Autor/a: Observatorio Vasco del Tercer Sector Social
Nº Breve: 02/2022

Claves identificadas en el Libro Blanco del TSSE 2020

En el Libro Blanco del Tercer Sector Social de Euskadi de 2020[1], además de recoger los principales datos diagnósticos sobre el Tercer Sector Social de Euskadi (en adelante TSSE), abordamos los más destacados elementos de reflexión del sector en los distintos aspectos o dimensiones que lo componen y tratamos de identificar los principales retos que el sector tiene ante sí.

Junto con el análisis de los datos de 2019, el Libro Blanco de 2020 ofrece una radiografía clara del sector previa a la pandemia del covid-19 que irrumpió en marzo de 2020. Es por lo tanto un diagnóstico previo a la crisis derivada de la pandemia. Sin embargo, las reflexiones que se pueden extraer de él, completados con otras reflexiones que hemos trabajado en otros informes[2], permiten identificar retos válidos para y compartidos por las organizaciones del TSSE.

En un breve anterior se abordaron los retos relacionados con la identidad y la actividad de las organizaciones, y en éste nos ocuparemos de la situación de las personas y de los recursos económicos de las organizaciones del TSSE.

 

Retos del TSSE en clave de Personas

Durante el período 2014-2019 se constata un crecimiento en el volumen de personas que componen los equipos de trabajo de las organizaciones, tanto del personal profesional como del voluntariado. El personal remunerado aumentó en 2.618 personas (de 35.907 a 38.5259) y el voluntariado tuvo un incremento de 33.396 (de 125.203 a 158.599). No obstante, la sostenibilidad social de las organizaciones (que ya se manifestó en el Libro Blanco del 2015) sigue siendo un reto. Este reto incluye asumir los cambios en las formas de participación social, el relevo generacional en las organizaciones, y las nuevas o distintas formas de vinculación de la ciudadanía con las organizaciones. Por ello, las organizaciones tendrán que propiciar la conexión con la ciudadanía, buscar complicidad, movilizar y canalizar la participación social, para integrar a las personas en su labor de transformación.

La sostenibilidad social de las organizaciones implica, por un lado, la vinculación de las personas  con los valores e identidad de las mismas; y por otro, la vinculación social de las organizaciones con la ciudadanía, el territorio y los grupos sociales que alimentan su base social.

La vinculación y el compromiso de las personas se han hecho manifiestos durante el periodo de emergencia social: la entrega y profesionalidad del personal remunerado y la proximidad e implicación del voluntariado así lo confirman. Desde la dirección de las entidades se ha procurado el cuidado de las y los profesionales con nuevas líneas de trabajo, recolocaciones, generación de apoyos, etc.

Por otro lado, mantener viva y ágil la conexión de las organizaciones con la sociedad civil refuerza al sector y su legitimación social. Y genera, además, un contexto de conocimiento y confianza bidireccionales, en el que las organizaciones y la ciudadanía se aportan y nutren mutuamente. El TSSE es un agente social cercano a las personas, a las que les ofrece oportunidades para la transformación social, para colaborar en favor de una sociedad más solidaria y justa. Esto contribuye a legitimar al TSSE como un actor social de relevancia.

La sostenibilidad también supone estimular la participación de las personas voluntarias y remuneradas (ofrecer a las personas espacios de co-creación y de trabajo colaborativo en un proyecto compartido) y orientar la participación hacia la transformación social (para generar respuestas socialmente relevantes).

Como decíamos antes, ha crecido el número de personas voluntarias y remuneradas en el TSSE, si bien de manera diferente: el crecimiento en el número de personas remuneradas ha sido proporcionalmente mayor que el de personas voluntarias. Esto podría estar apuntando a una nueva configuración del sector en términos de relación entre voluntariado y personal remunerado. En este sentido, se plantea un doble reto:

  • Por un lado, mantener la identidad del sector reconociendo la importancia del voluntariado y haciendo partícipes a las personas voluntarias del proyecto de la organización.
  • Por otro lado, entender los cambios en los estilos de vida y las pautas sociales de participación, y buscar nuevas vías para conectar con la ciudadanía, acercando la actividad de las organizaciones y ofreciendo cauces diversos para participar en ella.

