Data: 21/11/2022
Iturria : Fantova.net
Iturrira sartu

En nuestro tercer sector de acción social cabe identificar una hipotética sucesión por etapas (o, a veces, coexistencia y mezcla) de tipos ideales o modelos de relación entre entidades, correspondientes, a su vez, a etapas, tipos o modelos de sociedad o inclusión social y a etapas, tipos o modelos de intervención y políticas sociales.

Cabe ubicar el surgimiento o configuración de muchas de nuestras entidades solidarias de intervención social en el contexto de una economía que se va industrializando y salarizando en una sociedad vertebrada por relaciones familiares y comunitarias de carácter patriarcal. A ese modelo de inclusión social correspondería una acción (asistencia) social reactiva que se hace cargo de aquellas personas que se encuentran en riesgo o situación de exclusión social. En ese contexto, las entidades funcionarían según un “pacto de caballeros” (efectivamente, casi siempre, de caballeros) mediante el cual se reparten los colectivos poblacionales a atender y las demarcaciones territoriales para hacerlo.

A medida que los poderes públicos democráticos van asumiendo responsabilidades (y la consiguiente financiación) en la acción social, las entidades del tercer sector se van profesionalizando y fortaleciendo (especializando en nuevos sentidos). Las administraciones públicas van estableciendo reglas de juego para la provisión por parte de las organizaciones solidarias (u otras) de servicios de responsabilidad (o financiación) pública, apareciendo el concierto social como modelo de referencia hacia el que aproximarse. En ese contexto, sin desaparecer la lógica del reparto, aumenta la competencia entre entidades aunque, frecuentemente, disimulada o vergonzante.

La crisis de finales de la primera década del siglo XXI y las medidas de austeridad (recortes) que se adoptan en ese momento representan un frenazo y una marcha atrás en los procesos y expectativas de extensión de los derechos sociales, que entran en una dinámica más explícita de racionamiento. Es el momento en el que el tercer de acción social (sin abandonar las dinámicas anteriores de reparto y competencia) se une en forma corporativa y, a veces, colusiva, en buena medida, en torno al “qué hay de lo mío”.

La pandemia de la covid-19 y otros fenómenos extremos impulsan la configuración de un capitalismo de vigilancia, en una sociedad digitalizada, mercantilizada e individualizada en la que un número creciente de personas vive al límite de la exclusión social. En ese contexto distópico proclive a la alienación, la segregación, la adicción, la estigmatización y la represión, se achicaría el espacio de las organizaciones solidarias dedicadas a la intervención social, pudiendo llegar al “sálvese quien pueda”.

Sin embargo, entendemos que otro futuro es posible, que podemos sumar mayorías y construir nuevas formas de vida sostenible mediante el ejercicio de formas de ciudadanía en las que el ejercicio de los derechos individuales fortalezca las emociones, las relaciones, las redes, la autogestión y la resiliencia comunitarias. Tal horizonte de sentido puede constituir la finalidad tractora que anime a las organizaciones, desde el compromiso con su gente y la capacidad de gestión lograda, a construir y sostener potentes procesos de colaboración de carácter estratégico.

(A partir de la invitación de Alfonso López, la preparación con Marta Senz en el Alpamayo y la conversación con las personas de EAPN Euskadi el pasado martes en el centro cívico de San Francisco, en Bilba