Autor/a: Observatorio Vasco del Tercer Sector Social
Nº Breve: 05/2023

Un recuerdo como punto de partida

En los últimos tiempos la palabra “impacto” se ha hecho un hueco en muchos textos, reflexiones y conversaciones. Parece un descubrimiento. Se dice “hay que saber el impacto”, “medir el impacto”, “hacer visible el impacto”, “hay que impactar”, “saber dónde se impacta”. En no pocas ocasiones se hace un uso muy “inmediato” de la palabra impacto y de la necesidad de identificarlo con claridad: hoy y ahora ¿dónde estás impactando con tu actividad? ¡Mídelo ya!

Hace un cuarto de siglo, en muchas formaciones en metodologías de formulación de proyectos sociales se enseñaba a usar una adaptación del Enfoque de Marco Lógico[1] que estaba centrada en la “gestión por resultados”. Para eso se aprendía a diferenciar con claridad los conceptos “resultado”, “efecto” e “impacto”, y se establecía  con ellos una lógica de secuencia temporal (ahora, pasados los años, quizá un tanto rígida y lineal). El “resultado” era “lo que salía” de forma inmediata de una actividad concreta. El “efecto”, el cambio que generaba un proyecto en su finalización. Y el “impacto”, el cambio que se daba en el lugar donde se había trabajado pero años después de la finalización de ese proyecto y su desaparición, asumiendo que no era una consecuencia exclusiva de dicho proyecto sino una suma de situaciones, actuaciones e intervenciones de múltiples agentes.

El hecho anterior, que se remonta a hace 25 años, demuestra que ya se sabe que es importante gestionar los impactos de un proyecto social (así como sus resultados y efectos), que hace falta  tomar tiempo y distancia para hacerlo, y que el impacto no es algo que alguien se atribuye en propiedad sino que es una consecuencia a la que podemos contribuir junto con mucha otra gente y circunstancias, y en una secuencia temporal larga.

Aun conociendo ese hilo de “resultado-efecto-impacto”,  son los resultados y los efectos

(utilizando a veces diferentes terminologías) los que han protagonizado casi todo el trabajo con las organizaciones. Evaluaciones de proceso y de resultado, indicadores de resultado en el corto, medio y largo plazo, efectos demostrables de los proyectos en ejecución…

Conceptos básicos

Recientemente ha vuelto a aparecer en el entorno organizacional el concepto “impacto”, o mejor, “impacto social”, uniendo el sustantivo con un adjetivo. Una fuerza inesperada ha irrumpido en las conversaciones de organizaciones sociales, empresas, financiadores, inversionistas e incluso agentes públicos. Dicen que deben medir el impacto de su actividad, o que necesitan demostrar que generan un impacto social porque esto les legitima ante terceros, o que quieren documentar el impacto porque les facilita el acceso a determinados entornos de inversión que ha asumido, también, una nueva denominación: “inversión de impacto”.

El sustantivo “impacto”, en su definición de diccionario[2], se relaciona con palabras como huella o señal, que puede ser física o emocional, tangible o intangible, provocada por algún hecho. La expresión “impacto social”[3] se vincula con cómo algo (puede ser una persona, un grupo de personas, una organización o un proyecto –conjunto articulados de actuaciones-) modifica o cambia una realidad social de forma directa o indirecta. Cambios que han de experimentarse de forma real y demostrable en la vida de personas, de grupos de personas o de su entorno (en todas o algunas dimensiones posibles: físicas, ambientales, económicas, emocionales, relacionales, políticas, etc.). De alguna forma, “impacto social” es afectar una realidad incidiendo de tal forma en ella que se modifica.

Sin entrar a valorar las características y origen, impactar es sólo el hecho de modificarla y de poder constatar que esto ha sido así.

Después de una definición básica llegan las valoraciones sobre ese impacto social: puede ser positivo, si contribuye al bienestar y cumple las expectativas, o negativo, si perjudica a quienes lo experimentan; deseado, si ha sido buscado de forma premeditada y planificada, o no deseado, surgiendo de forma no prevista, sin ninguna antelación. Pero las valoraciones no son dicotómicas. Algunos impactos pueden ser, a la vez, positivos para unas personas, grupos o realidades, y negativos para otras, dependiendo de sus intereses y necesidades. O una misma actividad, con la misma población, puede generar unos impactos positivos, que les beneficien en unas dimensiones, y unos impactos negativos, que les perjudiquen en otras.

