Egilea: Bizkaiko Hirugarren Sektoreko Behatokia
Laburreko zenbakia: 10/2019

PRESENTACIÓN

Desde el Observatorio del Tercer Sector de Bizkaia siempre tratamos de estar abiertos a diferentes propuestas y oportunidades de encuentro. Creemos que es importante responder y, en ocasiones, poder confluir con los propios movimientos y situaciones que van surgiendo en la cotidianidad del sector. Así, más allá de la programación que desarrollamos como observatorio, en determinadas circunstancias, y a partir del contacto y la relación con las organizaciones, tratamos de aprovechar o responder a algunas demandas que recibimos o percibimos.

Para ello, y desde formatos ágiles y adaptados, en algunas ocasiones hemos planteado propuestas desde nuestras competencias y saberes, siempre que cuadren con el marco de misión y valores del Observatorio (fortalecimiento del tercer sector, impulso del intercambio y la colaboración, participación y al mismo tiempo independencia, al servicio del sector y/o de sus diversos ámbitos de actividad…). Así, a partir de situaciones y realidades concretas surgieron iniciativas como por ejemplo el SEMINARIO: REALIDAD Y COLABORACIÓN ENTRE ORGANIZACIONES DE INTERVENCIÓN CON MUJERES, el SEMINARIO: INDICADORES PARA LA GESTIÓN EN LAS ORGANIZACIONES DEL TERCER SECTOR DE ACCIÓN SOCIAL DE BIZKAIA o el SEMINARIO SOBRE REALIDAD Y PERSPECTIVAS DE LAS ONGD DE PEQUEÑO TAMAÑO DE BIZKAIA, entre otros.

En esta ocasión, hemos conocido la visita a Bizkaia de un numeroso grupo de profesionales de la red de centros socioeducativos de la Fundación PERE TARRES, de Catalunya. Aprovechando esta circunstancia y respondiendo a una demanda de varias organizaciones, nos ha parecido oportuno proponer como observatorio un espacio de encuentro abierto a organizaciones del sector que están desarrollando labores de intervención socioeducativa con infancia. Así, con el objetivo de reflexionar de manera conjunta sobre la situación actual de este ámbito de intervención y de compartir las diferentes miradas, experiencias, reflexiones y buenas prácticas para fomentar la mejora conjunta, lanzamos esta iniciativa que se concretó en un taller que llevamos a cabo a finales de septiembre pasado.

En este escrito queremos recoger las ideas más relevantes que se generaron en el encuentro. Nos parece importante enmarcar que la reflexión se realizó a partir de la participación de más de 40 personas de Cataluña y Euskadi. La mayor parte, personas que trabajan en la intervención directa con menores y familias, aunque también contamos con la presencia de algunas personas vinculadas a la gestión de las organizaciones, a recursos educativos formales e incluso a la universidad. Partiendo de la premisa de que es una reflexión vinculada a este grupo concreto de personas, creemos que nos puede ayudar a identificar algunas cuestiones relacionadas con la situación actual de este ámbito de intervención desde la perspectiva socioeducativa.

Durante el taller desarrollamos la dinámica a partir de cuatro núcleos temáticos: (a) la situación de la infancia desde la experiencia concreta; (b) las metodologías y buenas prácticas; (c) la relación con las administraciones públicas y (d) la relación con las personas, los colectivos y los entornos de proximidad. En cada uno de estos apartados se trabajó partiendo de cuatro palabras clave: mantener, cambiar, dejar y empezar. Lo que pretendíamos con esta metodología era fundamentalmente generar un espacio de diálogo y cuestionamiento de las propias prácticas y realidades intervención. En la recogida de la sesión nos damos cuenta de la repetición de algunas ideas, núcleos temáticos o claves compartidas, que resonaron en común en los diferentes apartados. Posteriormente reconocemos también cuestiones y elementos específicos en cada uno de ellos.

