Nº Breve: 08/2023
Introducción
Efemérides como la celebración del el Día Internacional de las Familias el 15 de mayo de o del trigésimo aniversario del Año Internacional de la Familia (IYF+30) en 2024, tienen la misión de visibilizar y recordar la importancia de una institución global y dinámica cuyas transformaciones expresan la diversidad humana y social. El Tercer Sector Social tiene un vínculo directo con las familias y sus situaciones, por lo que dedicamos este espacio a reflexionar sobre los cambios en las familias y los desafíos que esto trae para el Tercer Sector Social de Euskadi (en adelante TSSE).
Concepto histórico de familia y cambios sociales.
¿Qué es una familia? ¿Cómo la definimos? Para abordar la descripción de la familia, acudimos en primer lugar al diccionario de la RAE:
Familia: 1. Grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas. 2. Conjunto de ascendientes, descendientes, colaterales y afines de un linaje. 3. Hijos o descendientes.
Pero quizá esta definición no es suficiente para entender en todas sus dimensiones una realidad relacional, compleja y cambiante. Lo que llamamos familia ha variado a lo largo del espacio y del tiempo: en distintas épocas y sociedades la composición y las funciones de la familia han sido diversas. Y en la actualidad la familia sigue cambiando, adaptándose a los procesos sociales. ¿Qué es, pues, la familia, y cómo son las familias actuales en Euskadi?
Los seres humanos nacemos y nos desarrollamos en familias. Son nuestro ecosistema de origen, nuestra primera red de apoyo, nuestro primer espacio de socialización y de protección social. Tienen un papel fundamental en el desarrollo personal, social y afectivo de sus miembros, así como en su bienestar económico. Son lugar de transmisión de valores, principios, tradiciones y formas de vida (cultura); articulan la sociedad y la configuran. Por ello, las transformaciones que experimentan afectan radicalmente a la sociedad; y, a su vez, se ven afectadas por los cambios sociales.
La familia como institución (es decir, como entidad normativa) comprende a los grupos de personas unidas por consanguinidad, matrimonio o adopción, que conviven e interactúan desde sus distintas posiciones sociales. Las personas de la familia forman parte del mismo hogar pero no necesariamente conviven, con una gran variabilidad entre sociedades o culturas, entre sistemas familiares y en diferentes etapas vitales. Entre los miembros de la familia hay un complejo sistema de interacciones de comunicación, apoyo afectivo, cooperación, aceptación e interdependencia.
Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos la familia es elemento natural y fundamental de la sociedad[1], y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado. Es decir, además de ser una institución de soporte y protección necesita ser sostenida y protegida. Por ello la ONU designó en 1993 el día 15 de mayo como el Día Internacional de las Familias para dar a conocer cuestiones relativas a ellas y reflexionar sobre cómo les afectan los procesos sociales, económicos y demográficos. La ONU describe cómo las familias están cambiando[2] en un contexto de profundas transformaciones económicas, sociales, demográficas y políticas. Los cambios son de alcance global pero afectan de diferentes maneras en distintos lugares del mundo. Algunos temas relevantes en relación con las familias son las leyes de familia, el empleo, el trabajo de cuidados no remunerado, la violencia contra las mujeres y las familias migrantes.
¿Y cómo ocurre esto en nuestro contexto? En el Informe sobre modelos de familia y políticas familiares del 2003[3], el Gobierno Vasco analizaba los procesos y transformaciones vividos por la institución familiar y las que posiblemente se darían en el futuro, para articular una política adecuada a las familias de Euskadi. Posteriormente se promulgó la Ley 13/2008, de 12 de diciembre, de Apoyo a las Familias[4], que define el modelo de familia del que se parte para la organización de la sociedad vasca. En dicho documento se describía que, a lo largo del siglo XX, se ha pasado de la familia extensa, de carácter arcaico-rural, en la que convivían diversas generaciones y cuyas funciones eran la reproducción, apoyo mutuo, transmisión de valores, educación y funciones socioeconómicas de producción y consumo, a la familia nuclear, de carácter moderno-urbano, con un número reducido de funciones compartidas con otras instituciones sociales. Este modelo tiene entidad jurídica y reconocimiento legal, y lo constituye el grupo de convivencia formado por los progenitores (padre y madre) y su descendencia.
