Autor/a: Observatorio Vasco del Tercer Sector Social
Nº Breve: 08/2022

Seremos compatriotas y contemporáneos

de todos los que tengan voluntad de belleza y voluntad de justicia (Eduardo Galeano)

 

La preocupación por el cambio climático está en el aire (y en la tierra, y en el agua, y en el fuego). Oímos hablar del tema y experimentamos sus efectos. ¿Qué está ocurriendo, y cómo está afectando al tercer sector social?

Es sabido que la crisis climática y sus efectos sociales son especialmente agresivos para las personas en situación de pobreza, desigualdad y vulnerabilidad. Pero no sólo tendrá impacto en las personas en exclusión o pobreza; la convivencia, la democracia y los derechos humanos están amenazados en todo el planeta. Ante la escasez de recursos y la situación de desigualdad global, las previsiones apuntan a un deterioro del modelo social en un futuro próximo (algo que afectará a los niños y niñas de hoy). El paradigma de crecimiento sin límites (también llamado crecentismo) se revela insostenible y nos pide otros modelos de actuación, otra cultura, otro sistema de producción y de valores (y sin duda con mirada global). Se requiere una alianza entre distintos agentes y un trabajo político conjunto, en el que la ciudadanía tendrá un papel destacado. Pasar a un modelo de desarrollo sostenible implica una reformulación económica, social y ambiental: la lucha contra la pobreza y el hambre tendrá que ir de la mano de la defensa de los derechos humanos, el empoderamiento de las mujeres, la reducción de la desigualdad y el abandono de patrones de producción y consumo insostenibles.

En junio del 2022 la Plataforma del Tercer Sector se encuentra con varias organizaciones ecologistas y reafirman su colaboración para luchar contra la emergencia social y climática[1]. Previamente la Plataforma del Tercer Sector se había declarado públicamente comprometida con el enfoque ecosocial[2]. Este acuerdo visibiliza la necesidad de acción conjunta para el abordaje de la crisis global, con un enfoque ecosocial, que pone en el centro a las personas y al planeta. Se plantea que es urgente un cambio de paradigma que ponga en el centro de la actividad humana la sostenibilidad de la vida (de todas las formas de vida) para un futuro común, inclusivo y equitativo.

Desde esta mirada ecosocial, esbozaremos algunas líneas de análisis que nos ayuden a entender cuál es nuestro problema como humanidad (la crisis civilizatoria en que nos encontramos) y qué papel tiene en ella el Tercer Sector Social.

¿En qué nos afecta el cambio climático y cómo altera el orden político y social? (U. Beck[3])

Las transformaciones que se están produciendo abarcan tanto los espacios geográficos como los espacios sociales. Ulrich Beck describe así lo que ocurre en relación al cambio climático en el mundo:

-Nuevos paisajes de desigualdad: la alteración de los ecosistemas transforma la geografía con criterios que no son las fronteras nacionales, sino otros como la presencia o ausencia de agua y la elevación del nivel del mar.

-La sensación existencial de amenaza  y las experiencias catastróficas derivadas del cambio climático producen una conmoción antropológica. Hay una huella en la conciencia de la humanidad, sea por haber experimentado los efectos de desastres naturales o por la posibilidad de vivirlos. Esta situación de vulnerabilidad colectiva abre la posibilidad de una catarsis social: si hay un trabajo cultural apropiado podemos desembocar en una responsabilidad civil colectiva. Podemos llegar a entender que es asunto común afrontar el problema común y cómo desde él se definen nuevas formas de estar, oír, ver, y actuar. Nuevas formas de vida.

-Esto requiere, en primer lugar, superar los marcos de referencia nacionales. La actual estructura de poder, según U. Beck, es imperialista: en la sociedad global, las personas que toman las decisiones (y crean peligro) no son las mismas que sufren los efectos de esas decisiones (y del peligro).  Esta diferencia está situada en un patrón colonial. Así, la amenaza climática no afecta a todas  las personas de la misma manera: algunas están más amenazadas que otras (injusticia medioambiental). Abordar esta desigualdad (y abordar el cambio climático) requiere de una visión cosmopolita y de una colaboración también cosmopolita. Los Estados que solo contemplan su propia situación frenan la colaboración a escala mundial (y esto hace que las instituciones mundiales no tengan eficacia política).