Temas que se repiten e ideas clave compartidas

Entre la necesidad de estructura, la flexibilización de los protocolos y la agilización y reducción de la burocracia

La estructuración de la intervención social es un hecho que se ha ido produciendo a partir del desarrollo de las legislaciones, la articulación estratificada de las relaciones entre servicios y la protocolización de la intervención social. Este es, quizás, el punto más nombrado, el lugar más común, en los diferentes grupos y conversaciones. Las personas se debaten entre el necesario apoyo de una estructura clara y la necesidad de flexibilizar y ganar en capacidad de acción y decisión ante el día a día de la intervención. En este sentido, plantean diversos elementos a considerar:

  • Hay que destacar que en las últimas décadas ha habido un cambio en relación a cómo se vinculan las personas a los servicios. Si bien hemos conocido tiempos en los que las personas se vinculaban desde el contacto directo, cada vez más la puerta de entrada, casi exclusiva, a la mayor parte de estos es a partir de derivaciones de los servicios sociales. Esto requiere que haya una buena comunicación entre los servicios sociales de base, “puerta de acceso” y los recursos.
  • Hay una demanda bastante generalizada de que los procesos de intervención socioeducativa sean más flexibles, personalizados y no estandarizados. Que sea así en relación con diagnósticos, que a veces se llevan a cabo de manera categórica, en base a criterios y herramientas de valoración poco flexibles. También en relación a derivaciones que en ocasiones acaban marcando “recorridos estándar” en los que se dan por hecho los itinerarios en base al catálogo de recursos y la disponibilidad de estos. En este caso, sería importante aprovechar los recursos que facilitan las valoraciones, los diagnósticos y los procesos de derivación, pero siendo capaces de cuestionar y adaptar los mismos a partir de cada una de las situaciones.
  • Agilizar las burocracias y adecuar sus ritmos a los de las personas. En varias ocasiones se menciona la necesidad de ser más ágiles en la respuesta a determinadas necesidades, así como de poder flexibilizar los encargos burocráticos para adecuarse a los ritmos de los procesos de las personas.
  • Desarrollar la intervención a partir de los protocolos establecidos como un marco que nos da estabilidad, pero no como normas inflexibles de las que no nos podemos salir. Se considera que es necesario que existan espacios, tiempos y proyectos que faciliten una reflexión al margen de los protocolos, en relación con los procesos de las personas. Más allá de “cumplimentar” procesos o de desarrollar protocolos se trataría de promover intervenciones reflexionadas, integrales, flexibles y que cuenten con la participación de las personas.
  • En este punto, sería importante contar con espacios para dialogar, contrastar y articular mejoras en los protocolos, sistemas de valoración o requerimientos burocráticos a partir de la experiencia y aporte de los y las profesionales de la intervención directa y de la gestión de las organizaciones.

La necesidad de profundizar en un trabajo en red “real”, capaz de generar respuestas integrales

Otro de los elementos más recurrentes en las conversaciones y muy relacionado con el punto anterior fue el trabajo en red.

  • Se reclamaba un trabajo en red que trascienda el mero compartir información, o vinculado a situaciones de emergencia. Capaz de establecer relaciones periódicas y continuas.
  • Se constata la necesidad de generar relaciones entre servicios y personas, más allá de la formalidad de los desarrollos de red, mesas de trabajo, coordinaciones…La importancia de la conexión y el vínculo, de conocernos como profesionales y servicios y de ser (re)conocidos, “conocer a las personas ayuda para que la relación sea más fluida”. Para que se de esta cercanía es necesaria cierta proactividad por parte de los diversos integrantes de la red para generar encuentros y promover el acercamiento, “tenemos que acercarnos a los recursos”. Si bien son importantes las relaciones personales también hay que tener en cuenta que a veces condicionan demasiado estos espacios. Habrá que encontrar un equilibrio en este sentido.
  • Un trabajo en red enfocado no desde los recursos (desde sus necesidades o requerimientos) sino desde una mirada enfocada en qué podemos aportar cada cual para ofrecer una mejor respuesta a la situación. Con los menores y familias en el centro tratando de encontrar un enfoque integral, ya que “somos el mismo equipo”.

Con mayor comunicación y trabajo, especialmente en casos graves en los que hay una gran cantidad de recursos y teniendo en cuenta que nadie hace milagros. Para ello pueden ser facilitadores ciertos dispositivos que promueven estos espacios de encuentro como coordinaciones periódicas de trabajo, mesas de infancia o proyectos entre los que se destacaba el ejemplo de interxarxes.

  • Un trabajo en red en el que también se pueda contemplar la participación de las familias, e incluso de las y los menores.

