Autor/a: Observatorio Vasco del Tercer Sector Social
Nº Breve: 05/2022

En una sociedad que avanza continuamente en la digitalización en distintas esferas (economía, comunicación, ocio…), las organizaciones del Tercer Sector Social de Euskadi (en adelante TSSE) no quedan al margen de la progresiva incorporación de soluciones digitales.

Es preciso que las organizaciones del TSSE hagan una reflexión ordenada en torno a cómo cumplir de mejor manera su misión gracias a la transformación cultural que implica vivir en esta era digital. Ya sea en la provisión de servicios o en la realización de incidencia social, por su misión orientada a la inclusión social de colectivos vulnerables o por su proximidad y relación con sus personas destinatarias, las organizaciones del TSSE son agentes de cambio importantes a tener en cuenta cuando se habla de no dejar a nadie atrás en esta era digital.

Es por ello que llegar a un entendimiento compartido para distinguir qué es la digitalización y qué es la transformación digital resulta indispensable: en primer lugar, porque las propias organizaciones del TSSE se ven y se verán ineludiblemente interpeladas por el escenario de creciente digitalización de la sociedad. Y, en segundo lugar, porque la proliferación de respuestas tecnológicas a necesidades o problemas de diversa índole es un potencial que las propias organizaciones pueden aprovechar para cumplir mejor su misión, que es, en todos los casos, mejorar la calidad de vida y el bienestar de las personas destinatarias.

Con este motivo el Observatorio Vasco del Tercer Sector Social y Aptes organizamos dos jornadas sobre transformación digital, en las que se presentaron tanto el informe sobre el estudio de transformación digital[1] publicado en la web del observatorio como el marco[2] para la transformación digital creado por Aptes para las entidades que asumen este proceso.

En este breve compartimos las conclusiones de ambas jornadas, y remitimos a los dos citados documentos, disponibles en la página  web del observatorio, para quien tenga interés en leerlos con detenimiento.

Las jornadas plantearon un espacio para presentar dichos documentos y reflexionar con las organizaciones sobre las necesidades, preocupaciones e intereses del tercer sector en relación con el proceso de transformación digital. Se pretendía diferenciar entre una mera digitalización y el proceso de cambio cultural que supone la transformación digital, y aportar claves para orientarse en dicho cambio. También se recalcó que es un proceso incipiente con un largo recorrido por delante y que implica responsabilidades de la administración pública y disponibilidad de los agentes sociales.

En la primera parte del taller trabajamos en torno a tres preguntas: ¿qué es lo que más motiva en relación con la transformación digital? ¿Qué es lo que más preocupa? ¿Hay algo importante que no se haya dicho en la presentación de los documentos?

En la segunda parte del taller pusimos el foco en el horizonte, es decir, en la dirección del trabajo y de los objetivos. ¿Cómo se puede avanzar en la transformación digital? ¿Qué hace falta para ello? ¿Qué deseos o propuestas tienen las organizaciones?

Ofrecemos a continuación un resumen comentado de los resultados de los talleres.

La motivación de las organizaciones en relación con la transformación digital es de manera generalizada atender de la mejor manera posible a su misión, con ayuda de la tecnología (acompañar mejor, favorecer la inclusión, facilitar procesos). Hay una expectativa generalizada de poder mejorar la intervención y de favorecer la misión de las organizaciones a través de los recursos tecnológicos que ya se han generado o puedan generarse en el futuro.

En este sentido, señalamos la importancia de poder asumir una perspectiva crítica. La tecnología ofrece soluciones, pero no las tiene para todos los problemas. La creencia de que será la tecnología la que aporte todas las soluciones se llama tecnologicismo: una especie de fe en que serán ellas las que nos aseguren el progreso constante. Hay que tomarse esta creencia como lo que es, es decir, con perspectiva crítica, porque la tecnología es ideología. No podemos pedirle que lo haga todo, solo lo que le corresponde; y es preciso diferenciar lo que podemos esperar de ella y lo que no. La sobreexpectación ante la tecnología ha sido examinada a través de la curva de hype[3] (Gartner), que pone de relieve cómo cada solución tecnológica genera unas expectativas que se sobredimensionan y que después han de ajustarse a la realidad. Hace falta mirarla con asertividad y decir que no a lo que no interesa, no se necesita o no conviene. Esto supone discriminar por qué y para qué usar la tecnología, cuál es el valor añadido que aporta, qué información se quiere gestionar y para qué. La tecnología debe servirnos para tener la sensación de que nos ayuda en el trabajo cotidiano, que nos permite encontrar fácilmente la información que buscamos y colaborar con los compañeros y compañeras; debe simplificar los procesos y hacernos sentir empoderadas al utilizarla.