-No obstante, el cambio climático está produciendo un cambio profundo en la humanidad. En las normas, leyes, política, economía, en las formas de vida. Un cambio no deliberado, ni revolucionario, sino a través de experiencias cotidianas tanto como a través de transformaciones institucionales. Hacernos cargo de este cambio es urgente, moralmente imperativo y políticamente posible (en el derecho, la economía, la política, las prácticas tecnológicas, el consumo, el estilo de vida). Es un cambio que abre posibilidades y que puede orientarse desde la colaboración hacia la justicia y la responsabilidad compartida. Requiere, eso sí, abandonar la dicotomía  “nosotros/ellos” y reconocer que el sujeto de acción es la humanidad, en el contexto del mundo.

¿Nos estamos preparando para ello?

Quizá estos análisis de grandes palabras o de afirmaciones tan genéricas se nos hagan lejanos y remotos. Podemos asentir a todo sin que realmente estemos entendiendo de qué se trata. Pero, a pesar de la perplejidad que produce este mundo tan complejo, hay posibilidades de pasar  a la acción.  Diversos grupos, movimientos, organizaciones y corrientes (economía social, ecologismo, feminismo, solidaridad, cooperación internacional, agroecología…) vienen explorando miradas y prácticas alternativas en respuesta a la urgencia de esta situación. Formas de ver y de hacer diversas que toman en cuenta saberes tradicionales, de nuestra cultura o de otras. Que abordan la doble dimensión local y global, con criterios de  cooperación, reciprocidad y apoyo mutuo, de defensa de la vida, de sostenibilidad y equidad. Fórmulas de transición, adaptación y vida alternativa recuperando la relación con la tierra.

La propuesta de los ODS también pretende ofrecer una alternativa, desde la perspectiva institucional y de agenda política, considerando este problema como un asunto global y de responsabilidad global[4]. Respecto a la reflexión que nos ocupa, señalamos la importancia de considerar la relación entre los tres tipos de desarrollo (social, ambiental y económico) y de preguntarnos desde una visión integrada de todos los ODS qué procesos podemos poner en marcha.

Y en el tercer sector social ¿dónde estamos respecto a este tema? ¿Qué avances se han producido en el Tercer Sector Social de Euskadi?

En el año 2017 el Observatorio convocó un seminario sobre decrecimiento, feminismo y ecología, y en él se aportaron reflexiones, inquietudes, contradicciones, buenas prácticas y preguntas importantes para las organizaciones del Tercer Sector social[5]. Es el momento de preguntarnos si hemos avanzado en ello, y qué dificultades nos estamos encontrando. En este breve nos planteamos recordar los principios de la ética ecosocial, una mirada necesaria para remodelar las relaciones económicas, los modos de producción y consumo, el papel de la ciudadanía y la centralidad del cuidado.

-¿Qué nos ofrece la ética ecosocial? Algunos elementos para reflexionar[6]

La crisis civilizatoria actual está produciendo tantos y tales cambios que hasta podría considerarse un cambio de era geológica (el Antropoceno), ya que las actividades humanas dejan huella en los estratos geológicos (dióxido de carbono, residuos nucleares o de actividad industrial pesada y  microplásticos que quedan fijados en los sedimentos terrestres). Tenga o no estatus de era, esta época se caracteriza por el antropocentrismo: la cosmovisión que considera a la especie homo sapiens superior a otras y con derecho a dominar sobre la naturaleza y sobre las demás especies. Desde esta cosmovisión los elementos de la biosfera tienen valor en tanto sirvan a las necesidades humanas (y este valor se mide en dinero). El modelo económico que avala esta cosmovisión es el capitalismo, centrado en la propiedad privada de los medios de producción, en el capital como generador de riqueza y la participación en dicha riqueza a través del mercado. Para ello se aprovechan los recursos naturales, considerados bienes comunes. Los problemas ecológicos generados por esta actividad pretenden resolverse por vías tecnológicas, actuales o futuras.