Según la perspectiva funcionalista (Parsons[5]), predominante en la década de los 50, la familia nuclear es el tipo de familia que se adapta a la sociedad industrial capitalista y favorece su estabilidad. Se basa en el matrimonio heterosexual (con una clara diferenciación entre rol masculino y femenino) y la reproducción, y se especializa en las funciones de socialización y apoyo emocional, abandonando otras funciones tradicionales de la familia (educación, aprendizaje profesional, cuidado de personas mayores). En los años 60 la crítica feminista revela cómo la familia es también un espacio de reproducción de la desigualdad en el sistema patriarcal.
A partir de los años 70 el modelo conyugal se va desplazando ante los cambios sociales. Las transformaciones de la familia nuclear tienen relación con la incorporación de las mujeres al mercado laboral, la escolarización temprana de los niños y niñas, el distanciamiento entre hogar y lugar de trabajo; y factores como la posibilidad del divorcio, el uso de anticonceptivos o la independencia económica de las mujeres han intervenido en la reconfiguración de las relaciones de poder en la pareja. Tiende a disminuir el número de hijos y el tamaño de la familia; se va generalizando la tendencia a la igualdad de poder, tareas y responsabilidades en la pareja en el imaginario social. Actualmente la vida de pareja no se limita al matrimonio heterosexual (se legitiman otras formas de pareja) ni a la reproducción; tiende a comenzar más tarde y a prolongarse en el tiempo, aunque también han aumentado los divorcios y las segundas parejas, las personas solteras, los hogares unipersonales. Hay más personas mayores dependientes y es más tardía la fecha de emancipación de los hijos e hijas. Las tecnologías de reproducción han roto los vínculos entre sexualidad, reproducción y filiación, dando lugar a escenarios antes inimaginables.
Con todo esto, la familia se reconfigura, y a la vez mantiene su función de socialización, de protección, de nutrición afectiva y de privacidad. Se refuerza el papel identitario de la familia (el espacio y tiempo de la configuración personal previo a la socialización secundaria) y su función de protección de la pareja adulta frente a las amenazas del mundo. Ante la fragmentación social, la familia es el lugar potencial de construcción y destrucción de las identidades personales, conyugales, familiares, étnicas y sociales. También ha profundizado y aumentado su función de cuidadora, tanto con los menores (ampliando el rol de cuidados a los abuelos y abuelas) como con las personas mayores.
La familia es asimismo una unidad socioeconómica básica para la sociedad. Aunque sus funciones, como decíamos, se sitúan sobre todo en el marco afectivo, la familia es el lugar del sostén material de niños y niñas, así como de personas dependientes por edad, enfermedad o discapacidad. Es también un espacio privilegiado de formación y educación en valores y en cultura. El valor económico de la familia queda a menudo invisibilizado, pero, como ha puesto de manifiesto la crítica feminista, es el trabajo no remunerado de cuidados de las mujeres el que sostiene desde la base el sistema de trabajo asalariado desempeñado tradicionalmente por los varones. Es por ello que la política de los cuidados ha de tener en cuenta todo ese volumen de trabajo invisible que se realiza en la familia. La familia es también un colchón económico de resiliencia en situaciones de desempleo o crisis económica.
¿A qué llamamos familia hoy, y a qué protección puede acceder? Los recientes cambios sociales han impulsado transformaciones en el reconocimiento jurídico, ampliando el modelo de familia nuclear. La Ley de Familias 2023[6] trae una reciente propuesta de institucionalización de las nuevas formas familiares. Con ella se añadirían las siguientes tipologías: familia biparental, familia inmigrante, familia monomarental o monoparental, familia en el exterior, familia joven (una persona menor de 29 años y sus hijos/as o dos personas menores de 29 años que tengan un vínculo matrimonial o como pareja de hecho y sus descendientes), familia en situación de vulnerabilidad, familia LGTBI homoparental u homomarental, familia retornada (que ha estado viviendo en otros países), familia con mayores necesidades de apoyo a la crianza, familia intercultural (integrada por personas de distintos entornos culturales o étnicos), familia múltiple (con nacimientos, adopciones o acogimientos múltiples), personas solas, familia reconstituida (alguno de los miembros de la pareja tiene hijos/as de relaciones anteriores), personas unidas en matrimonio, familia transnacional (uno de sus miembros se encuentra en el país de origen y otro/s en el país de destino), pareja de hecho.