La relación con otros espacios de atención sobre todo con el ámbito de educación y de salud mental

De entre los diferentes espacios de mejora en la relación con diversos agentes destacaban la necesidad de una mejor y más fluida relación desde los diferentes dispositivos (y en concreto desde los dispositivos de tiempo libre educativo) con los centros escolares. Si bien existen diversas experiencias y buenas prácticas en este sentido, sigue siendo necesario mejorar.

También, cada vez con más insistencia se pide una mejor coordinación con los diversos dispositivos de salud mental ya que, como veremos, hay cada vez una mayor demanda de contraste y coordinación de casos con este ámbito.

La necesidad de avanzar hacia una participación real de los niños, niñas, adolescentes y familias

Si bien parece que hay un largo recorrido en este sentido, aún se constata en algunas situaciones de cierto asistencialismo, paternalismo o maternalismo, o como alguna persona refería: de “dejar de ser padres y madres de las personas a las que acompañamos”. Frente a estas situaciones se destaca la importancia de la participación de los menores y sus familias, “pero una participación real”.

  • Vinculada a los procesos de intervención. Que implique de alguna manera una programación conjunta junto con los y las menores y sus familias. En la que se puedan adaptar los objetivos desde el diálogo con ellos y con ellas, “dejar de generalizar, de programar y planificar sin convivir y contar con los y las chavales y chavalas”. También en relación con la evaluación de los procesos, porque “evaluamos siempre desde los criterios de las personas adultas”. Adaptar nuestra forma de intervenir con las familias a cada una de ellas.
  • Que abarque también otras dimensiones, como la elección de los tipos de actividades, los diseños de los servicios, los espacios…Para ello, se ve la necesidad de innovar en procesos de participación infantil y de escucha a la infancia, teniendo en cuenta que cuando hablamos de participación no estamos únicamente hablando de añadir algunos matices sino de escuchar realmente las necesidades, los deseos, las propuestas, los ritmos…, de los y las menores y sus familias.
  • Fomentando una mayor escucha a los procesos, a las dimensiones relacionales y no tanto a los resultados y los enfoques puramente “técnicos/expertos”.

La importancia de mantener los valores, los ideales, la implicación, y las actitudes básicas de cercanía, de mirada positiva, de no juicio y de respeto

Alimentar y potenciar estos valores e ideales para poder seguir generando ilusión, motivación y espacios de implicación personal y profesional. También, el reconocimiento de la responsabilidad y la especial vinculación a la misión, visión, desempeño y sobre todo a las personas destinarias que participan en las organizaciones de la gran mayoría de los y las profesionales.

Como actitudes básicas que es necesario rescatar y seguir defendiendo plantean la cercanía, la mirada positiva y sin juicio (aceptando a las personas tal y como son) y la necesidad de tramar relaciones basadas en el respeto mutuo.

También, la necesidad de re-politizar la intervención renovando conceptos y propuestas como las de la educación popular.

Perspectiva relacional y profundización, defensa del vínculo desde la acreditación de su eficacia

Entre las diferentes metodologías y propuestas sigue teniendo un lugar fundamental la defensa de la generación de vínculos como el elemento esencial de la intervención socio educativa: “si no hay afecto y vínculo no hay manera de trabajar”. Se sigue comprendiendo que el establecimiento de vínculos y el vínculo en sí es la herramienta más eficaz en nuestro trabajo. En este punto se plantea la importancia de demostrar con hechos y con una labor de investigación estas afirmaciones. En este sentido, destacan la referencia de Pepa Horno.

Desde esta perspectiva sigue siendo necesario reclamar la importancia de procesos de acompañamientos integrales y estables para responder a situaciones de “ruptura” que en gran parte de las ocasiones tienen un calado importante.

El “lugar” desde el que intervenimos

Se trataría de encontrar un equilibrio, un “lugar” adecuado entre diferentes cualidades o polos de la intervención. Generar espacios de reflexión para encontrar desde lo cotidiano un espacio de intervención equilibrado.