En cuanto al sistema de valores que acredita este poder, se ha denominado heteropatriarcado. Este declara la autoridad masculina sobre el género femenino en la dimensión familiar, social, pública y política. La fuerza productiva y reproductiva de las mujeres es absorbida y se sostiene a través de la opresión y la violencia de género. La naturaleza y la mujer quedan invisibilizadas en la economía de mercado, y el centro del mundo se define en torno al ser humano blanco, occidental, heterosexual, varón y adulto.

La ideología política que sostiene esta sinergia entre capitalismo y patriarcado es el liberalismo político (apoyado en el estado, el patriarcado y la propiedad privada).

En el antropocentrismo el progreso se identifica con la acumulación de bienes y el crecimiento económico, tomando el planeta como fuente de recursos (sin tener en cuenta sus límites). Se valora el modo de vida urbano, se favorece una visión compartimentada de la realidad y de la vida, y se toman decisiones en presente sin valorar sus consecuencias futuras. La resolución de conflictos se establece sobre la violencia más que sobre el diálogo (responsabilidad, acuerdos, compromisos).

El antropocentrismo ha desembocado en una crisis que desequilibra nuestro modo de estar en el mundo con los demás seres, humanos y no humanos. Esta crisis amenaza con el colapso ecológico y social. Ante ella se plantea una ética ecosocial, que tome en cuenta los orígenes del problema y que atienda tanto a la existencia de los seres humanos como al resto de seres vivos del planeta.

 ¿Qué nos pide una ética ecosocial?

Para cultivar una ética ecosocial necesitaremos abandonar los valores antropocéntricos (individualismo, acaparamiento de bienes, androcentrismo, violencia), recuperar valores perdidos (austeridad, solidaridad, hospitalidad) y crear otros nuevos (participación, empoderamiento, conexión, sororidad…). Aquellos que nos permitan transformar el modelo de sociedad en otro que mantenga la vida, la justicia y la solidaridad; cambiar el paradigma económico; y abandonar el patriarcado.

El ser humano es interdependiente y ecodependiente. Estos dos principios son fundamentales en la ética ecosocial. Vienen de la mano del ecofeminismo y nos recuerdan que los seres humanos dependemos de la naturaleza (de ella recibimos todo lo necesario: alimento, agua, aire, energía, abrigo, disfrute) y de otros seres humanos. Nuestra vida se sostiene gracias al medio natural y hemos de respetar las leyes de la biosfera para poder seguir viviendo. Y al mismo tiempo necesitamos cuidados y comunidad, a lo largo de todas nuestras etapas vitales. Los seres humanos somos comunitarios y hemos de aunar nuestros intereses a los de otros seres vivos para poder continuar existiendo. El individuo independiente es una ilusión que solo puede sostenerse con un esfuerzo violento; somos seres de necesidad y de relación de principio a fin de nuestra vida.

Así, la ética ecosocial puede constituir un proyecto global para la integración del ser humano en el universo (tomando en cuenta su relación con otros seres vivos y con la biosfera) y nos ofrece la vida como valor máximo (lo que ha de estar en el centro de las decisiones y de las deliberaciones). Todas las formas de vida requieren reciprocidad y cuidado.

La VIDA queda así como centro de la sostenibilidad. Lo que hay que sostener es la vida, no el modelo de desarrollo. Esto implica tener en cuenta los límites de la biosfera, y ajustar  a ello actitudes y comportamientos individuales y sociales.

Pero además de las actitudes personales y comunitarias, la ética ecosocial se ubica en un marco de justicia social: propone la distribución equitativa y democrática de bienes y servicios. Es, pues, un imperativo humanista con consecuencias políticas. Es una ética para la acción (una manera de ser, saber, vivir y actuar), en proceso dinámico y abierto, en construcción permanente.

