Fecha: 20/03/2024
Fuente: Noticias de Navarra
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La exclusión residencial también tiene una dimensión de género y afecta de manera distinta a mujeres que a hombres. Entre las personas sin hogar, quienes están en situación de calle son mayoritariamente varones, mientras que las mujeres son las principales víctimas del “sinhogarismo encubierto”.

Porque esta problemática no solo aglutina a quienes duermen en un banco o en un cajero, también contempla la precariedad habitacional, la falta de autonomía y de seguridad en la vivienda, los alquileres sin contratos y los alojamientos a cambio de sexo, y eso lo padecen de manera mayoritaria las mujeres.

Con el fin de arrojar luz sobre ese sinhogarismo encubierto, desde la Universidad de Deusto realizaron un estudio en la CAV con 155 mujeres que acudían a Askabide, una asociación que trabaja por la inclusión de personas que ejercen la prostitución, y cuyos resultados fueron clarificadores.

“Con el estudio vimos que la situación de calle es el último recurso para las mujeres, que agotan todas las vías posibles antes de llegar a ese punto. Por eso el sinhogarismo femenino es menos visible, porque no se manifiesta en la vía pública”, explicó este martes Itziar Gandarias, profesora de Psicología de la Universidad de Deusto, que, junto a sus compañeros docentes Miguel Ángel Navarro y Alba García-Cid, detalló los resultados del estudio en las jornadas de exclusión residencial organizadas por la Red de Lucha contra la Pobreza en Navarra.

Según apuntó Gandarias, las mujeres son más propensas a tirar de su red social en caso de necesidad y dormir en casa de familiares, amigos o compañeras de trabajo, pero muchas veces esas situaciones también generan una fuerte desprotección. “Cuando abres el melón del sinhogarismo vemos que muchas mujeres, aunque tengan techo, no tienen una estabilidad en la vivienda, no controlan quién entra o sale de la casa en la que vive, muchas trabajan en la misma vivienda y algunas consiguen alojamiento a cambio de sexo”, expuso la profesora, que señaló que todo esto tiene un fuerte impacto en la salud mental de las mujeres, además del hecho de que “compartir vivienda con gente que no conoces, con el riesgo de sufrir agresiones sexuales que conlleva”. “Al final, el lugar más peligroso para las mujeres sigue siendo el hogar”, afirmó Gandarias.

Los resultados

En la investigación que llevaron a cabo en la CAV tuvieron en cuenta tres aspectos: el dominio físico –disponer de una vivienda adecuada para satisfacer las necesidades de una persona–, el dominio social –poder mantener la privacidad y disfrutar de las relaciones sociales– y el dominio legal –poder contar con la posesión exclusiva y la seguridad de la ocupación–. En base a ellos realizaron un cuestionario a 155 mujeres usuarias de la asociación Askabide y los resultados los expuso ayer Navarro: “La mayoría de mujeres eran de Latinoamérica o del África subsahariana; más de la mitad eran irregulares, el 67% no tenía menores a cargo y el 35% ejercía la prostitución”.

Asimismo, el 40% reconoció haber dormido alguna vez en la calle y el mismo porcentaje haber realizado prácticas sexuales a cambio de alojamiento. “En lo relativo al dominio social, llama la atención que el 44% de las mujeres no controlaba quién entraba o salía de sus casas; un 20% refería tener baja intimidad y un tercio consideraba que no vivía en un espacio seguro”, sentenció Navarro.