Autor/a: Observatorio Vasco del Tercer Sector Social
Nº Breve: 11/2022

La mesa de diálogo intergeneracional: “Legado y relevo generacional en el Tercer Sector Social de Euskadi” se ha presentado, junto con el Barómetro de 2021, en Artium (Vitoria-Gasteiz), el 15 de diciembre de 2022, en una jornada en la que han participado la consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno Vasco, Beatriz Artolazabal, y el equipo del Observatorio, presentando los principales datos del Barómetro 2021, que ya está disponible en la web del Observatorio. También tenéis disponible la grabación de toda la jornada.

A través de este breve queremos invitaros a conocer las principales reflexiones de la mesa de diálogo intergeneracional y algunas claves en relación al reto del relevo generacional en el TSSE. Queremos dar las gracias a las seis personas que participaron en el diálogo y que generosamente compartieron su recorrido, su visión y sus reflexiones.

¿Por qué es importante hablar de relevo generacional?

 “Queda futuro porque aún queda mucho por construir”

Son diversos los retos que el Tercer Sector Social de Euskadi (en adelante, TSSE) tiene ante sí en clave de preservar su diversidad, mantener la coherencia o generar respuestas sociales. Uno de ellos, que viene preocupando desde hace tiempo, es el reto del relevo generacional: ¿qué personas se están incorporando a las organizaciones del TSSE? ¿qué sector se están encontrando? ¿qué elementos identitarios es fundamental mantener y transmitir?

Muchas personas que iniciaron, impulsaron y sostuvieron la consolidación del TSSE se preguntan qué ocurrirá ahora que se retiran, quién asumirá los roles que dejan, cómo seguirá el sector su andadura, qué quedará de los valores que movilizaron e inspiraron a una generación creativa, luchadora y comprometida. El sector va cambiando a medida que la sociedad cambia, pero hay un núcleo de identidad que sigue atravesando el sector y que constituye su valor añadido. Este es el legado que importa transmitir, y que las generaciones mayores esperan que siga convocando a las jóvenes.

La “retirada” de una generación de personas profesionales y voluntarias que estuvieron en los inicios de las organizaciones deja un “hueco” que nuevas generaciones tienen que llenar. Sin embargo, las organizaciones constatan que es difícil abordar ese relevo, especialmente el de las personas que asumen responsabilidades de dirección y gestión. Además, es importante repensar este relevo desde la perspectiva de la incorporación de las nuevas generaciones con nuevas lógicas y formas de hacer y en relación con los procesos de cohesión, pertenencia, participación o distribución de responsabilidades dentro de cada organización y en los procesos de estructuración del sector, apostando por la transmisión de la cultura organizacional a quienes se incorporan a las organizaciones y por la actualización compartida de la misión, visión y valores de la organización.

Por tanto, en este punto es necesario entender que puede estar produciéndose un relevo generacional en la base social, con entrada de personas jóvenes que buscan nuevas o distintas formas de vinculación y participación social. Comprender esta nueva realidad puede ser clave para que las organizaciones fomenten el crecimiento de su base social a partir de la generación de nuevas formas de vinculación con la ciudadanía y de participación en las organizaciones.

¿Cómo resultó el proceso de construcción del Tercer Sector Social de Euskadi?

 “Se luchó por garantizar unos derechos mínimos,

ahora se debe luchar por conseguir los siguientes”

 Si bien es cierto que el Tercer Sector Social de Euskadi se encuentra en constante evolución debido a la naturaleza cambiante de las necesidades a las que atiende, las personas veteranas del sector tienen claro cómo y cuáles fueron los primeros pasos en la consolidación del mismo.

Convergieron diferentes movimientos que fueron claves[1]. Por un lado, es indiscutible la labor de las familias de las personas afectadas por situaciones de vulnerabilidad y/o riesgo social que decidieron unirse ante la falta de respuesta de los recursos públicos. En aquel proceso, basado en la voluntariedad y la implicación personal, tenían como objetivo la creación de recursos especializados para evitar procesos de puerta giratoria y/o equivocada, la búsqueda de alternativas a la institucionalización y la defensa y promoción de derechos, así como la lucha contra el estigma hacia ciertos colectivos. Por tanto, las propias familias se convirtieron en fundadoras de diferentes entidades sociales y lo que en un principio surgió como una búsqueda de respuestas eficaces acabó convirtiéndose en una de las principales semillas de la identidad del Tercer Sector Social de Euskadi.