Está claro que este planteamiento es un reto difícil. Requiere cuestionar los núcleos de la cultura predominante, objetar los modelos sociales (los imaginarios y sistemas de valor) que llevarían al colapso. Y esto implica remodelar las formas de organización social para provocar transformaciones no superficiales. Deshacer y rehacer, desaprender y reaprender, deconstruir y reconstruir. Incomodarnos.

Esta ética desemboca en una educación: educación ecosocial, ecociudadana, para personas que construyan un mundo mejor y disfruten en el proceso. Una educación que no se limite a ser científica y tecnológica, sino que desarrolle una conciencia ciudadana, activa, participativa, creativa y movilizadora para la transformación de la realidad. Supone aprender a vivir en un mundo de enorme complejidad (social, económica y tecnológica) y extensión (planetaria), y preparar a las próximas generaciones para vivir en él.

¿Qué podemos plantearnos en el Tercer Sector Social desde la mirada ecosocial?

En primer lugar, permitirnos tomar conciencia profunda del problema global que representa la intervención humana en el mundo, y la responsabilidad de hacernos cargo del impacto de nuestro modo de vida. Lo primero es preguntarnos honestamente  sobre los modos en que nuestro trabajo, nuestra forma de organización, nuestras creencias y nuestra forma de consumo inciden sobre este problema. Y buscar respuestas propias tomando en cuenta alternativas y criterios ya existentes. Así pues, haremos preguntas. Preguntas para invitar a la reflexión y a la revisión. Porque además de ecogestos, de actividades puntuales o iniciativas aisladas, podemos plantearnos transformaciones estructurales para una adaptación profunda (J. Bendell[7]).

El trabajo cultural sobre los valores es indispensable en este proceso. Las cosmovisiones, la comprensión del mundo, se modifican. Desde el tercer sector social podemos seguir incidiendo en una cultura que se ajuste a los cambios del mundo:

-Revisar si estamos manteniendo un paradigma antropocéntrico: ¿consideramos nuestra cultura y modo de vida como referencia y centro del mundo (el modelo al que han de adaptarse los que llamamos excluidos)? ¿Tenemos una visión compartimentada de la realidad, de la vida, de la intervención social, de la exclusión? ¿Consideramos que la Tierra y sus bienes están a nuestra disposición y no tomamos en cuenta sus límites? ¿Pensamos en hoy y no en las generaciones futuras? ¿Decidimos de manera autoritaria y jerárquica en vez de dialogal y consensuada?

Ciudadanía global: los miembros de la especie humana tenemos un destino común y afrontamos problemas comunes. Las decisiones que tomamos han de incluir los efectos y consecuencias en toda la humanidad (presente y futura). ¿Estamos abordando nuestra tarea como miembros de la ciudadanía global? ¿Qué implica considerarnos así? ¿Somos conscientes de que nuestra cotidianidad se sostiene en la desigualdad global?

En relación con la identidad planetaria y el destino común está la práctica de la hospitalidad. Recuperar la cultura de la hospitalidad en la casa común que es el mundo.  Desde una visión cosmopolita (la solución a nuestros problemas solo puede ser global) surge naturalmente la hospitalidad como consecuencia. ¿Nos hemos preparado para ser hospitalarios, o para desconfiar de lo diferente? ¿Crecemos en interculturalidad y en diversidad?

-Trabajar en grupo, en comunidad, en red. Para ello, necesitamos fortalecer las formas de cooperación actualmente existentes; para  tener una sociedad viable hará falta una trama de igualdad muy bien establecida. La acción colectiva es ineludible, porque el problema es colectivo: las respuestas individuales suman, pero no cubren la necesidad de cambios estructurales. ¿Hasta qué punto somos capaces de trabajar en red y de desprendernos de la actitud competitiva? ¿Conocemos los proyectos en nuestro entorno local, las comunidades energéticas, los municipios en transición? ¿Sumamos nuestra tarea a redes mayores?

