor incidencia se hace, es uno de los más complejos de desarrollar por diversas razones. En el caso de las personas mayores en situación o riesgo de dependencia las entidades perciben que la participación más activa en el colectivo es por parte de personas con mayor nivel académico, nivel económico medio-alto y con una trayectoria de participación social extensa, mientras que la participación de las personas en situación de vulnerabilidad es menor y de carácter puntual. En el caso de las personas en exclusión social, la intervención, así como los esfuerzos de la persona destinataria están centrados en cubrir las necesidades fisiológicas, de protección y de seguridad, relegando a un segundo plano las necesidades de pertenencia, valoración y autorrealización por percibirse como necesidades menos inmediatas.
El hecho de establecer un enfoque preventivo posee ventajas en numerosos aspectos debido a que permite a los equipos profesionales anticiparse a situaciones de mayor complejidad y disminuye el riesgo de que determinadas situaciones sociales se cronifiquen. A su vez, se identifica como una buena práctica involucrar y formar a diferentes sectores en la labor de detección (comercios del barrio, farmacias…). Esto se traduciría en menor gasto sanitario y social, lo que contribuye a un SVSS más eficiente y una mejor distribución del gasto en las entidades que componen el TSSE.
Respecto a los aprendizajes obtenidos acerca del modelo comunitario, resulta fundamental generar espacios de encuentro y participación. Sin embargo, se debe dotar de contenido y objetivos a dichos espacios y ofrecer un soporte profesional a los mismos. Además, se señala que la integración debe ser un proceso bidireccional en el que tanto las personas destinatarias de los recursos y servicios, así como la comunidad en general se deben adaptar mutuamente.
Mientras que algunas entidades favorecen y establecen como objetivo estratégico el conocimiento previo de los servicios y/o programas implementados en la comunidad para conseguir así no solo la aceptación sino la implicación de la misma, otras optan por la naturalidad y la normalización de los mismos favoreciendo el conocimiento mutuo a través de la propia convivencia.
Las experiencias analizadas se ceñían a las contingencias de exclusión y dependencia, y entre ellas se han identificado diferencias en los diversos elementos que componen el modelo comunitario. A la hora de iniciar los procesos de intervención, independientemente de su intensidad, se observan dos diferencias significativas.
Por un lado, resulta común que las personas en situación o riesgo de dependencia dependientes cuenten en mayor o menor medida con el apoyo y respaldo de su entorno de referencia, mientras que las personas en situación o riesgo de exclusión social se encuentren más desprotegidas y cuentan con una red social más escasa y/o deteriorada o en su defecto, inexistente.
Por otro lado, la exclusión social es más sencilla de detectar debido a que se basa en la acumulación de carencias en diferentes ámbitos de la vida de la persona y algunas de esas carencias resultan más objetivables: vivienda precaria o carencia de la misma, escasos ingresos económicos, incapacidad de cobertura de necesidades básicas, ausencia de participación social, entre otras. Sin embargo, en el caso de las personas mayores en situación o riesgo de dependencia son más habituales las situaciones de aislamiento social, soledad no deseada, fragilidad social…, aspectos que resultan más complejos de detectar y visibilizar debido a que pertenecen a una esfera más privada.
Un aspecto que dificulta la participación son los estereotipos y los prejuicios acerca de ambos colectivos, añadiendo en el caso de las personas en situación o riesgo de exclusión los efectos que el autoestigma o la estigmatización social producen en su voluntad de participación en procesos comunitarios.
Atendiendo a la perspectiva de género, resulta fundamental realizar algunas propuestas que inviten a repensar los recursos de ambas contingencias desde dicha perspectiva, como desarrollar acciones de visibilización y reivindicación del papel de las mujeres en el cuidado familiar y fomentar la corresponsabilidad; proporcionar formación a las y los profesionales respecto a los factores sociales, culturales y demográficos que influyen en los procesos de intervención de las mujeres; mejorar los mecanismos de detección de situaciones de riesgo y/o vulnerabilidad; prestar especial atención a variables específicas como la ubicación geográfica y vivienda…
En el informe que está disponible en la web del Observatorio podéis encontrar estas ideas más desarrolladas, así como un análisis más profundo de la visión general del modelo y de cada uno de los elementos que lo componen, los agentes que están involucrados o las cuestiones que se pueden impulsar para seguir desarrollando el modelo comunitario de atención, entre otras.
REFERENCIAS
Arrieta, F., Izagirre, A., Segú, M., y Zuñiga, M. (2018). La comunidad al rescate: algunas reflexiones sobre las políticas estatales de activación comunitaria en Europa. Zerbitzuan (65).
Euskadi. Ley 12 de 2008, de 5 de dicembre, de Servicios Sociales. Boletín Oficial del País Vasco, 246, de 24 de diciembre de 2008, 31840 a 31924. Disponible en: https://www.euskadi.eus/bopv2/datos/2008/12/0807143a.pdf
Gobierno Vasco (2018). Estrategia de promoción del Tercer Sector Social de Euskadi. Disponible en: https://www.euskadi.eus/contenidos/noticia/xiileg_planes_departamentales/es_def/ESTRATEGIA-DE-PROMOCION-DEL-TERCER-SECTOR-SOCIAL-DE-EUSKADI.pdf
Gomá, R. (2018) La acción comunitaria: transformación social y construcción de ciudadanía. RES: Revista de Educación Social, 7.
Jaraíz, G. y Zugasti, N. (2021). Proximidad e intervención social profesional. Una mirada desde los servicios sociales de proximidad. Cuadernos de Relaciones Laborales, 39(2), 239-258.
Unión Europea (8 de octubre de 2010). Comité de Protección Social. Un marco europeo voluntario de calidad de los servicios sociales. Disponible en: https://data.consilium.europa.eu/doc/document/ST-16319-2010-REV-1/es/pdf