En Euskadi, muchas personas voluntarias en diferentes ONG son jubiladas. Personas que deciden otorgar su tiempo libre a los demás
Al imaginar el perfil de una persona voluntaria es común pensar sobre una persona joven. Sin embargo, miles de personas mayores, jubiladas, dedican su tiempo libre a colaborar en diferentes ONG. Es el caso de Ameli, Vita y Juan. Personas que superan los 70 años y cuyas trayectorias son una muestra de ese voluntario, más mayor, en el que no se suele pensar.
Ameli, 71 años: una vida de voluntariado
Ameli empezó muy joven, en los grupos juveniles de su pueblo. Creció en un contexto en el que ayudarse mutuamente era casi una cuestión de supervivencia. Durante la transición participó en movimientos sociales y asociaciones que buscaban construir una sociedad más democrática y participativa. Con el tiempo, se implicó en proyectos de renovación pedagógica y en iniciativas de recuperación de la memoria histórica, como el Museo de la Minería. Hoy, continúa activa acogiendo a personas migrantes y defensores de derechos humanos en Martin Etxea.
Vita, 74 años: acogida y acompañamiento
Vita encontró en Cáritas un espacio donde su tiempo y su sensibilidad podían marcar la diferencia. Una vez jubilada, se le ocurrió que el voluntariado podía ser una buena forma de llenar ese tiempo libre del que ahora disponía. En su día a día recibe a personas recién llegadas, familias que no encuentran vivienda y personas que se sienten completamente solas. Su tarea muchas veces empieza con una taza de café y una conversación con el difícil objetivo de ganarse la confianza de la otra persona. Recuerda especialmente a una mujer que llegó desesperada, al borde del suicidio, y cómo acompañarla durante meses fue vital para que recuperara su vida.
Juan, 79 años: acompañamiento de mayores
Juan, al igual que Vita, comenzó a hacer voluntariado al jubilarse. Primero en un comedor social de Cáritas, donde servía comidas a personas sin recursos, muchas de ellas recién llegadas al país. Lo que más le sorprendía era la diversidad de rostros y acentos, saltaba a la vista la mezcla de españoles en apuros con migrantes que buscaban empezar de cero. Tras varios años, decidió incorporarse a Cruz Roja. Allí, hoy por hoy, acompaña a personas mayores a consultas médicas, hospitales y gestiones sencillas. Para él, la mayor recompensa es la satisfacción de saber que su tiempo mejora la vida de otras personas.