  • En relación con las funciones que desarrollamos. Y es que, en ocasiones desde el ámbito social abarcamos espacios que van más allá de nuestra competencia porque desarrollamos funciones en respuesta a necesidades que nadie está cubriendo. Se trataría de encontrar un equilibrio entre lo que nos piden y lo que podemos llegar a cubrir sin ir más allá de lo que realmente podemos hacer (por competencia, por recursos, por roles y por capacidad sin llegar a escenarios de desgaste).
  • En la relación con las personas a las que atendemos. Generando relaciones equilibradas lejos de la omnipotencia, la impotencia, el paternalismo y el asistencialismo.
  • Una relación cercana, ya que “a veces nos alejamos demasiado”, y con la suficiente distancia como para poder actuar sin exceso de implicación.
  • Desarrollando un rol profesional con un marco claro y ofreciendo relaciones personalizadas y vinculares, en las que también poder mostrar nuestro lado humano y nuestra limitación, “necesitamos que también las personas nos vean como personas”.
  • Encontrando un equilibrio entre el riesgo de la relación cercana y la seguridad de la encomienda y los protocolos, siendo vistos más como recursos de apoyo que como recursos de control.

El debate sobre la confidencialidad

Uno de los debates que se repitió en varias ocasiones fue el de la confidencialidad. En ocasiones existía la impresión de que la confidencialidad se utiliza como una excusa para no establecer relaciones de comunicación necesarias para el buen desarrollo de los procesos educativos. Si bien hay malas prácticas en relación con el uso de la información, como la utilización de información irrelevante, el etiquetaje o la categorización de las personas en los procesos de comunicación, se destaca que, en ocasiones, sobre todo en relación con servicios del ámbito educativo o de la salud mental encuentran dificultades para acceder información necesaria para desarrollar la intervención. Para ello, y como apuntábamos anteriormente, es importante mantener espacios de confianza en los que pueda fluir la información pertinente y necesaria para el trabajo.

Al mismo tiempo, sería conveniente hacer una reflexión sobre la gestión de la información y la confidencialidad a varios niveles, tanto a nivel general como en cada uno de los servicios y proyectos. Sobre qué información se necesita en cada caso y cuál no: sobre qué tipo de información somos capaces de gestionar en coherencia con nuestras funciones, roles y capacidades y cuál no; sobre qué informaciones van más allá de lo que necesitamos y qué hacemos cuando recogemos información adicional, o cómo limitamos o ponemos marco a la que recibimos.

La importancia de incorporar una mirada positiva y posibilitadora

Varias personas tenían la percepción de que los instrumentos de valoración, catalogación o diseño de las intervenciones ponen el foco más en los déficits, elementos de necesidad y en las carencias de las personas y los colectivos: “el foco está en lo negativo”. También sobredimensionando la perspectiva socioeconómica frente a otro tipo de elementos más relacionales o contextuales: hay “una mirada muy centrada en determinados indicadores y en concreto los indicadores socioeconómicos

 

Frente a esta mirada es importante incorporar nuevas narrativas de capacidad y diversidad de vivencias. Quizás para ello sería importante de incorporar indicadores de valoración de corte más relacional, personal y emocional. También será importante desarrollar políticas educativas desde la prevención y la pre-prevención.

La protección frente a los diversos riesgos psicosociales

Más allá de determinadas situaciones puntuales de riesgo de las que hemos tenido conocimiento, se destaca cada vez más la conciencia de vulnerabilidad como personas y colectivos profesionales (desde la educación social, el trabajo social, la integración social o la psicología entre otras) frente a varios tipos de riesgo psicosociales. Existe la percepción de que estos riesgos no sé están valorando de manera adecuada mientras cada vez es más patente desde la investigación que afectan de manera notoria a los profesionales.

Se plantea la necesidad de avanzar en la valoración e investigación para poner sobre mesa la realidad de los riesgos psicosociales, para poder atajarlos y, en su caso, también reconocerlos de algún modo, ya sea económicamente o, sobre todo, con la articulación de medidas de prevención y cuidado.

En relación con el reconocimiento económico hay conocimiento de situaciones similares en otros ámbitos como el educativo, el sanitario o el de seguridad pública. En relación con la prevención y el cuidado se destacan medidas como la realización de valoraciones de riesgo, generación de espacios de autoapoyo, cuidado y supervisión, sistemas y coberturas de apoyo psicológico para personas con cargas en este sentido…Quizás en ese punto los sindicatos pueden tener un papel importante[1].

