Tras 25 años ininterrumpidos, la falta de voluntarios ha llevado a que este año no se haya podido celebrar el clásico Sagardo Eguna de Irun. De no encontrar relevo, esta misma situación se vivirá el próximo curso en Usurbil, puesto que sus organizaciones ya han anunciado que la edición de este año será la última que ellos pongan en marcha. Gipuzkoa ha sido tradicionalmente un territorio propicio para el voluntariado, pero los tiempos cambian y, con ello, la forma de entender esta actividad altruista. De este modo, aunque el número de personas voluntarias desde la pandemia ha subido un 4,5%, la percepción desde las organizaciones es que cada vez hay menos tiempo para participar y los apoyos son más puntuales.
En la actualidad, Gipuzkoa cuenta con 1.231 organizaciones y 48.598 voluntarios. Según el último Estudio sobre Voluntariado y Otras Formas de Participación Social del Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno Vasco, además, el voluntariado en el territorio creció de un 14% en 2017 a un 18,5% en 2023. No obstante, tal y como señala Miren Gurrutxaga, coordinadora del servicio de voluntariado Gizalde, la impresión general es que cada vez es más difícil encontrar con personas comprometidas. “¿Qué por qué es así? Es la gran pregunta que nos hacemos todos. Yo creo que es una mezcla de varios factores, pero, sobre todo, de que, aunque aquí siempre ha habido un voluntariado activo, ahora es más ocasional que nunca”, responde.
Así se desprende también del propio informe del Gobierno Vasco, que revela que el voluntariado ocasional ha crecido en los últimos años del 5,2% al 7,6%. “El estilo de vida actual ha cambiado. Vivimos en una falta de estabilidad en todo, a nivel laboral, pero también emocional, personal, familiar… Cuesta más que nunca encontrar tiempo para comprometerse”, asegura Gurrutxaga.
A ello hay que sumar que también el ocio ha cambiado, con cada vez más opciones para pasar el tiempo libre, lo que ha llevado a relegar el realizar acciones de manera desinteresada a un segundo plano. “También creo que antes el voluntariado estaba mejor visto. Ahora le falta reconocimiento y hacer algo gratis se ve como algo que no merece la pena”, opina la coordinadora de Gizalde, desde donde ofrecen un servicio de orientación tanto a las personas que desean ser voluntarias como a las organizaciones que buscan recursos y apoyos.
Una de estas entidades es Adinkide, un proyecto sin ánimo de lucro cuyos voluntarios ofrecen compañía, apoyo efectivo y amistad a las personas mayores. “Hemos notado que desde la pandemia la gente está más concienciada. Hay más interés, pero éste es más limitado. No se ofrece tanto tiempo de calidad y tan fehaciente. Para cosas puntuales sí, pero falta continuidad”, asegura Miryam López, responsable de Adinkide en Gipuzkoa.
En 2023 esta asociación contó con 133 voluntarios cuando en 2019 la cifraba se situaba en 51. No obstante, desde Adinkide viven “un momento de incertidumbre”, ya que la mayoría de estos voluntarios son personas mayores que necesitan un relevo generacional que no se vislumbra en el horizonte. “Los jóvenes vienen, pero una vez que empiezan su vida profesional dejan de hacerlo. La franja más complicada siempre es la de entre los 25 y los 40 años. Muchas personas quieren ayudar, pero falta la parte de compromiso anual”, agrega.
En busca del relevo
Una de las piedras angulares de Cáritas en Gipuzkoa es el voluntariado. Cada año en torno a mil voluntarios participan en las diferentes actividades que organizan, desde la primera acogida a inmigrantes en las parroquias hasta acciones más puntuales como, por ejemplo, el Roscón Solidario de Navidad o el campeonato de fútbol solidario de Martutene. “A veces hay un desconocimiento sobre en qué se puede ayudar o no. La gente viene a las charlas informativas con la intención de saber en qué se necesita ayuda y ver si les encaja o no, cuando son ellos los que pueden decir en que pueden ayudar”, observa Lide Álvarez, de Cáritas Gipuzkoa.
Según detalla, en el territorio existe “un voluntariado comprometido desde hace años”, pero parte únicamente de las personas jubiladas. “Cuesta llegar a los jóvenes y no sabemos por qué. Quizás sea por desconocimiento o porque hay una tendencia general de un nuevo compromiso solo para cosas puntuales. Hemos hecho un plan de voluntariado para tratar de superar ese reto, conseguir un relevo o que los jóvenes se comprometan más”, agrega.
En la misma línea trabajan en Atzegi, la asociación guipuzcoana en favor de las personas con discapacidad intelectual, que cuenta con una base de datos de voluntarios que asciende a 370 personas. “Muchos lo hacen únicamente en periodos vacacionales y están con nosotros dos o tres años como mucho, por lo que se requiere un relevo constante”, comenta Olatz Miranda, responsable de voluntariado de la asociación.
Gracias a estos voluntarios, los usuarios de Atzegi pueden realizar diferentes actividades de ocio, desde excursiones de fin de semana hasta planes culturales y deportivos entre semana. También les permite cada año garantizar las vacaciones. “Les explicamos de qué forma pueden participar. Vienen muchos jóvenes, incluso de 17 años, a los que les aconsejamos que empiecen por algo más suave que un verano, que es más intenso. Muchos lo hacen, además, durante su periodo universitario”, explica.
Desciende la acción social
Otro de los cambios significativos que ha vivido el voluntariado en estos últimos años tiene que ver con el ámbito de actuación de las organizaciones. Así, mientras que todo lo relacionado con lo cívico y lo deportivo ha subido –del 3,4% de 2012 al 13,1% en 2023–, el apoyo a la acción social ha caído –del 35,2% en 2012 al 16% en 2023–. “Aunque todo el voluntariado es positivo, da la sensación de que somos más individuales. Nos interesa más ayudar en algo que nos genera un beneficio personal que en algo que genera un beneficio colectivo”, explica Gurrutxaga.
Para la coordinadora de Gizalde, esta realidad necesita una reflexión interna. “La percepción general es que falta un relevo de gente comprometida. Está bien que se quiera ayudar en cosas puntuales, pero no se va a dar una presidencia o una tesorería a alguien que solo ayuda de este modo. Las organizaciones deben adaptarse a esa realidad y buscar espacios para garantizar una mínima estructura de voluntarios”, opina.
“Tratamos de conectar con la gente para que pruebe. Al ser voluntario generas comunidad y se acaba beneficiando uno mismo. Te conviertes en parte de un grupo y eso es más que ayudar a alguien durante un solo día. Los que lo prueban se dan cuenta de que se gana una experiencia. Al final, el primer paso suele ser el más difícil”, explican desde Adinkide, mientras que desde Cáritas señalan que “aunque hay tendencias que ya no se pueden cambiar”, los últimos voluntarios llegan con nuevos conocimientos que hay que aprovechar.
Así también lo entienden desde Gizalde y animan a todos los interesados en ser voluntarios a acercarse a sus oficinas o visitar su página web. “Ser ciudadanos nos da derechos, pero también responsabilidades y una de ellas debería ser la de querer mejorar mi entorno. Creo que por eso es importante visibilizar todo, darlo a conocer y tratar de ayudar”, aseguran.