Vemos así que la familia está presente en la agenda política y es el centro de articulación de nuevas medidas de protección estructural (permisos de conciliación, ayudas económicas, reconocimiento jurídico). La diversidad de tipologías de familia trae consigo el desafío de adaptar a ello la protección social y las políticas familiares.
En cuanto al alcance global de los cambios, constatamos la existencia de familias transnacionales: aquellas cuyos miembros –en primer grado de parentesco- viven en diferentes países e incluso en diferentes continentes, debido a la distribución global de las oportunidades de trabajo y a la crisis de cuidados. Los problemas y dificultades de estas familias migrantes son un claro ejemplo de desprotección familiar y de necesidad de soporte más allá de la familia (habitualmente suplido por la familia extensa o la red social inmediata). Este es uno de los ejemplos de lo que U. Beck llamaba las familias-mundo[7]: las relaciones íntimas y amorosas que se expanden a lo largo de países, culturas y continentes, de muy diferentes maneras, en las que se encarna el mundo globalizado, incluyendo los conflictos entre los países desarrollados y en desarrollo. Las nuevas tipologías de familia propuestas en la ley del 2023 recogen, como veíamos, familias transnacionales, familias interculturales y familias en el exterior (todas ellas con los desafíos inherentes a la distancia física o cultural entre sus miembros). Las peculiaridades de los distintos tipos de familia y sus diversas necesidades, las contradicciones y posibilidades que traen nos abren preguntas en la sociedad en general y en el Tercer Sector Social.
Además del reconocimiento legal, las familias necesitan políticas de protección. Pueden ser lugar de protección pero también de amenaza: en ella, los derechos de las mujeres o de los menores se pueden fomentar o vulnerar. Pueden ser lugares de amor, cuidado y satisfacción, o espacios de agresión, abuso, desprotección o desigualdad. Las leyes y políticas familiares se van haciendo cargo de estas realidades. Otra forma de apoyo que las familias necesitan se manifiesta en la crisis de cuidados. Recae sobre un núcleo familiar pequeño y sobrecargado la tarea interminable de cuidar de los miembros vulnerables de la misma, y esta situación requiere soporte institucional en la organización del trabajo y en la economía del cuidado (mayoritariamente depositado en las mujeres). La familia sigue siendo un pilar clave en la producción y reproducción del bienestar, y necesita una política familiar que la sostenga.
Papel histórico de las familias en la generación del TSSE
Las familias han sido protagonistas del proceso de articulación y tejido del tercer Sector en Euskadi: son creadoras de organizaciones del tercer sector tanto como destinatarias de las aportaciones y servicios de las organizaciones.
Tenemos conciencia histórica del papel de las familias en el TSSE. El surgimiento y la articulación del TSSE estuvieron impulsados en gran medida por la movilización de familias afectadas por una necesidad común (sobre todo en el ámbito de la discapacidad, de la enfermedad mental y de la salud). Ante problemas o dificultades del entorno personal, las familias se unen y generan asociaciones y colectivos que se ocupan tanto de atender las situaciones concretas como de reivindicar derechos y estructuras de protección para las personas afectadas. Desde la necesidad propia y a partir de un esfuerzo voluntario se constituye un tejido de agentes sociales que dan apoyo a muchas más personas. De acuerdo con datos del 2020, en Euskadi un 47,6% de entidades han sido constituidas directamente por las propias personas y familias destinatarias. Este porcentaje es especialmente alto en los ámbitos de salud (80,7%) y social transversal (75,1%) y en organizaciones que dirigen su actividad a personas con discapacidad (81,7%)[8].
Cuando surge una situación de crisis (una enfermedad grave, una discapacidad física, intelectual o del desarrollo, una situación de adicción o drogodependencia, entre otras) el primer lugar en el que impacta es la familia. La familia absorbe el impacto, se resiente por ello, y busca soluciones. En esos momentos el papel de las organizaciones es clave, como espacios de escucha, información, orientación, soporte y acceso a recursos.