Como se ve, catalogar los impactos sociales no es una tarea mecánica ni automática. Requiere acercarse, como tantas veces hemos de hacer desde las organizaciones sociales y cuando desarrollamos proyectos e intervenciones, a las personas, grupos, colectivos y situaciones (también la ambiental) para conocerlas y, sobre todo, preguntarles qué les ha pasado, en qué han cambiado y cómo valoran esos cambios que han experimentado. En definitiva, gestionar el impacto es, primeramente, saber acercarse a los “grupos de interés”[4] (término que ha ido ganando terreno y con el que agrupamos a todas las personas y colectivos que directa o indirectamente se ven afectadas por alguna actividad, proyecto o servicio) y escucharles con detalle. Gestionar el impacto y medirlo no es una labor de escritorio o de diseño, de “bata blanca”. Es una responsabilidad de “mono azul”, de remangarse y salir ahí donde está la realidad. Es el imprescindible punto de partida. El impacto social no tiene que ver con los deseos, sueños, misiones o visiones que las organizaciones formulan en sus oficinas, reuniones y escritorios sino con lo que realmente viven las personas y su entorno.

La necesidad de un ecosistema

Con el  punto de partida antes relatado, hoy nos hemos lanzado a una carrera por demostrar nuestro “impacto social”. Y para eso se está construyendo todo un entramado tan complejo y dinámico que hasta el momento no han llegado a asentar de una forma suficientemente estable definiciones, enfoques, marcos, métodos y herramientas. Estamos asistiendo, en vivo y en directo, al nacimiento de todo un “ecosistema de impacto” en el que permanentemente hay cambios y que lo único seguro son las pocas seguridades y la limitada homogeneidad y consenso. Seguramente dentro de un tiempo todo estará cristalizado y las experiencias habrán ayudado a compartir términos y definiciones acuñadas de una forma definitiva. Pero no es el momento. Las mismas palabras quieren decir cosas diferentes para unas personas y para otras. Ésta es una de las características de quienes hoy bucean en el mundo de la gestión y la medición del impacto social. Todo está claro hasta que deja de estarlo, que suele ser cuando se conversa con otra persona o experiencia que busca lo mismo: gestionar y medir su impacto social.

Esto ocurre en todo tipo de organizaciones. Las del Tercer Sector Social, las mercantiles y el sector público se preguntan qué impactos sociales generan. Todas provocan impactos y quieren demostrarlo. Cuando una entidad, independientemente de su naturaleza, diseña e implementa sus políticas internas, está poniendo las bases para generar un impacto en las vidas de las personas que trabajan en ella y de sus entornos (sociales, familiares, ambientales). Las dinámicas de participación, las condiciones laborales, las formas de contratación y las apuestas que se realizan (por la igualdad, la diversidad, etc.) provocan unos resultados y efectos que, a lo largo del tiempo, modifican vidas de forma concreta. En definitiva, impactan. Cuando una entidad cambia directa o indirectamente las condiciones de vida de la población a través de su actividad económica y de productos, servicios y actividades directas, altera el mundo, provoca mayor pobreza o riqueza a su alrededor: impacta. Cuando una administración pública genera marcos normativos, leyes, prestaciones, servicios, sistemas, planes, etc. produce un cambio que abre y cierra posibilidades de vida. Cambio que es, en definitiva, impacto.

Volviendo al concepto de “ecosistema de impacto”, se nos presenta como una respuesta a un mundo frágil, no lineal, inabarcable y que genera ansiedad[5]. Un mundo “FANI”, le llaman, lleno de rupturas[6]: económicas[7], políticas, sociales[8] y ambientales[9]. Ese “ecosistema” ha de pivotar sobre una transformación de la economía, uno de los motores de la realidad de nuestro mundo, avanzando hacia una “economía con impacto”, otro concepto fundamental que se suma a otros que podemos encontrar con facilidad en muchos textos académicos: economía con propósito[10], b-corp, economía verde, economía naranja, economía feminista, economía de la felicidad, decrecimiento, comercio justo, procomún, economía colaborativa, economía del bien común, economía social y solidaria, economía circular, RSC, economía azul, banca con valores, ciudades en transición.