La participación social ha experimentado en los últimos años cambios en sus prácticas y expresiones. Se habla de pereza solidaria o de participación líquida, que ponen de manifiesto nuevas pautas en las que la participación se está materializando y que llevan a las organizaciones a repensar el propio concepto de voluntariado y a reflexionar sobre la articulación y evolución de la participación social. El voluntariado ocasional del TSSE ha crecido notablemente en los últimos años, con una vinculación más esporádica y líquida (colabora ocasionalmente con varias organizaciones en vez de vincularse estrechamente con una sola, y a través de nuevos canales de participación: recogida de firmas online, aportaciones en crowdfounding…). Los nuevos estilos de vida ya no parecen fomentar maneras de participación tan estables y duraderas.

El reto para el TSSE es entender e integrar en las organizaciones nuevas expresiones y prácticas de la participación social, recogiendo las distintas formas de participación: cuánto tiempo dedican y durante cuánto tiempo lo hacen, cómo participan, qué tarea desempeñan, etc. Asimismo, las organizaciones tienen ante sí el desafío de ofrecer distintas propuestas de valor a los distintos perfiles de voluntariado, en especial a aquellos más ocasionales, más líquidos, y adaptarse a estos cambios. Siendo flexibles, estando abiertas y buscando nuevas formas de vehiculizar la participación social de maneras más fluidas y diversas. Esto implica entender la participación como un continuo con varios niveles de implicación que se van transformando según coyunturas, momentos vitales, compromisos, etc.

En lo que respecta al crecimiento en el volumen de personas remuneradas, parece que ese crecimiento se produce en organizaciones de cierto recorrido que, superada por lo menos parcialmente la etapa de crisis de la década anterior, han podido incorporar a más personas en sus equipos de trabajo. En este punto el reto es vincular activamente a las nuevas personas remuneradas a las organizaciones, compartiendo los valores y la misión de las mismas, transmitiendo la cultura organizacional y su identidad; y al mismo tiempo recoger los saberes y maneras de hacer de las personas que se incorporan, haciéndoles partícipes del proyecto. Es decir, contar con espacios de transmisión, de generación y de co-construcción de identidad.

Otra cuestión importante en el análisis de las personas de las organizaciones es una tendencia que se identifica claramente: la feminización del sector. La actividad del tercer sector, orientado al cuidado y acompañamiento de personas y colectivos vulnerables, es desarrollada mayoritariamente por mujeres, tanto profesionales como voluntarias. Esta tendencia, derivada de la asignación cultural de los roles de género, se ha acentuado en el último periodo.  Las tareas de cuidado se asocian antropológica y socialmente a las mujeres. Esto explica que las mujeres sean mayoría entre la población ocupada de aquellos sectores que, como éste, están íntimamente ligados a los cuidados: servicios sociales, salud…

Las mujeres siempre han sido mayoría en las organizaciones del TSSE. Los Según datos comparativos del TSSE de 2014 y 2019, esa tendencia se ha acentuado: más mujeres trabajando de forma voluntaria o remunerada en una actividad culturalmente considerada como de mujeres. Este hecho apela a una profunda reflexión dentro del TSSE y plantea el desafío de poner en valor los cuidados y a las personas, mujeres en su mayoría, que los llevan a cabo en las familias, las organizaciones o instituciones y el conjunto de la sociedad.

Los cuidados, históricamente invisibilizados, son fundamentales para la reproducción social y para la creación conjunta de una sociedad económicamente desarrollada, solidaria y cohesionada. La crisis del covid-19 ha puesto de relieve la importancia de los cuidados, y nos invita a ponerlos en valor, tanto social como laboralmente, y a darles el espacio central que deben tener en el esfuerzo por construir una sociedad más inclusiva y orientada al bien común.