Cuando se trata de enfermedades o condiciones diagnosticadas en la gestación o en el nacimiento (como es el caso de la discapacidad intelectual, o algunas enfermedades) el acompañamiento se realiza durante toda la vida. Las organizaciones del TSSE cuentan con programas y actividades que tratan de abarcar las necesidades de las distintas etapas vitales de las personas y de sus familias: estimulación temprana, formación para el empleo, programas de ocio y autonomía personal, recursos residenciales o de tutela, etc. Es una importante pregunta para las familias qué sucederá con los hijos o hijas dependientes cuando ellos falten, y las organizaciones del sector han ido desarrollando los dispositivos adecuados para ello.
En otras ocasiones hay un diagnóstico de enfermedad en la edad adulta, o un origen traumático (por accidente). Tanto la persona afectada como su familia tienen que aprender a vivir de nuevo, con nuevas claves, con limitaciones, riesgos, necesidades, y grandes retos psicológicos en el afrontamiento del proceso.
Las organizaciones del TSSE tienen en ello un papel fundamental: ofrecen una información completa sobre las situaciones a partir de la experiencia de otras personas implicadas en ellas. Pueden ofrecer acompañamiento en hospitales, conocimiento sobre ayudas técnicas, servicios profesionales especializados, conocimiento de los recursos públicos asistenciales… y también, muy importante, orientación y apoyo a las familias. El Tercer Sector Social genera una red comunitaria en torno a las diferentes problemáticas sociales y sanitarias. Genera espacios de ayuda mutua, de apoyo psicológico, de formación especializada y de respiro familiar (a través de actividades de ocio para personas dependientes y de cuidado para personas cuidadoras). También en el ámbito social transversal: en la atención a personas y familias migrantes o refugiadas, a minorías étnicas, a familias numerosas, monoparentales/monomarentales, y al colectivo de padres o madres separadas.
En los años 70, a partir de la teoría de los sistemas familiares y la teoría de sistemas ecológicos, se sugiere que el desarrollo individual está influenciado por un sistema concéntrico de contextos familiares y ambientales. La familia se revela como importante agente e interlocutor de los profesionales en la intervención social. Se va articulando una práctica centrada en la familia, es decir, dando autoridad y capacitación a las familias para actuar dentro de sus contextos. Este proceso se va afianzando y desarrollando hasta la actualidad. En la reciente definición de los nuevos baremos de discapacidad, presentada en septiembre del 2023 por Plena Inclusión, se ha destacado el papel de la familia como elemento principal de apoyo para las personas con discapacidad. Este reconocimiento implica que en la consideración de la propia definición de discapacidad tienen un papel fundamental; se avanza hacia modelos teóricos[9] en los que la discapacidad tiene que ver más con el funcionamiento adaptativo (incluyendo la participación, la interacción y el contexto de la persona), y esto tiene relación directa con los apoyos disponibles. La discapacidad se plantea como una interacción entre la persona y su contexto. La familia es la principal fuente de apoyo para estas personas (“una unidad de apoyo social en funcionamiento que cría y protege a sus miembros[10]”). Así, en el entorno de la discapacidad intelectual se plantea el Enfoque Centrado en la Familia[11] como modelo teórico y práctico para la intervención social con la discapacidad. Se considera a la familia como una red dinámica de relaciones recíprocas, mayor que la suma de sus partes, parte de un sistema social más amplio y en la que todos los miembros se afectan entre sí.
Además de sus aportaciones en la intervención, el Tercer Sector Social se ha ido articulando como agente social e interlocutor válido con las administraciones públicas en la provisión de recursos y servicios. Esto no solo le permite apoyar de manera integral a las familias, sino también ejercer una función de denuncia, crítica, reivindicación y reconocimiento de los derechos de las personas afectadas. Muchas situaciones que antes se vivían ocultas en el espacio doméstico son ahora parte de la agenda pública gracias a la movilización generada por las organizaciones del Tercer Sector Social.
Las familias como destinatarias
Como vamos viendo, las familias son tanto agentes como destinatarias de la actividad del sector. En el ámbito sociosanitario, el proceso y la iniciativa de algunas familias redunda en el beneficio de otras, que reciben el conocimiento, los recursos y el soporte en las situaciones de vulnerabilidad. Las familias de personas con discapacidad, enfermedad mental o dependencia son atendidas y apoyadas por organizaciones del Tercer Sector Social. Según el Barómetro de 2021, un 43,3% de las entidades sociales de Euskadi dirigen su actividad a la infancia, la adolescencia y las familias; un 27,9% atienden a personas con discapacidad y sus familias; y el 19,5% por ciento de ellas atienden directamente a familias[12].