La situación de la infancia desde la experiencia concreta

En primer lugar, resaltar que nos encontramos en una etapa de rápidos cambios sociales y que son este tipo de cambios los que podemos ver reflejados en las transformaciones en el perfil de las personas que se están atendiendo desde los servicios.

Se mantiene la atención a menores y familias que son derivadas, en su mayoría, o que se acercan a los servicios por encontrarse en situaciones de precariedad social económica y relacional. Un perfil de algún modo “tradicional” y que no deja de estar presente en el día a día de la intervención. En este sentido, existe cierta sensación de no avance e incluso de alarma, en algún caso, en relación a datos como el de la cifra de riesgo de pobreza infantil en Cataluña, que este mismo año se situaba en torno al 28 % según los últimos datos de UNICEF.

Se reconoce también la emergencia de nuevos perfiles. En este sentido, se destacaban varias situaciones o contingencias:

  • Salud mental. Es una de las situaciones que se está viviendo con más preocupación, tanto por su aumento de situaciones, como por su complejidad. Una realidad ante la que se encuentran con grandes dificultades tanto por la falta de formación o capacitación como, sobre todo, por la necesidad de respuestas más integrales y coordinadas.
  • Procesos migratorios. La atención a menores extranjeros no acompañados es una de las realidades más nombradas. Menores que se encuentran en situaciones de mucha precariedad y de mucha ruptura personal y social. En relación a este colectivo se destaca la importancia de no olvidar que se trata de menores, personas que atraviesan sus infancias y adolescencias en situaciones muy complejas siendo importante replantear el concepto de “MENAS” tan extendido y a veces tan estigmatizante.

También, se resalta como cierta novedad la presencia de mujeres migrantes jóvenes con hijos a cargo que en no pocas ocasiones requieren de una atención y apoyo específicos e intensos. Finalmente se recogen en este apartado también los procesos de reagrupación por cuanto afectan al núcleo familiar y a sus diferentes integrantes llegando a emerger en situaciones de conflicto o de necesidad de reajuste.

  • Sociedad conectada, redes sociales y situaciones de aislamiento. Si bien son pocos los casos o situaciones derivadas estrictamente vinculadas a este tipo de situaciones (cyberbullying, menores encerrados en casa…), sí que se valora la poca respuesta y la poca adaptación de los servicios y metodologías ante esta nueva realidad. Menores y familias “empantallados”, personas cada vez más aisladas de las comunidades, nuevos riesgos vinculados a entornos digitales… Siendo evidente la repercusión que los nuevos entornos digitales están teniendo en las vidas de las personas, llama la atención las pocas propuestas de trabajo que se están vinculando a estas realidades.

Las metodologías y buenas prácticas

Trabajo en equipo

En primer lugar, se destaca la importancia del trabajo en equipo y del equipo en sí mismo como un espacio necesario para poder desarrollar una verdadera intervención. Destacan tres elementos:

  1. El equipo como espacio de referencia (de valores, de sentido, ideología, de planificación…);
  2. de reflexión (espacios de formación, de compartir relatos, de contraste, y supervisión periódicos o incluso diarios);
  3. y de cuidado y fomento del autocuidado (cuidando a las personas que cuidan y teniendo conciencia de “que son distancias cortas y nos afectan seamos conscientes o no”).

Educación social en el ámbito educativo formal

Como ya comentábamos, la relación con el ámbito escolar es fundamental para el trabajo de intervención socioeducativa, y más cuando se sigue evidenciando que en muchas de las situaciones con las que trabajamos el espacio educativo formal se queda corto y necesita de intervenciones complementarias para favorecer el desarrollo de los y las menores. En otro apartado planteamos la importancia del trabajo en redes y de la necesidad de establecer una comunicación fluida entre los diferentes recursos y ámbitos. En este punto, se destaca la importancia de introducir figuras educativas de corte no formal, educadores y educadores sociales en los centros escolares. Las experiencias que se están llevando a cabo son alentadoras.  Favorecen la integración de competencias más allá del currículo, la intervención en situaciones de dificultad y la comunicación con otros espacios educativos de corte no formal.