-Los derechos humanos, la justicia social y la democracia como guías. Esto implica educación, ejercicio y defensa de los derechos por parte de la ciudadanía y de las instituciones. ¿Estamos trabajando en defensa de o con conciencia de derechos humanos? ¿Conocemos experiencias de defensores y defensoras de derechos humanos en otros lugares del mundo?

-El ser humano es vulnerable, ecodependiente e interdependiente. Cada ser humano. El cuidado nos es necesario a lo largo de toda la vida. Las organizaciones han de revisar su identidad y acción desde este paradigma: es la vida lo que ha de estar en el centro de las decisiones.[8] ¿Es la vida y su cuidado el centro de nuestra acción? Nuestra organización ¿se parece a una máquina que funciona, o a un organismo que vive? Recordamos aquí la insistencia ecofeminista en la sostenibilidad de la vida: sostener la vida es una tarea que nos corresponde por igual a hombres y mujeres, en comunidad y de manera institucional. La vida es frágil y necesita ser cuidada y respetada, junto con la del resto de los seres. ¿Cómo podemos orientar nuestra tarea como organizaciones de la sociedad civil desde este criterio? ¿Qué proyectos podemos generar desde este objetivo? ¿Y cómo podemos repartir las responsabilidades (por ejemplo los cuidados), además de los recursos, desde una lógica de igualdad y justicia, no de mercado? ¿A qué tipo de reparto contribuye nuestra organización y nuestra intervención?

-Renuncia y suficiencia: si nuestro modo de vida nos ha llevado a la crisis, para mantener lo que de verdad queremos quizá debamos abandonar expectativas, formas de producción, hábitos, actividades, creencias. Renunciar a ellas voluntariamente de manera organizada puede permitirnos autonomía y aprendizaje. Las prácticas cotidianas y los hábitos de consumo pueden orientarse desde un horizonte humanista no antropocéntrico. Pertenecemos al mundo, pero no es nuestro. ¿Cómo cambian nuestras acciones cotidianas si nos tomamos en serio esta afirmación?. ¿Cómo podemos vivir de manera más ajustada a la realidad de un planeta con límites? ¿Es responsable nuestro consumo? ¿Conocemos opciones de consumo responsable y alternativo? ¿A qué podemos renunciar, de qué podemos prescindir en nuestra práctica organizacional  para ajustarnos a un mundo materialmente limitado? ¿Qué podemos simplificar? ¿De qué podemos prescindir?

Se trata de vivir con lo suficiente para satisfacer nuestras necesidades, de manera ajustada a lo que hay. El principio de suficiencia es un derecho (para las personas que no tienen lo suficiente) y una obligación (para las que tienen más de lo que les corresponde). ¿Qué organización social podemos construir para colaborar con este principio?

Resiliencia: la resiliencia es la capacidad para adaptarnos al cambio manteniendo comportamientos que consideramos valiosos. La capacidad de crear condiciones para hacer posible la vida (y la vida buena) en situaciones de incertidumbre. ¿Qué es lo que consideramos que queremos mantener y transmitir en nuestras organizaciones, pase lo que pase? ¿A qué no estamos dispuestos a renunciar? ¿Y qué podemos aportar para las necesidades de adaptación colectiva en economía, transporte, usos del espacio…? ¿Cómo nos vamos a ajustar al inevitable decrecimiento de la esfera material de la economía? ¿Cómo podemos pensar en nuestros proyectos en un contexto decreciente y de cambio climático?

-Restauración: ¿qué podemos recuperar y devolver a la tierra que nos ayude? ¿Qué materiales, prácticas, espacios, formas de vínculo, criterios, hemos dejado atrás y creemos que son importantes y rescatables? ¿Cómo podemos recuperar un contacto real con la tierra, con la responsabilidad de cuidarla? ¿Qué podemos hacer para crear espacios vivos?  ¿Tenemos organizaciones vivas, vivibles y cuidadoras, en las que haya espacios para los seres vivos?