Seguramente este amplio listado hace poca justicia a las particularidades de cada uno de los conceptos y propuestas, y muchas personas podrán enmendarlo señalando que en él conviven enfoques con paradigmas, visiones y éticas completamente diferentes. No les faltará razón. Pero en este momento de efervescencia provocada por el nacimiento de nuevas realidades hay muchos términos que todavía tienen delimitaciones poco marcadas o fronteras muy porosas que les hacen a veces difícilmente diferenciables para la población en general e incluso para quienes tienen ya un cierto nivel de conocimiento en la materia.

En definitiva, y “en grueso”, se trata del impulso de nuevas lógicas económicas y empresariales (independientemente de la figura jurídica y el sector) que quieren presentarse como propuestas que buscan un crecimiento adecuado para el planeta y las personas, una economía al servicio de ellas y una gobernanza desde los grupos de interés. Lógicas que, como he señalado anteriormente, son pilar central de esos “ecosistemas de impacto” que reivindican que ya no es el tiempo de la filantropía clásica, de la inversión tradicional o del “reinado“ exclusivo de los accionistas y sus intereses para tomar decisiones. Se busca que toda actividad económica sea capaz de sumar y hacer convivir dos componentes imprescindibles: el impacto social, ambiental y de gobernanza, y el retorno económico. En definitiva, una rentabilidad económica, una rentabilidad social y una rentabilidad medioambiental que ha de ser propia de las llamadas “empresas sociales”[11]. Empresas que han sido definidas por la Comisión Europea en el año 2020 como aquellas que basan sus ingresos en las transacciones realizadas en el mercado (dimensión económica), crean un beneficio social o benefician un grupo personas en específico (dimensión social) y tienen unas pautas claras de gobernanza y manejo de dividendos y de la propiedad contemplando la participación e implicación de los grupos de interés (dimensión de gobernanza y propiedad).

Estas empresas[12], y otros agentes sociales y económicos que también buscan un crecimiento adecuado, una economía al servicio de las personas y el planeta, y otra forma de gobernanza (conocidas como organizaciones bajo parámetros ASG), necesitan tres tipos de agentes que muevan ese “ecosistema de impacto”:

  • Agentes que ofrecen dinero (fondos particulares, privados, institucionales, públicos…).
  • Agentes que buscan dinero (tercer sector, empresas sociales, corporaciones con objetivos de impacto).
  • Agentes que intermedian y ponen en contacto a quienes ofrecen y a quienes buscan dinero (gestoras de fondos, facilitan inversiones, atraen gestores…).

Pero no todo es “luz” en este ecosistema. Este nuevo mundo que va emergiendo también tiene sus sombras[13]. Algunas organizaciones, de diferente naturaleza, hablan del impacto social y ambiental pero todo acaba siendo un simple “lavado de cara”. Difunden prácticas de responsabilidad con la sociedad y con el planeta pero es un ejercicio de marketing. Sus actividades principales son realmente perjudiciales para el planeta y la población. Estas organizaciones están haciendo un ejercicio de greenwashing o de socialwashing. Son casos que perjudican a todas las iniciativas bienintencionadas y dirigidas adecuadamente hacia el cuidado ambiental y social.

El impacto social se gestiona, no sólo se proclama

Hasta ahora hemos intentado aportar alguna información sobre términos y el ecosistema que se está construyendo en torno al impacto social. Son elementos básicos para entender mínimamente el “campo de juego”. Pero no dejan de ser proclamas, intenciones, abstracciones que necesitan marcos, herramientas e instrumentos para llegar a una práctica clave: la gestión y la medición del impacto social. Hasta ahora es un mundo lleno de palabrería que puede ser mera retórica que no logra cambiar nada, ni en la vida de las personas, ni en el planeta ni en las organizaciones.