A su vez, diferentes sectores de la población comenzaron a cuestionar el orden establecido de las cosas y a vislumbrar la necesidad de crear conciencia social acerca de las diferentes problemáticas sociales. La principal premisa fue construir comunidad y combatir la privatización de los problemas sociales, que, hasta el momento, quedaban relegados al ámbito privado de las familias y, por tanto, invisibilizados. Se comenzó a cuestionar la responsabilidad social y el papel de la comunidad en las situaciones que afectan a determinados colectivos y, por tanto, a reivindicar que no solo había que trabajar en base a los efectos de dichas problemáticas sino en las causas estructurales de los mismos.

Ambos movimientos sociales, que contaban con grandes conexiones entre sí, defendían la necesidad de abandonar patrones relacionados con la caridad y el asistencialismo para comenzar a crear una red de atención basada en la comunidad y caracterizada por el establecimiento de sinergias entre la sociedad civil, el voluntariado, las familias y las propias personas afectadas, involucrando a su vez a diferentes perfiles profesionales con conciencia y compromiso social. Todo ello con un objetivo: construir movimiento asociativo y comunitario. Esta construcción se enmarca en una referencia mayor, la construcción de otro modelo de sociedad, a través del protagonismo colectivo de las personas solidarias y aquellas que experimentaban los problemas, situaciones o necesidades sociales.

Sin embargo, como todos los comienzos, no resultó fácil. En un primer lugar por la situación política y social de los años 80-90 y en segundo lugar porque apelaba a diferentes sectores de la población y buscaba la visibilización no solo de la responsabilidad individual sino también de la responsabilidad colectiva. La mayoría de entidades sociales que trabajaban en favor de las personas en situaciones de vulnerabilidad lo hacían desde el propio asistencialismo, por lo que la mayoría de sus intervenciones estaban basadas en la gestión y concesión de prestaciones económicas para paliar situaciones de necesidad y desde el movimiento asociativo se estaba abogando por una intervención basada en el reconocimiento de la diversidad, la equidad y la justicia social dentro de un marco de actuación comunitario.

Dentro de su labor, tuvieron que hacer frente a fenómenos como el NIMBY “Not in Mi BackYard” “No en mi patio trasero”[2]. Un fenómeno que se producía, y aún se sigue produciendo, aunque en menor medida, en algunos barrios rechazando la implantación de determinados recursos y/o servicios por organizaciones del Tercer Sector Social y que dejó aún más patente la necesidad de que las organizaciones estuvieran presentes en la comunidad, de la cual surgían y con y para la que trabajaban.

Las personas involucradas en este proceso no solo tuvieron que luchar contra las desigualdades y para la creación de conciencia social y la promoción de derechos que hoy tenemos interiorizados como básicos, como puede ser la renta mínima, los cuidados formales, la inserción laboral, la vida autónoma… sino que, a su vez, construyeron un importante legado basado en valores que las próximas generaciones tienen el deber de proteger.

 ¿Qué legado están recibiendo las personas jóvenes del sector y a qué retos se enfrentan? 

“Recibimos fuerza, confianza, identidad y valores”

 Las personas que se están incorporando o se han incorporado de forma reciente al sector destacan el valor de poder contar con una hoja de ruta que les muestra de dónde venía el sector y hacia dónde debe ir. Señalan el valor de contar con la referencia del pasado, como una luz que ilumina desde atrás, como un conocimiento del origen que permite ir hacia el futuro

Son conscientes del camino recorrido por las personas más veteranas del sector que han luchado, y siguen luchando, por el reconocimiento y la profesionalización del mismo, sin olvidarse del valor añadido que proporcionan las personas voluntarias, las familias y las propias personas destinatarias.

En este sentido, y coincidiendo con lo expuesto en el Libro Blanco del TSSE de 2020[3] se plantean dos retos para las nuevas generaciones del sector. Por un lado, mantener la identidad del sector reconociendo la importancia del voluntariado y haciendo partícipes a las personas voluntarias del proyecto de la organización. Y, por otro lado, entender los cambios en los estilos de vida y las pautas sociales de participación, y buscar nuevas vías para conectar con la ciudadanía, acercando la actividad de las organizaciones y ofreciendo cauces diversos para participar en ella.