Por otra parte, también ha crecido la presencia de mujeres en los órganos de gobierno, avance propiciado en buena medida por el compromiso de las organizaciones. Sin embargo, el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad es más limitado que el de los hombres, y trabajar en esta línea sigue siendo fundamental para que la presencia de las mujeres en dichos puestos guarde mayor coherencia con su peso entre el voluntariado y el personal remunerado.

Respecto a las condiciones laborales, sigue siendo necesario un marco laboral que garantice la calidad y estabilidad del empleo en el tercer sector. La precarización del trabajo derivada de la crisis del 2008  ha afectado también al tercer sector, y han aumentado los contratos temporales desde el 2014 (a pesar de que es un sector de alta cualificación). La pandemia trajo consigo despidos, ERTEs y alteración de horarios laborales, entre otras cuestiones, y habrá que estar atentas a las consecuencias en términos condiciones laborales. En cambio, la consolidación de la cartera de servicios y los convenios salariales han contribuido a la mejora de los salarios y de las condiciones laborales.

Por último, hemos de mencionar la cuestión del relevo generacional: es una preocupación de las organizaciones cómo se van a cubrir los huecos profesionales dejados por las personas que se retiran, especialmente en los puestos de responsabilidad de gestión y dirección. Las nuevas generaciones, con otras lógicas y formas de hacer en relación con los procesos de cohesión, pertenencia, participación o distribución de responsabilidades, habrán de heredar la cultura organizacional y replantearla en nuevos marcos de referencia.

 

Retos del TSSE en clave de recursos económicos

En general, en los últimos años se observa que se mantiene una cierta estabilidad en la financiación, así como en el peso relativo de la financiación pública y la privada en los presupuestos de las organizaciones. Aun así, la sostenibilidad económica sigue siendo un reto vigente en el TSSE. La crisis vivida durante los primeros años de la década anterior supuso un duro golpe para la sostenibilidad económica de las organizaciones. A ello se suma la incertidumbre que ha generado la pandemia. Sin embargo, la estructuración del TSSE y la formalización de relaciones de colaboración y concertación estables con la administración pública en clara apuesta por el modelo mixto, han permitido crear marcos de estabilidad.

Por otro lado, el abordaje de algunos condicionantes externos (sobre todo de la administración pública) podría contribuir a la sostenibilidad económica de las organizaciones; por ejemplo, la agilización de trámites y cronogramas de plazos para las ayudas económicas es especialmente importante para las pequeñas y medianas organizaciones, con mayor dependencia de financiación pública.

Asimismo, se mantiene vigente la necesidad de seguir avanzando en una mayor diversificación en las fuentes de financiación. Además de la financiación propia, que también es susceptible de ser implementada a través de distintas fórmulas, la financiación privada se plantea como una fuente que puede ofrecer posibilidades. Sin embargo, aún son muchas las organizaciones a las que les sigue resultando difícil identificar o aproximarse a nuevas fuentes de financiación. Una de las estrategias a explorar es la relación de colaboración con empresas, en fórmulas win-win, de manera que tanto las empresas como las organizaciones puedan colaborar y enriquecerse mutuamente. Otra posibilidad interesante es la financiación europea, que ofrece además posibilidades de colaboración con otros agentes y procesos de innovación. Es una opción poco explorada pero con muchas posibilidades (tanto en términos de financiación como en clave de colaboración).

 

[1] La elaboración del Libro Blanco 2020 no hubiera sido posible sin la participación desinteresada de más de 370 organizaciones que han colaborado cumplimentando el cuestionario. A todas ellas nuestro más sincero agradecimiento. Agradecemos también los dos momentos de contraste cualitativo que pudimos realizar con un panel de expertos y con Sareen Sarea. El informe está disponible en: https://3seuskadi.eus/wp-content/uploads/LibroBlanco_DEF_2019-2020_es-comp.pdf

 

[2] Nos referimos en concreto al informe El impacto del Covid-19 en las organizaciones del Tercer Sector Social de Euskadi. Primer Informe Abril 2020. En informe está disponible en: https://3seuskadi.eus/wp-content/uploads/Informe_COVID_19.pdf