Por eso, avanzando un poco hacia aspectos más prácticos, toda la literatura sobre la gestión del impacto social nos indica que primero hay que hacer “lo primero”: ¿por qué y para qué quiero medir el impacto de mi proyecto, mi actuación, mi servicio o mi organización? Una pregunta (realmente son dos) nada fácil pero que en muchas conversaciones sobre impacto se obvia. Se quiere ir directamente a recoger datos o a construir indicadores para demostrar no se sabe bien qué, cuando sólo será posible llegar hasta ahí si se tiene claro el por qué y el para qué. No lo que dicen los manuales y las guías, sino lo que la organización responde desde su honestidad. Sus respuestas generan un marco de referencia para las otras preguntas que llegan después: qué medir (para construir la evidencia de impacto), cómo medir (usando diferentes enfoques) y cómo usar y tomar decisiones a partir de la medición (para gestionar por impactos). Tomando como base este hilo de preguntas no parece muy sofisticada la creación de un sistema de gestión y medición del impacto en una organización. Se trata de no correr y de responder pausadamente.

Un elemento básico que ha sido señalado en un apartado anterior de este texto, que ha de estar contemplado desde el inicio, de forma complementaria a las preguntas recién formuladas y que es fundamental para la gestión del impacto social es la identificación de los grupos de interés (personas, grupos, colectivos que son implicados o afectados, de diferente forma, por una organización, sus actividades o proyectos). Su caracterización completa, su implicación activa en el diseño del sistema de gestión y su aporte fundamental para identificar realmente cuáles son los cambios, las transformaciones en sus vidas y entornos que pueden ser catalogados de impactos. Son la voz de la realidad.

Sumando más elementos, adentrarse en la gestión del impacto nos lleva, de nuevo, a tener que aclarar términos que van a estar presentes en todo momento:

  • Insumos o inputs: todos aquellos recursos, materiales, humanos y de capital invertidos en las actividades de la organización, del proyecto, del servicio o la actuación.
  • Actividades: las actuaciones concretas, las tareas y el trabajo llevado a cabo por la organización para generar productos y resultados y alcanzar sus objetivos.
  • Productos, resultados u outputs: los bienes y servicios tangibles que surgen como resultado de cada una de las actividades.
  • Resultados de medio plazo u outcomes: las transformaciones, beneficios, aprendizajes y otros efectos que derivan de las actividades, productos o servicios de la organización.
  • Impacto: los cambios que se producen a largo plazo y con mayor alcance en los que se puede identificar la contribución (no en exclusiva) de la organización (sus servicios, proyectos o actividades).

Teniendo como punto de partida las preguntas y respuestas fundamentales, la implicación de los grupos de interés y los términos básicos, hay algunos marcos que se consideran necesarios para que una organización construya su sistema de gestión y medición de su impacto.

Por un lado, la “teoría del cambio”[14] (el marco más usado en la actualidad en el diseño de un sistema de gestión del impacto) que puede ser construida para un proyecto concreto o para toda una organización a través de un proceso de iteraciones, progresivo, abierto, flexible y dinámico. Permite identificar y formular de forma clara el cambio deseado o la visión de éxito, señalar las condiciones, relaciones y resultados que son necesarios para que se generen esos cambios (las precondiciones para el cambio deseado), establecer las intervenciones necesarias y diseñar un sistema de medición con indicadores vinculados al cambio deseado.

Por otro, el uso complementario de otros marcos existentes para la construcción del sistema de gestión del impacto. Entre ellos el antes señalado European Venture Philanthropy Association[15] (EVPA), el Social Value International[16] (SVI), que pone énfasis en la importancia de entender los cambios que se generan y en incluir en la gestión sólo lo realmente esencial, o el Impact Management Project[17] (IMP), que categoriza diferentes tipos de impactos sociales generados a tres niveles: acciones para evitar causar un daño, acciones que benefician a los grupos de interés y acciones que suponen una contribución a la generación de soluciones a problemas sociales y ambientales.

De forma más reciente se ha incorporado como marco posible en la gestión del impacto[18] la agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)[19] con sus orientaciones e indicadores[20].