Hay organizaciones que no tienen definidos unos objetivos específicos en relación con la tecnología; se identifica el deseo general de no quedarse fuera y hacerla accesible a todas las personas, en especial las más vulnerables o en situación o riesgo de exclusión. Los medios tecnológicos aportan avances significativos en determinados entornos y pueden suponer mayor accesibilidad, comunicación o sensibilización, si están diseñados teniendo en cuenta la diversidad del sector. Se espera de  la tecnología que aporte opciones en lugar de cerrar oportunidades, y que sea optativa ella misma (una posibilidad entre otras).

También es parte de la motivación que en este proceso nadie quede fuera (sobre todo, que no queden fuera las personas  en situación de vulnerabilidad). Esta es al mismo tiempo una motivación y una preocupación. La dinámica de digitalización está generando dificultades de acceso a procesos y recursos, tanto por la propiedad de los dispositivos como por la novedad de las herramientas o de sus características. Es una inquietud de las organizaciones del tercer sector poder ofrecer acceso a las herramientas y procesos digitalizados, para que las personas más vulnerables tengan a su alcance las mismas oportunidades que cualquier otra.

El objetivo de las organizaciones es poder hacer bien su trabajo de acompañamiento y atención a sus personas destinatarias, también en la sociedad digital. La atención ha de estar centrada en la persona: que cada persona o colectivo pueda hacer sus proyectos personales, que las personas se sientan seguras y empoderadas. Se trata de dar a cada uno lo que necesita y quiere, que las personas sean capaces de llevar a cabo una vida autónoma e integrada.

Pero poner a las personas en el centro (eje de personas destinatarias) es algo que no suele producirse en el diseño de herramientas o soluciones tecnológicas; por ello es preciso estar donde se piensa y diseña, participar como tercer sector en los procesos de generación de tecnología. No es un diálogo fácil, a menudo las personas no saben qué pedir a la tecnología, es un entorno desconocido. El medio tecnológico supone riesgo, exploración, que ha de estar en equilibrio con la capacidad de decisión (valorar cómo arriesgar y dónde no entrar).  En el horizonte está la autodeterminación: poder trabajar con capacitación tecnológica, sin que la tecnología nos domine. Poder tener buenas pautas de conducta digital;  y que la tecnología nos facilite el desarrollo de nuestros fines sin perder de vista a quién nos dirigimos y lo que pretendemos.

Por ello, la transformación digital debe hacerse en diálogo permanente con las personas, tanto las usuarias de la tecnología como las destinatarias de la intervención. Cada propuesta que se hace debe incluir las preguntas: ¿cómo va a impactar en las personas? ¿Va a afectar a la relación que mantenemos? ¿A la forma en que reciben la atención o el recurso? ¿Cómo cuidamos esta experiencia para que las personas con las que contactamos se sientan a gusto y tratadas como esperaban?. Es preciso acompañar a las personas en todo momento en esta mutación permanente, en diálogo continuo y con la pedagogía adecuada. Y asumiendo que no todas las personas pueden ser tratadas de la misma manera ni aprovechan esta nueva realidad del mismo modo.

Todo esto requiere aprender y de estar al día en un entorno rápidamente cambiante y exigente, que desconcierta por su velocidad y por su falta de flexibilidad. La transformación digital  implica cambios permanentes, velocidad, repensar continuamente procesos y funciones. Necesita que las organizaciones dispongan de arquitecturas ágiles y fluidas, para poder adaptarse a estos movimientos. Tanto hardware como software se encuentran en “una insultante renovación continua[4]”. Esta situación, que es per se arrolladora para los usuarios comunes de tecnología, lo hace aún más difícil para las personas vulnerables. Llega de manera disruptiva, acelerada, cambiante, y con estructuras jerárquicas y rígidas que no se adaptan específicamente a las condiciones excepcionales de las personas en vulnerabilidad o exclusión.

Por todo ello es muy importante desarrollar una reflexión sobre la transformación digital  en el tercer sector. La transformación digital obliga a reflexionar, pensar y definir una posición propia. En este proceso hay muchas formas posibles y cada organización debe elegir la suya. Esta elección es importante: no será un proceso lineal ni sencillo. En el caso del tercer sector social, que tiene su propia identidad, es muy importante encontrar una forma de abordar esta transformación incluyendo la identidad, los objetivos y las lógicas propias del sector. Es decir, hay que contar con lo que el tercer sector social es para poder definir qué tipo de transformación social es pertinente y coherente con la misión y los valores de las organizaciones. Es la TD la que se tiene que adaptar al TSS, y no al revés.

 Para este proceso habrá que contar con aliados, con otros agentes, porque “aquí nadie sabe de todo”. El desarrollo de una estrategia en relación con lo digital requiere que centros tecnológicos, proveedores, administración pública y tercer sector colaboren.