Pero no solo en ese ámbito: también encontramos en el Tercer Sector Social un importante espacio de cobertura de las necesidades socioeconómicas de las familias en situación de vulnerabilidad. La protección afectiva que necesitan personas menores institucionalizadas puede cubrirse a través de procesos de acogimiento y adopción, y la integración de familias de personas migrantes o refugiadas también se propicia desde proyectos del Tercer Sector Social. Las familias que sufren maltrato o violencia de género encuentran apoyo y recursos a través de las organizaciones. La familia, que es lugar de protección, puede ser también espacio de peligro y amenaza, y el Tercer Sector Social es una respuesta válida para situaciones que requieren ser detectadas, denunciadas y abordadas. Por último, las familias de colectivos discriminados se benefician de las intervenciones del Tercer Sector Social en la sensibilización, formación, orientación y denuncia.
Probablemente las familias también tendrán un papel fundamental en el futuro del Tercer Sector Social, desde las nuevas formas que están desarrollando, e incluyendo dimensiones y formas de convivencia que van más allá de la consanguinidad. La familia actual, con un formato cada vez más reducido, tiene su mínima expresión en el vínculo monoparental/monomarental, que no necesariamente ha de ser consanguíneo (la unidad madre/hijo o padre/hijo puede ser adoptiva). Al mismo tiempo la forma de la familia se expande y diversifica con las familias reconstituidas, los matrimonios homosexuales, la adopción y el acogimiento. Y surgen otras formas de convivencia, a partir de una combinación de necesidad, imaginación, institución y tradición: vivienda compartida entre estudiantes, entre redes de migrantes (familias y trabajadores), entre personas jóvenes y mayores, cohousing y cohousing senior, residencias de mayores de nuevo modelo, viviendas tuteladas, viviendas de inserción, de acogida, etc. Algunas de estas formas de agrupación tienen una duración transitoria, pero otras pueden adoptar formatos de largo plazo que no tienen entidad jurídica, y que, sin embargo, pueden tener un papel fundamental de socialización, apoyo emocional y socioeconómico; en suma, de protección social (una de las funciones de la familia). El Tercer Sector Social no sólo ha de tenerlas en cuenta para continuar su misión en el futuro: también es el espacio en el que nuevas formas se generan y se consolidan (es parte de su aportación social en innovación). Muchas de estas nuevas formas de convivencia tienen una pretensión sustitutoria (cubrir temporalmente la función de la familia), pero, como decimos, pueden llegar a fundar procesos de largo plazo.
Tercer Sector Social y familias: retos para el futuro
Dicho todo lo anterior ¿qué tiene por delante el TSSE en relación con las familias y las transformaciones que en éstas suceden y se materializan? ¿A qué nos toca prestar atención, intención e imaginación para seguir construyendo equidad, justicia y oportunidades sociales?
–Aproximarse a la experiencia de familia: continuar investigando e innovando para generar espacios residenciales y relacionales que ofrezcan a las personas vulnerables o dependientes una experiencia semejante a la de la familia.
–Acoger la diversidad: comprender y sostener las diferentes formas de ser familia en la actualidad, y la metamorfosis silenciosa y poderosa que esto supone. Analizar críticamente el impacto de los cambios sociales y su potencialidad social. Y ofrecer, desde la identidad propia del sector, respuestas y recursos más allá del mercado. El Tercer Sector Social tiene el desafío de hacer otro tanto desde sus propias claves: hacer de estos cambios ocasión de nuevas solidaridades, de nuevos tejidos sociales, de nuevas redes de apoyo y de innovación.
–Reforzar a las familias en su función educativa: apoyar el espacio familiar como lugar de crianza segura y respetuosa, contribuir a la formación de las familias y de las personas jóvenes, favorecer las relaciones de buen trato y la sensibilización sobre relaciones intergeneracionales positivas.
–Proteger a las personas más vulnerables: ésta sigue siendo una necesidad apremiante. Tanto las personas sin familia y sin hogar como las familias desprotegidas (por la precariedad económica, ambiental o social, por la violencia interna o externa) siguen necesitando apoyos, atención e intervención.