En definitiva, gestionar de forma ordenada y sistemática los impactos y medirlos tiene que ver con trabajar sobre cinco dimensiones:

  • Qué: a qué efecto o outcome contribuye la organización, si es positivo o negativo, y qué importancia tiene el resultado para las partes interesadas.
  • Quién: qué grupos de interés están experimentando el efecto o
  • Cuánto: cuántos grupos de interés experimentaron el efecto, qué grado de cambio y durante cuánto tiempo lo experimentaron.
  • Contribución: si los esfuerzos de una organización han dado lugar a efectos probablemente mejores que los que se habrían producido de cualquier manera.
  • Riesgo: probabilidad de que el impacto sea diferente al esperado.

El mix metodológico

Los marcos de gestión del impacto antes señalados requieren, para su aplicación práctica, metodologías y herramientas. Son las que nos permiten medir, valorar y evaluar datos relacionados con el impacto. Las recomendaciones que se pueden encontrar entre quienes están liderando experiencias en todo tipo de organizaciones y proyectos es que para caso hay que construir un “mix metodológico”[21] particular. Las variables a tener en cuenta de cara a la selección del mix metodológico son: la motivación, el objetivo y la utilidad de la medición del impacto social (la respuesta al por qué y para qué), el tipo de entidad que desarrolle la medición del impacto, el ámbito de la medición del impacto social (geográfico y sectorial) y el alcance de la medición del impacto social (cambios superficiales o estructurales, cambios a corto o a medio y largo plazo, cambios en un entorno determinado o a nivel sistémico).

Esto exige que quien diseñe un proceso de medición del impacto ha de conocer y  manejar un buen número de metodologías y herramientas. Algunas de las más habituales son:

  • Social Return On Investment[22] (SROI), que mide el cambio a partir de lo que experimentan y valoran las personas involucradas en los outcomes sociales, medioambientales y económicos, llegando a cuantificar los cambios en términos monetarios.
  • B Impact Assessment[23], que mide, a través de una autoevaluación, la capacidad para generar ganancia y crear valor para las personas involucradas, la comunidad y el medio ambiente.
  • Valor social integral[24], que integra el valor de mercado y el valor de no mercado en el sistema de contabilidad de una organización.
  • Metodologías cualitativas[25] (análisis documental, historias de vida, entrevistas semiestructuradas, grupos focales, estudios de caso, etc.).
  • Análisis contrafactual, con el que se busca saber cuál es el impacto adicional generado por una intervención frente a la situación hipotética en que dicha actuación no se hubiera llevado a cabo.

Un entorno favorable a la gestión del impacto

Finalmente la gestión y medición del impacto, que hemos señalado al inicio del texto como una situación que ha inundado muchas de las organizaciones y nuestros discursos, ha logrado generar un entorno político institucional de soporte muy relevante. Desde hace unos años la Unión Europea[26] genera normativa específica[27] y líneas de actuación concretas sobre este tema[28].

Por un lado, ha hecho una apuesta por la reorientación de flujos de capital hacia inversiones más sostenibles (elaboración de una taxonomía de actividades ambientales[29] y sociales sostenibles, estándares y etiquetas de productos financieros verdes). Por otro, está impulsando la transparencia en la información, la revisión de los modelos de negocio de las organizaciones, y la elaboración de “reporting en sostenibilidad”[30] para que todas las actuaciones sean comprensibles, verificables y comparables, en una lógica de gestión de los impactos sobre los derechos humanos y el ambiente.

A modo de cierre

Al inicio de este texto hacíamos una referencia al concepto “impacto” asociado a la gestión en una lógica de secuencia temporal un tanto rígida y lineal  (resultado-efecto-impacto) aprendida hace más de un cuarto de siglo. Entonces no era imaginable el volumen que alcanzaría ese concepto ni el nivel de complejidad para su incorporación a la vida ordinaria de una organización que quiere medir y conocer cómo contribuye a que la vida de la gente cambie. Porque al final esto del impacto, quitándole ropaje y envoltura, tiene que ver con eso. Poder saber cómo contribuimos o cómo podemos contribuir más a que la vida sea mejor, con mayor dignidad, justicia y en mejores condiciones, para todos y todas y de forma sostenible. Éste es el sentido último de la gestión y medición del impacto, su para qué.