 ¿Qué es lo que más preocupa?

Las organizaciones compartieron su motivación al respecto y también la necesidad de orientación y de apoyo formativo y financiero en un proceso que se presenta de manera acelerada y que requiere una adaptación a la realidad específica del tercer sector social. Se reconoce que hacen falta procesos de formación, de aprendizaje y una pedagogía específica: las personas de las organizaciones no necesariamente están cualificadas para desempeñar tareas especializadas, y para aprenderlo se necesita tiempo, dinero y recursos.

Otras preocupaciones son que la tecnología no anule lo específico del sector (proximidad, contacto humano, estilo asambleario, acompañamiento) y a las personas que trabajan en él. El interés por una tecnología que ayude convive con el temor de que nos invada o nos sustituya.

Un buen número de organizaciones se encuentran con importantes dificultades en la gestión de trámites con la administración, y son conscientes de que estas dificultades son aún mayores para las personas destinatarias. Hay una fuerte demanda de responsabilidad a la administración, tanto en facilitar el acceso a los trámites como la formación y la financiación al tercer sector.

Respecto a lo primero, se pide que la administración acompañe y apoye a las personas en los procesos burocráticos, que no las deje solas en los procedimientos, y que los facilite incluyendo la especificidad del tercer sector social y entendiendo la realidad de sus personas destinatarias(que, como diremos después, es un sector de diversidad y de excepciones).

Y en cuanto a lo segundo, hay conciencia de que existen apoyos para la industria, pero no para el tercer sector. La formación y la financiación necesarias para los procesos de transformación digital son escasas o ausentes  para el tercer sector, a pesar de que se le demanda funcionar a través de dichos procesos.

La brecha digital también es una preocupación recurrente, en cuanto a la inclusión de las personas más desfavorecidas.  Y a esto se añade la necesidad de superar miedos y bloqueos que se producen ante la velocidad de los cambios.

Necesitaremos contar con lo que Julen Iturbe-Ormaetxea denomina construcción social de la transformación digital[5]: un proceso (o muchos) que incluya a las personas, sus actitudes y aptitudes, sus necesidades y valoraciones, sus valores y referencias. El posicionamiento ante la TD solo puede hacerse desde las personas que somos y las organizaciones en las que nos articulamos. Esto implica una actitud crítica (porque la TD es ideología) y una reflexión ética (porque la TD nos pone ante los límites de lo humano, o lo hará dentro de poco). Las decisiones que se toman en TD repercuten profundamente en las personas que trabajan o son atendidas por las organizaciones, y no puede perderse de vista ese impacto.

Las herramientas digitales tienen una dirección al ocio y al consumo que preocupa en cuanto a los hábitos de vida que puede generar, de manera acrítica y pudiendo producir toxicidad y dependencia (especialmente entre las personas jóvenes). Es preciso no perder de vista la vulnerabilidad que genera, y también estimular la actitud crítica: poder pensar en común cuándo, cómo, por qué y para qué usar la tecnología, y qué tipo de tecnología. Esto es necesario tanto para las personas destinatarias en particular como para el tercer sector social en su conjunto.

La mayor parte de las herramientas tecnológicas que conocemos están diseñadas sin visión social y no dan lugar a excepciones (son tablas, datos, códigos rígidos). En el tercer sector social todo el tiempo estamos en contacto con situaciones excepcionales que deben ser contempladas. El cuidado, la vulnerabilidad y lo pequeño nos preocupan. Por ello, habrá que participar en el diseño de las herramientas, para que sean inclusivas y no privativas.

Una preocupación ética importante con respecto a la tecnología es  la forma de producción y distribución: actualmente es un sistema desigual,  de lucro, poco transparente, privativo (difícil de democratizar), y con un impacto  ecológico y social grave a nivel global. ¿Podemos generar sistemas más respetuosos potenciando el  software libre y un nivel sostenible de consumo digital?. También el tratamiento de los datos genera preocupación, tanto en lo que respecta a manejar datos de personas destinatarias como a producir datos que son usados por entidades desconocidas con fines mercantiles. La gobernanza de los datos, la soberanía digital y el derecho a la intimidad plantean preguntas importantes a las organizaciones.

¿Cómo desarrollar una transformación digital responsable? ¿De qué manera impactan las decisiones que se tomen en las personas usuarias y destinatarias, en el trabajo de acompañamiento e intervención, en la configuración de la comunidad, en el medioambiente? ¿Cómo afectan estos procesos a los derechos humanos y  a los ODS? Estas preguntas no pueden ni deben eludirse. Es responsabilidad del tercer sector plantearlas y tenerlas en cuenta en el diseño y aplicación de la tecnología.