–Diálogo con otros agentes sociales: el Tercer Sector Social necesita y necesitará compartir la responsabilidad de apoyar a las familias con la administración pública y con otros agentes sociales para que los cuidados, la conciliación, la sostenibilidad ecológica y económica y la protección social sean una garantía real para toda la ciudadanía.
–Mantener la función crítica: el Tercer Sector Social tiene también ante sí la tarea de velar por que el debilitamiento del estado de bienestar no haga recaer sobre las familias el peso de la protección social. Esto implica tener despierta y viva la función crítica y de denuncia propia del sector. E incluye respetar y hacer respetar los derechos y la privacidad de las familias, y respaldar la posibilidad de tomar decisiones de manera personal y familiar respecto a la propia situación.
–Cuidar las familias de organizaciones: el Tercer Sector Social tiene más fuerza y capacidad de incidencia cuando funciona en red y en redes de redes (podemos decir, en familias de organizaciones que se vinculan entre sí). Reforzar y ampliar estas redes es una dimensión importante para el futuro del sector.
–Celebrar la participación de las familias y su contribución social, educativa y transformadora: las familias son un importante espacio en el que se materializan los cambios. La igualdad, el consumo ecológico, las decisiones, las relaciones de respeto, el aprendizaje de la justicia… suceden en la familia, y desde ella se expanden. El Tercer Sector Social puede reconocer y celebrar la oportunidad que supone que tantas familias, y tan diversas, lo constituyan y lo sostengan.
[1] ONU (10 diciembre 1948), Asamblea General, Declaración Universal de Derechos Humanos, 217 A (III), Artículo 16.3. https://www.refworld.org.es/docid/47a080e32.html.
[2] ONU Mujeres (2020). El progreso de las mujeres en el mundo 2019-2020. Familias en un mundo cambiante. https://www.refworld.org.es/pdfid/5d127c654.pdf
[3] Departamento de Justicia, Empleo y Seguridad Social, Gobierno Vasco (2003), Informe sobre modelos de familia y políticas familiares, INFORME MODELOS FAMILIA DEF. PARLAMENTO 24-02-2003_CAST. (euskadi.eus)
[4] BOPV num. 246, del 24 de diciembre del 2008, p. 31925. https://www.legegunea.euskadi.eus/eli/es-pv/l/2008/12/12/13/dof/spa/html/webleg00-contfich/es/
[5] Parsons, T. (1955). The American Family: Its Relations to Personality and to the Social Structure. En T. Parsons & R. Bales (Eds.), Family. Socialization and Interaction Process (pp. 3-33). Glencoe, Ill: The Free Press.
[6] La ley está pendiente de su publicación en el BOE. Las medidas de conciliación propuestas se han publicado en el Real Decreto-ley 5/2023, del 28 de junio. (BOE num. 154, del 29 de junio del 2023, pag. 90565. https://www.boe.es/eli/es/rdl/2023/06/28/5)
[7]U. Beck y E. Beck-Gernsheim (2012), Amor a distancia, Barcelona, Paidós
[8]Libro Blanco 2020. https://3seuskadi.eus/wp-content/uploads/LibroBlanco_DEF_2019-2020_es-comp.pdf
[9] Modelo teórico del retraso mental de Luckasson, en I. García Alonso (2005), Concepto actual de discapacidad intelectual, Intervención Psicosocial 2005, vol. 14, nº3, pag. 260. Disponible en: https://journals.copmadrid.org/pi/archivos/100008.pdf
[10] L. Leal (2008), Un enfoque de la discapacidad intelectual centrado en la familia, Cuadernos de Buenas Prácticas FEAPS. https://www.plenainclusion.org/publicaciones/buscador/cuaderno-de-buenas-practicas-un-enfoque-de-la-discapacidad-intelectual-centrado-en-la-familia/
[11] Villaescusa, M., Martínez-Rueda, N., Yurrebaso. G. (2022), Enfoque centrado en la familia en las entidades con discapacidad intelectual y del desarrollo: conceptualización orientaciones para la puesta en práctica. Zerbitzuan, nº 76, pp 47-58. Disponible en: https://www.zerbitzuan.net/documentos/zerbitzuan/Enfoque_centrado_en_la_familia.pdf
[12] Observatorio Vasco del Tercer Sector Social (2021), Barómetro 2021 del Tercer Sector Social de Euskadi. Informe_BAROMETRO2021_DEF.pdf (3seuskadi.eus)