Lugares de interés:

https://www.comillas.edu/catedra-de-impacto-social

ESIMPACT, la Asociación para la difusión y generación de conocimiento sobre la medición y gestión del impacto social. https://www.esimpact.org/impacto-social/

https://www.fundacionseres.org/Repositorio%20Archivos/Informes/20190118_V%20Impacto%20social%20empresas%20DEF.pdf

https://www.comillas.edu/documentos/catedras/impactosocial/propuestas-para-la-medicion-y-gestion-del-impacto-social.pdf

https://www.esimpact.org/wp-content/uploads/2019/11/LIBRO-ESIMPACT-A4inter-20191028-vf.pdf

2]

[3] https://www.esimpact.org/impacto-social/

[4] https://revistas.comillas.edu/index.php/revistaicade/article/view/7266

[5] https://www.youtube.com/watch?v=784o9OrRNEc

[6] https://www.oxfamintermon.org/es/publicacion/Una_economia_para_el_99

[7]https://www.ine.es/dyngs/INEbase/es/operacion.htm?c=Estadistica_C&cid=1254736176807&menu=ultiDatos&idp=1254735976608

[8] https://www.oxfamintermon.org/es/publicacion/el-virus-desigualdad?hsLang=es

[9]https://www.unep.org/es/resources/informe/cambio-climatico-2021-bases-fisicas-contribucion-del-grupo-de-trabajo-i-al-sexto

[10] https://impacteconomyfoundation.org/

[11] https://www.youtube.com/watch?v=kBhwDjoWEcg

[12] https://www.youtube.com/watch?v=vYmYq27Nzes

[13] https://diarioresponsable.com/opinion/31778-dejemos-ya-de-manosear-los-ods

[14] https://dhls.hegoa.ehu.eus/uploads/resources/5020/resource_files/Guia_Teoria_de_Cambio__Retolaza__2009_.pdf

https://www.theoryofchange.org/

[15] https://www.fundaciones.org/EPORTAL_DOCS/GENERAL/AEF/DOC-cw5537916e2a002/GuIa_impacto-EVPA-AEF-2015.pdf

[16] https://www.socialvalueint.org/guide-to-sroi

[17] https://impactmanagementplatform.org/

[18] https://www.pwc.es/es/publicaciones/gestion-empresarial/assets/encuesta-pwc-desarrollo-sostenible.pdf

[19] https://www.undp.org/sustainable-development-goals?utm_source=EN&utm_medium=GSR&utm_content=US_UNDP_PaidSearch_Brand_English&utm_campaign=CENTRAL&c_src=CENTRAL&c_src2=GSR&gclid=Cj0KCQjwkbuKBhDRARIsAALysV4XPcXllQokO0AZmk7AYVS0DLbGBaLbGcQz9VeKLoQtOhX3BVgBs50aAkXtEALw_wcB

[20] https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/progress-report/

https://www.youtube.com/watch?v=EAom2vth4nc

[21]

[22] https://static1.squarespace.com/static/60dc51e3c58aef413ae5c975/t/60f7fad17ba49b2d883aceb2/1626864341778/Guide-in-Spanish3.pdf

[23] https://www.bcorpspain.es/b-lab-es

[24]https://www.geaccounting.org/wp-content/uploads/2020/05/2016-Retolaza-SanJose-Contabilidad-Social.pdf

https://bee.revistas.deusto.es/article/view/2240

[25] http://laaventuradeaprender.intef.es/guias/proyectos-colaborativos

http://www.colectivoioe.org/uploads/b918802f8b7750daf76c787a0a2ce2587d6adf87.pdf

https://www.fondoseuropeos.hacienda.gob.es/sitios/dgfc/es-ES/ipr/fcp1420/e/Documents/Guia8_Evaluacion_cualitativa_ivalua.pdf

[26] https://www.youtube.com/watch?v=G-2LHKCUuzc

[27] https://eur-lex.europa.eu/legal-content/ES/TXT/PDF/?uri=CELEX:52021PC0189&from=ES

[28] https://www.spainsif.es/wp-content/uploads/2021/09/Paper-EU-sustainable-regulation-ES.pdf

[29]https://finance.ec.europa.eu/sustainable-finance/tools-and-standards/eu-taxonomy-sustainable-activities_en

[30]https://finance.ec.europa.eu/capital-markets-union-and-financial-markets/company-reporting-and-auditing/company-reporting/corporate-sustainability-reporting_en