Experiencias de educación 360 grados

Una experiencia especialmente relevante vinculada a la conexión y trabajo conjunto entre diferentes ámbitos de educación formal y no formal es la planteada en el proyecto Educación 360: una iniciativa educativa, social y política que plantea conectar los aprendizajes que se producen en todos los tiempos y espacios de la vida de las personas. Lo hace vinculando la escuela, familias y todos los recursos y activos de la comunidad y velando por garantizar la equidad y la igualdad de oportunidades.

Parece ser una propuesta que, por ahora, sólo se está implementando en barrios muy concretos y en institutos de alta complejidad pero que quizás pueden ser referencia para otros ámbitos o contextos.

Las actividades y su sentido

Si bien había un debate en torno a la necesidad de seguir innovando en el tipo de actividades que se desarrollan, también se destacaba el valor de muchas propuestas que se llevan desarrollando durante años y que hoy siguen teniendo un gran valor educativo como propuestas de intervención. Quizás por ello la necesidad tiene que ver más con generar espacios para reflexionar, investigar e innovar a partir de nuestras prácticas buscando el sentido educativo a las actividades que desarrollamos. No se trata de hacer lo mismo de siempre o no, sino de buscar el sentido a lo que hacemos rompiendo las inercias.

La dimensión emocional y relacional

Es fundamental incorporar la dimensión emocional, afectiva y las competencias relacionales en toda la labor de intervención socia educativa. Para incorporar esta dimensión en el día a día de las intervenciones y servicios será necesario seguir fomentando la formación y adquisición de competencias de los y las profesionales. Se destacó en este punto la presencia en algunos colegios catalanes de la   figura del educador emocional como una propuesta interesante a tener en cuenta.

La relevancia del trabajo en grupos pequeños

Dentro del catálogo de actividades y espacios educativos de intervención se resalta la importancia de los grupos pequeños como motor de apoyo mutuo, empatía, cuidado y transformación colectiva. En este punto destacaban propuestas como los espais familiars u otro tipo de propuestas de dinamización que se están generando tanto con familias, como con menores y jóvenes en varios de los recursos.

Trabajo por proyectos y por espacios

Una de las evoluciones metodológicas en estos últimos años tiene que ver con la generación de espacios cada vez más abiertos a la iniciativa de los y las menores. El trabajo por proyectos (lanzando iniciativas nacidas de sus propias inquietudes) y el diseño de espacios y actividades que fomenten la decisión y libre elección son cada vez más incorporadas por varios servicios y equipos educativos. Las pedagogías alternativas (Waldorf, Montessori…) son referencia en este sentido.

Otras propuestas innovadoras

También se destacan otras propuestas metodológicas o modelos teóricos que están presentes en el diseño y en la implementación de las intervenciones. La perspectiva de la resiliencia y el buen trato como paradigma de referencia, el modelo de educación Steam, o la perspectiva sistémica y el análisis transaccional como herramientas de análisis y profundización en las intervenciones. En algún caso, se habla de ciertas “modas” que van incorporándose y que pasan o se quedan con más o menos fuerza.

La relación con las administraciones públicas

Autonomía

Algunas de las personas destacaban la existencia de relaciones de gran dependencia vinculadas a las encomiendas y mandatos de las diferentes instituciones públicas que subvencionan, conciertan o convenían los servicios, programas y proyectos. La relación con las administraciones públicas en muchas ocasiones, la describen como marcada por la jerarquización y el poco margen de maniobra. Si bien se comprende que existe una dependencia jerárquica en el diseño de los sistemas, creen que es necesario hacer un mayor esfuerzo por mantener la autonomía en las diferentes parcelas del proceso de intervención socioeducativa (diseño, diagnóstico, intervención y evaluación).

Reconocimiento de nuestra labor

También, y relacionado con el punto anterior destacan la necesidad de realizar acciones que fortalezcan el reconocimiento de la labor que se está haciendo tanto desde las organizaciones como desde los servicios y profesionales concretos. Desde el tercer sector se está ofreciendo un plus en ese trabajo de intervención socioeducativa que es importante reconocer como valor diferencial. Este reconocimiento es importante situarlo en la relación con las administraciones y también en espacios de comunicación con otros agentes.

