La crisis de principios de los años noventa del pasado siglo destruyó empleo y acarreó problemas de vivienda. En las zonas más sensibles de nuestras localidades, el impacto en las familias fue rápidamente percibido por los servicios de asistencia social así como por los propios centros escolares. En ese contexto surgió Tximeleta.
Mónica Martín, responsable del área de Relaciones Familiares de Cáritas Bizkaia, explica que Tximeleta es “un proyecto de apoyo socioescolar que nace en 1994, uno de los primeros que pone en marcha Cáritas, tras detectarse casos de infancia en situación de vulnerabilidad”. Mariluz Mingolarra, coordinadora del voluntariado de Tximeleta, recuerda que “empezamos con seis o siete familias y unas diez niñas y niños. Trabajamos con el voluntariado para que se apuntaran y se produjo una muy buena respuesta. Cada año, han ido aumentando las familias y también los menores”. Últimamente suman 55 niñas y niños de unas 40 familias. Las y los escolares se suelen mantener en Tximeleta durante varios cursos: entran en primero o segundo y continúan hasta los 14 años.
La lucha contra la vulnerabilidad mediante la educación no formal y la dotación de herramientas emocionales y afectivas se desarrolla en los ocho espacios, que pueden ser aulas, lugares de reunión o de distintas actividades, sitos en la parroquia de San Antón. Por ahí pasan las y los peques dos días a la semana, lunes y miércoles o martes y jueves, después de salir del cole, de cinco y media a siete y media.
Espacio de encuentro durante el curso
“Generamos un espacio de encuentro: hablamos de cómo ha ido en la escuela, qué es lo que han hecho, su comportamiento, si ha habido conflictos y todo eso; después, nos volcamos en el apoyo escolar, principalmente en los hábitos de estudio, les animamos y acompañamos a hacer los deberes”, relata Mariluz Mingolarra. “Reservamos un ratito para el tiempo libre educativo, o sea, para jugar, porque el juego es una herramienta más de las que utilizamos para el trabajo en habilidades sociales, el respeto, las normas y la convivencia”, añade Mónica Martín. Resultan frecuentes los problemas para entender el euskera e, incluso, las dificultades relativas a la comprensión lectora en castellano. Sin comprensión lectora es imposible, por ejemplo, solucionar un problema de matemáticas. Gracias al voluntariado, las lecturas se realizan por párrafos muy breves que facilitan la comprensión. Hace tres décadas, toda la tarea la abarcaban con un grupo de seis personas voluntarias. Actualmente Tximeleta cuenta con doce, además de cuatro educadoras contratadas por el programa Caixa Proinfancia, cuya labor permite dar continuidad y seguimiento a la intervención. “Participan también otros cuatro o cinco estudiantes de la Universidad de Deusto que realizan una experiencia de aprendizaje y servicio, de participación y valores, a la que dedican unas horas a la semana; la universidad se lo reconoce dentro del cómputo de créditos”, detalla Mónica Mártín.
Colonias de verano
Tximeleta no descansa con el fin del curso. En verano, cada mes de julio, organizan colonias abiertas. Los primeros años se acercaban a 150 las y los escolares que se inscribían. “Ahora son 70, hemos reducido el número porque las colonias se han generalizado y no queremos que dupliquen aquí y en el Ayuntamiento, por ejemplo. Se trata de colonias de mañana que posibilitan un espacio de conciliación a las familias que tienen sus trabajitos y que aprovechamos para reforzar el tema de hábitos, de comportamiento, de conducta, de relaciones, que venimos trabajando durante el año”, detalla la responsable del área de Relaciones Familiares de Cáritas Bizkaia.
El programa, además de apoyar a los escolares, acompaña a las familias. A menudo, carecen de red social aquí y tampoco van sobradas de otras herramientas vitales. Tximeleta les proporciona ayuda, realiza cada trimestre sesiones formativas y encuentros grupales sobre asuntos relacionados con la educación de las y los menores. “Llegamos hasta donde podemos y, si no, les derivamos Cáritas, tanto a los servicios sociales como al psicólogo o a los servicios jurídicos. Ahora mismo vengo de acompañar a una familia”, apunta Mariluz Mingolarra.
La recientemente aprobada ley vasca de Atención y Protección a la Infancia y la Adolescencia, que se suma a la de ámbito estatal, ha generado un nuevo marco en torno a las personas menores. “Ese es uno de los retos que se nos abre. Por eso hemos incorporado un plan de protección y prevención de la violencia hacia la infancia dentro de la entidad, que nos hace situarnos también tanto con las familias como con los niños y las niñas de forma diferente. Esa es una vía de trabajo importante de cara a los próximos años”, adelanta Mónica Martín. Otra de las nuevas cuestiones detectadas es la de la soledad no deseada en menores. “Damos, por supuesto que las niñas y niños son felices y se relacionan y están muy contentos, pero siempre siempre es así. Ver qué les está pasando y cómo lo están viviendo es una parte importante que nos proprcionará otras claves para el futuro”, añade.
Concluye Mariluz Mingolarra subrayando que las y los escolares “suelen venir muy contentos, esto es como una segunda casa; dicen que son de Tximeleta, para ellos es una referencia muy bonita.