También se comenta la intención de recuperar lo colectivo, trabajar en conjunto y en red. La tecnología tiene el riesgo del individualismo, pero la solidaridad es relacional. Para ello se requiere una tecnología compartida, libre, comunitaria, y entre iguales, no una estructura vertical. Y que sea de manera ética y respetuosa con el devenir de las personas. La tecnología puede ser un modo de luchar por la transformación social, por ello no hay que olvidar para quién y para qué se trabaja.

Hay un deseo de comunicación, interna y externa; trasladar lo que se descubre o genera al resto de la sociedad (por ejemplo, cuando se encuentra el paradigma de la vida plena). Y también de propiciar la reivindicación, reclamar como sociedad civil, que la especificidad de tercer sector sea tenida en cuenta.

Se constata la necesidad de personas o entidades de referencia con quien poder contrastar y consultar sobre posibles soluciones. La falta de tiempo, financiación y formación específica se hace patente, y se demanda que haya personal especializado para no sobrecargar a las personas del tercer sector que trabajan en atención directa, y que ven que recae sobre ellas la tarea solitaria y confusa de resituarse en un entorno aceleradamente cambiante.

Sabemos que nos hallamos en un contexto social VUCA: volatility (volatilidad), uncertainty (incertidumbre), complexity (complejidad), ambiguity (ambigüedad). Por lo tanto, necesitaremos una TD que incluya:

Contar con lo diferente, con los diferentes, con lo diverso. Con crear y pensar con personas que no son como nosotras. Equipos multidisciplinares e intergeneracionales: la transformación digital tendrá que encontrar un lugar en la estrategia de las organizaciones y contar con personas preparadas para ello y en equipos diversos.

Perspectiva constructivista: no perder de vista a las personas. “La tecnología es social y triunfa en la medida en que es capaz de sintonizar con comportamientos humanos, regidos en gran parte por una curiosa mezcla de razón y emoción. La TD necesita entender que somos los humanos quienes finalmente vamos a usar o no la tecnología que se nos ofrece[6]. Hemos de revisar cómo comportarnos cuando tenemos cada vez más recursos tecnológicos a nuestro alcance. La reflexión ha de ser una reflexión ética. ¿Qué podemos hacer? ¿Qué queremos hacer? ¿Qué tiene sentido hacer? ¿Son equivalentes lo que debemos hacer y lo que podemos hacer?

Buscar el óptimo global y no solo el óptimo local: en el proceso de transformación digital ¿cómo podemos crear condiciones igualitarias, democráticas, de producción, distribución y consumo, de acceso y de impacto, que sean beneficiosas y sostenibles para el conjunto del planeta y no solamente para una organización o entidad? ¿Cómo tenemos que pensar la transformación digital a escala planetaria?

A modo de resumen, podemos decir que el proceso de transformación digital en el tercer sector nos pide:

Una reflexión crítica sobre el uso de las tecnologías, esto es, un modelo de transformación digital responsable, que incluya la especificidad del tercer sector y la visión global sobre la TD.

  • Una reflexión que valore el diferencial que nos proporciona la digitalización y que discrimine en qué situaciones y procesos tiene sentido.
  • Equipos humanos diversos, competentes en lo digital, con sensibilidad social y comprensión de las características del tercer sector, capaces de trabajar colaborativamente con un enfoque crítico de construcción social de la TD
  • El apoyo financiero y pedagógico necesario para poder desarrollar una TD apropiada al tercer sector, y la colaboración entre diferentes agentes

 

[1] EDE Fundazioa (2021). La situación del Tercer Sector Social de Euskadi ante el reto de la transformación digital. Vitoria-Gasteiz, Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales de Gobierno Vasco, 147 p.

https://3seuskadi.eus/libros/la-situacion-del-tercer-sector-social-de-euskadi-ante-el-reto-de-la-transformacion-digital/

[2] APTES – Asociación para la Promoción de la Tecnología Social y PR4 tecnología social (2022). Transformación en la era digital. Marco y hoja de ruta para la transformación digital del Tercer Sector Social. s.l., 22 p

Transformación en la era digital. Marco y hoja de ruta para la transformación digital del Tercer Sector Social

[3]  La empresa de investigación tecnológica Gartner ha utilizado el ciclo de sobreexpectación para caracterizar el entusiasmo sobredimensionado y la subsiguiente decepción que ocurre habitualmente en la introducción de nuevas tecnologías

[4] J. Iturbe-Ormaetxea,“Mapa de la transformación digital”, en  Consultoría artesana en red https://www.consultorartesano.com/tag/mapa-de-la-transformacion-digital

[5] En esta parte seguimos la reflexión de J. Iturbe-Ormaetxea en “Mapa de la transformación digital”, en  Consultoría artesana en red https://www.consultorartesano.com/tag/mapa-de-la-transformacion-digital

[6] J. Iturbe-Ormaetxea