Espacios de comunicación y relación con el ámbito público y administrativo

Junto con la sensación de relación jerarquizada también destaca un relato de poca fluidez en la comunicación con las administraciones públicas: “a veces hay demasiado ruido”, “los técnicos se distancian más de las entidades”; “hay menos comunicación”. Por eso se considera fundamental fortalecer y potenciar las relaciones y la comunicación con los y las técnicas y políticos y sus departamentos. Hay cierta experiencia en algunos procesos y grupos de reflexión conjuntos vinculados a temáticas concretas o a procesos innovadores de fomento de la relación entre diversos agentes como por ejemplo BHerria. Acciones de este tipo u otras son necesarias.

La sensación de desborde en el ámbito público y el reconocimiento a su labor

Existe una cierta sensación de desborde y de saturación de los servicios sociales en concreto y de los servicios y dispositivos de las administraciones públicas vinculados con los servicios que gestionamos en general. También, hay un reconocimiento a los y las profesionales que gestionan estos dispositivos por la dificultad que supone atender situaciones de gran complejidad con los escasos recursos disponibles.

El equilibrio entre la respuesta a necesidades no cubiertas y el cumplimiento estricto de las funciones encomendadas

Uno de los contenidos concretos de dificultad en esta relación tiene que ver con una cierta “pelea de competencias”. Varias personas refieren que, en ocasiones, desde el ámbito social detectamos necesidades que no se están cubriendo por una conexión más cercana con el territorio a las cuales respondemos siendo conscientes de que son actuaciones que van más allá de las funciones acordadas con las administraciones públicas. En algunas situaciones, esta asunción de responsabilidad puede acarrear realizar funciones que van más allá de las propias competencias y capacidades. En estas situaciones se vive también cierta sensación de presión tanto desde la propia realidad, siempre acuciante, como incluso, en ocasiones, desde las administraciones, que de algún modo naturalizan ese tipo de respuestas de una manera tácita desde su dificultad para atender determinadas situaciones. También desde las organizaciones y desde las inercias de la intervención se puede estar alimentando esta situación.

En este sentido, es importante seguir abriendo un diálogo en torno a las funciones que se están desarrollando, cuáles son o no competencia de cada quien, aclarando los diferentes roles en los diversos niveles (intervención directa, diagnóstico, servicios especializados…), y haciendo también un ejercicio de asunción o, por el contrario, de limitación y autolimitación desde cada uno de ellos.

Impulsar conjuntamente los servicios sociales

Si bien hay elementos en los que necesitamos diferenciarnos también hay otros en los que podemos “remar” en común. La necesidad de impulsar conjuntamente los servicios sociales como una herramienta de transformación y mejora del bienestar social puede ser uno de los espacios de coincidencia y apoyo mutuo. También, la anteriormente mencionada apuesta por la prevención y la pre-prevención puede ser otro de estos espacios de confluencia.

Defender una mayor estabilidad en los proyectos para posibilitar procesos de transformación social a largo plazo

La situación de inestabilidad de muchos proyectos vinculados a las subvenciones o convenios que se renuevan periódicamente “saliendo a concurso”, en ocasiones, incluso anualmente ,supone un riesgo percibido por los y las profesionales y mucho más allá una realidad que puede llegar a impedir el asentamiento de proyectos que están funcionando. También la primacía de las condiciones económicas en estos concursos y licitaciones puede estar condicionando también la intervención. Se reclamaba un mayor esfuerzo por todas las partes implicadas para promover proyectos y equipos de trabajo estables cuando lo que se está buscando sobre todo son propuestas relacionales que tardan en fraguarse y que dependen de unos vínculos personales, sociales y comunitarios que necesitan sus tiempos.

Espacios de interlocución y reivindicación conjuntos

Finalmente y muy en relación con los diversos espacios de divergencia mencionados en la relación con las administraciones públicas, se destaca la necesidad de fomentar acciones de interlocución conjunta entre las diversas organizaciones del sector o del ámbito, e incluso de reivindicación. Es necesario que haya un trabajo de confluencia para fortalecer el poder de interlocución y para evitar los riesgos que puede suponer encabezar estas reivindicaciones desde cada organización en particular.