-Reconciliación: ¿con qué o con quién necesitamos ponernos en paz? Los conflictos, la falta de acceso a la justicia y la debilidad de las instituciones  siguen siendo una amenaza, como nos recuerda el ODS 16. En el plan de las relaciones organizacionales, resolver conflictos vitales o relacionales fortalece las instituciones y permite actuar con serenidad en los momentos críticos. Una preocupación importante es el posible impacto de deterioro social que pueda producirse en una situación de gran incertidumbre o emergencia. ¿Podemos prepararnos para sostener situaciones de tensión de manera equilibrada?. ¿Tenemos conflictos sin resolver al interior de nuestras organizaciones? ¿Podemos abordarlos de una manera pacífica y colaborativa? ¿Cultivamos la comunicación no violenta, la escucha activa, la compasión y la tolerancia?

-Recordar e integrar nuestra propia naturaleza. Yayo Herrero nos recuerda en Los cinco elementos[9] que somos agua, aire, fuego, tierra y vida. Elaborar una nueva cultura de la Tierra (y, en consecuencia, una ciencia, una economía, una política y un modo de vida sostenibles) nos pide en primer lugar recordar y respetar lo que somos. Somos seres vivos en red y en ecosistema con otros seres vivos. ¿Tenemos conciencia de que somos seres vivos en comunidad de intereses con otros seres vivos (de nuestra especie y de otras especies)?. Esta conciencia nos permitiría una sabiduría de pertenencia. Jordi Pigem nos recuerda en Así habla la tierra[10] que “si el conocimiento que tenemos lo utilizáramos de manera racional y bondadosa, podríamos tener una relación más sana con el resto de la humanidad y los ecosistemas”. Este conocimiento nos da la posibilidad de reconocernos como parte de algo común, pertenecientes a un mismo mundo y a una misma conciencia (no somos átomos aislados chocando unos contra otros). Somos partes de una red formada por tierra, plantas, bacterias y luz, y podemos compartir  “horizontes de deseo compatibles con los límites físicos del planeta y la justicia[11]. ¿Nos sentimos parte de la Tierra?

Finalmente añadimos referencias para investigar o inspirar:

[1] https://plataformavoluntariado.org/el-tercer-sector-se-une-para-abordar-la-emergencia-social-y-climatica/

[2] Pronunciamiento de la Plataforma del Tercer Sector por los objetivos del planeta, 2019. http://www.plataformatercersector.es/sites/default/files/PRONUNCIAMIENTO%20DE%20LA%20PLATAFORMA%20DEL%20TERCER%20SECTOR%20COP25_0.pdf

[3] U. Beck, La metamorfosis del mundo, Paidós 2017

[4] Para una versión detallada de los ODS y cómo contribuir a las metas comunes y sectoriales que les corresponden, se puede consultar el documento “Guía práctica para las organizaciones vascas”, editado por Gobierno Vasco. https://bideoak2.euskadi.eus/2020/11/24/news_65067/GU%C3%8DA_PR%C3%81CTICA_PARA_ORGANIZACIONES_VASCAS.pdf

[5] https://3seuskadi.eus/breve/feminismo-ecologia-y-decrecimiento-nuevas-logicas-y-nuevos-saberes-para-generar-nuevos-modelos-de-sociedad/

[6] Seguimos aquí a Jose Manuel Gutiérrez Bastida en Antropoceno: tiempo para la ética ecosocial y la educación ciudadana, en RES, número 28, enero-junio de 2019. https://eduso.net/res/revista/28/el-tema/antropoceno-tiempo-para-la-etica-ecosocial-y-la-educacion-ecociudadana

[7] J. Bendell, Adaptación profunda: un mapa para navegar por la tragedia climática, IFLAS Occasional paper 2, 2018.  http://lifeworth.com/DeepAdaptation-es.pdf

[8]

[9] Yayo Herrero, Los cinco elementos, Arcadia 2021

[10] Jordi Pigem, Así habla la tierra, Kairós 2022

[11] Los cinco elementos, pag.16