El desafío para las organizaciones puede estar en ser capaces de comprender y adaptarse a estos cambios. Siendo flexibles, estando abiertas y buscando nuevas formas de vehiculizar la participación social de maneras más fluidas y diversas. Esto implica entender la participación como un continuo con varios niveles de involucración que se van transformando según coyunturas, momentos vitales, compromisos, etc.

Respecto a la profesionalización del sector, consideran que es una forma de reconocer las competencias, la actividad y la trayectoria de las organizaciones que componen el sector. A su vez, proporciona a las personas jóvenes una forma de participar activamente en la comunidad, hacer política social y permite tener un altavoz de reivindicación y promoción de derechos sociales, para defender no solo lo conseguido hasta el momento sino hacer frente a la aparición de nuevas necesidades y situaciones sociales.

Esta profesionalización no solo aporta todo lo comentado con anterioridad, sino que además contribuye a prestar una atención de calidad y de carácter integral a las personas destinatarias y sus familias, alejándose cada vez más de intervenciones asistencialistas y situando el foco en la calidad de vida y la promoción de derechos. Mientras que las personas más veteranas lucharon por la desinstitucionalización y la creación de recursos especializados, las personas que se incorporan al sector tienen la misión de no solo defender dichos logros sino de seguir avanzando hacia modelos basados en la calidad de vida, la atención comunitaria[4] y la igualdad de oportunidades. Por ello es importante que las personas jóvenes puedan participar en espacios de toma de decisiones. En los inicios del sector, se trabajó por otorgar visibilidad a determinadas problemáticas y por cuestiones que ahora percibimos como lógicas pero que hace un par de décadas no lo eran, como, por ejemplo, que las personas en situación de desventaja social pudiesen construir un proyecto de vida en base a sus propias decisiones y preferencias.

Uno de los grandes retos del sector se basa en la reivindicación de la propia identidad del sector y del valor único de su actividad, tanto en el ámbito la provisión de servicios como en el de incidencia social. Consideran que a lo largo de los años se ha ido diluyendo por la pérdida de conciencia crítica y consideran fundamental que la Administración Pública y el Tercer Sector social miren en la misma dirección.

Por último, las personas que se han incorporado de forma reciente al sector destacan como principal legado la fuerza y la valentía para poder imaginar y construir una sociedad más justa, la confianza que las personas destinatarias y sus familias han depositado en el sector durante todo su recorrido, la identidad y valores propios y la cercanía, compromiso e implicación de todas las personas que de una forma u otra constituyen el sector.

 Algunas reflexiones finales

“La solidaridad no se decreta en

Boletines Oficiales del Estado”

Formar parte del Tercer Sector Social no es algo aleatorio o que ocurra por inercia. Las personas, independientemente de la generación a la que pertenezcan, se incorporan al sector por diversos motivos: o bien por una implicación personal con el mismo a través de procesos de voluntariado o situaciones de personas cercanas a ellas o bien por un compromiso férreo con valores como la igualdad, la justicia, la diversidad y, sobre todo, la convicción de que una sociedad más justa para todas las personas es posible.

Como conclusión, heredamos un Tercer Sector Social plural, compuesto por diferentes perfiles profesionales, personas voluntarias, destinatarias y familiares; diverso debido a que proporciona atención a numerosos colectivos y flexible por su capacidad para adaptarse a los diversos cambios sociales, así como reinventarse ante situaciones de incertidumbre y urgencia, como se ha demostrado en la crisis del Covid-19 [5] y en la guerra de Ucrania

[1] Para mayor profundización, os remitimos al informe “Historia del Tercer Sector de Acción Social de Bizkaia” en el que se analizar con más detalle el proceso evolutivo del tercer sector social. El informe, un video y otros documentos están disponible en el siguiente enlace: https://3seuskadi.eus/historia-del-tercer-sector-de-accion-social-de-bizkaia/

[2] Ejemplo del efecto NIMBY: https://www.elcorreo.com/vizcaya/20100117/vizcaya/barrio-20100117.html

[3] Se puede consultar el informe en: https://3seuskadi.eus/wp-content/uploads/LibroBlanco_DEF_2019-2020_es-comp.pdf

[4] Consulta de propuesta de investigación sobre el modelo comunitario de atención: https://3seuskadi.eus/que-hacemos/practicas-y-experiencias-significativas-en-modelo-comunitario-2021/

[5] Consulta de informe impacto del Covid-19 en las organizaciones del Tercer Sector Social de Euskadi https://3seuskadi.eus/wp-content/uploads/Informe_COVID_19.pdf