La relación con las personas, los colectivos y los entornos de proximidad

Pérdida del sentido de comunidad y sus repercusiones para las personas más vulnerables

En general, se constata desde la propia realidad que hay una pérdida de fuerza de la vinculación a las comunidades y una pérdida de sentido de comunidad: “se ha perdido base social y cuerpo comunitario”. Esta realidad afecta a todos los niveles, tanto social, como también organizacional, en relación con los servicios, hasta los niveles más personales y subjetivos. Sobre todo, esta pérdida de comunidad es más sentida para aquellas personas que no cuentan con una red de apoyo como personas mayores, personas con dificultades relacionales y con situaciones de dependencia o vulnerabilidad social.

El cambio en el marco de la relación con las personas destinatarias y la importancia de “resignificar” los vínculos

Como anteriormente mencionamos, ha cambiado el marco de relación de las personas y comunidades con los proyectos, servicios y entidades que intervenimos. Hay personas que se acercan a los dispositivos y servicios de intervención socioeducativa derivadas desde los servicios de base o desde otro tipo de dispositivos sin mucho conocimiento de ni convencimiento sobre el trabajo que se desarrolla. Siendo conscientes de la transformación de este marco será importante resignificar los espacios de relación con las personas destinatarias. Esto es más acuciante si cabe en el caso de personas que de algún modo se sienten condicionadas por la concesión de ayudas y recursos de los servicios sociales y se acercan, incluso contra su voluntad, a los dispositivos que gestionamos. Los procesos de reconversión de la demanda van a ser fundamentales en este punto.

La necesidad mantener la presencia en los espacios comunitarios

También, hay que ser conscientes de cómo este cambio de marco de relación está afectado a los vínculos con las comunidades y a la percepción que tienen las mismas sobre la pertenencia a los entornos de proximidad. Por ello, varias personas reclamaban la importancia de mantener un cierto espacio de libertad y de liberación de recursos para llevar a cabo acciones y, sobre todo, presencias que faciliten el mantenimiento de esa relación, ese vínculo y esa cercanía:hay poco trabajo en red con los diversos agentes del territorio, cada uno está en su parcela”; “hay  poco tiempo para dedicar a la parte de socio comunitaria más allá de la atención a las personas y familias”.

Acciones como la participación en las redes vecinales y asociativas; la participación en las dinámicas y el tejido ya existente; dedicar tiempo a generar espacios de cercanía y conocimiento de los recursos formales e informales; el trabajo que se hace en las “mesas” (de infancia, de barrio…); las relaciones interpersonales con agentes significativos y con personas del propio barrio son necesarias para seguir generando este sentimiento de pertenencia.  No sólo participar en propuestas de otro sino también ser parte con otros y otras de un movimiento conjunto respondiendo a las llamadas de reivindicación que nacen en el corazón de los barrios.

Y concretamente en el espacio de la calle

Más allá de las relaciones con las organizaciones y los espacios comunitarios se destacaba la distancia de la calle como espacio común: “hemos perdido el espacio de la calle y la comunidad como espacio en el que encontrarnos”. Se reclama la importancia de recuperar el trabajo de calle, la cercanía de abajo hacia arriba, la convivencia cotidiana y cercana en la comunidad.

Barrios, diversidad y espacios de poder

Desde el conocimiento y presencia en las comunidades también se perciben las dificultades y limitaciones de las propias relaciones comunitarias y, en concreto, los diferentes roles de poder que en ocasiones mantienen situaciones de desigualdad. En este sentido es importante una apuesta decidida por la diversidad y la convivencia para poder enfrentar también estos roles de poder tradicionales. Para ello plantean apostar por la diversidad como una riqueza y promover acciones que la pongan en valor.

Proyectos innovadores para recuperar el trabajo comunitario y la evaluación de la dimensión comunitaria

Finalmente, se destacaban dos dimensiones a trabajar que pueden mejorar esta relación con las tramas comunitarias. Por un lado, la incorporación de proyectos de innovación y metodologías comunitarias que recuperen el trabajo y la educación en comunidad. Y por otra parte, la incorporación de propuestas de investigación e indicadores para evaluar las acciones que realizamos en este sentido.

[1] Recordar en esta punto la siguiente publicación: Canto, A y Vidorreta, I (2017). Los riesgos psicosociales en el Tercer Sector de Acción Social en Euskadi. Observatorio del Tercer Sector de Bizizkaia. Recuperado de: https://3seuskadi.eus/coleccion/los-riesgos-psicosociales-en-el-tercer-sector-de-accion-social-en-euskadi/