Fecha: 13/03/2023
Fuente: Fantova.net
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Para comprender la evolución de la intervención social en nuestro país y pensar en su futuro, imaginamos unos cuadros, con personajes representativos en diferentes momentos, que nos podríamos encontrar en el desván de la sede de una imaginaria fundación, esperando ser enmarcados y expuestos en su sala de reuniones. A continuación, unos posibles títulos, fechas y presentaciones de esos cuadros.

1. El benefactor fundador (1920)

El primer cuadro, de 1920, retrata al fundador de la institución, un aristócrata adinerado y fuertemente relacionado con el poder político, militar y religioso de la época, que destina una parte de su herencia a la constitución y dotación de una institución de beneficencia particular para el asilo (y control) de personas “pobres y desvalidas”.

2. La monja enfermera (1940)

En imágenes de trabajadoras las obras filantrópicas de la época, frecuentemente, no nos resulta fácil saber si su indumentaria corresponde a una monja, a una enfermera o, más bien, a una monja enfermera, lo que refleja la importancia en aquel momento del papel de la caridad y la moral cristianas y la incipiente especialización y profesionalización de su labor.

3. La madre luchadora (1960)

Este cuadro refleja a las madres y padres, por ejemplo, de personas con limitaciones intelectuales, que empiezan a crear en esos años movimientos asociativos interclasistas que logran una importante implicación de familias afectadas y un notable caudal de financiación, colaboración y legitimación por parte de amplios segmentos de la sociedad civil.

4. La asistente social (1970)

Es el nombre que en aquel momento utilizaba esa profesión tan todoterreno y representativa de nuestro ámbito que hoy se llama trabajo social. Su denominación se confundía entonces con la del dispositivo institucional (Asistencia Social) que pronto reemplazaría a la Beneficencia y que, a su vez, sería sustituido poco después por los servicios sociales.

5. El gerente emprendedor (1975)

Las organizaciones de servicios sociales tienen la oportunidad de utilizar más recursos y se han de desenvolver en entornos más complejos. Entonces aparece la figura del gerente, del emprendedor, del gestor, del empresario, que supone la profesionalización de la dirección de las organizaciones (públicas, privadas o voluntarias) y su crecimiento y fortalecimiento.

6. El político compasivo (1980)

Con la democracia, acceden a cargos políticos en las instituciones públicas personas más conectadas con la intervención social, los movimientos sociales o el que ahora denominaríamos tercer sector. De su mano, la acción social pública directa se estructura y regula y crece la financiación pública del conjunto de los servicios sociales.

7. La responsable técnica (1990)

A medida que la intervención social se ha seguido especializando y profesionalizando, han ido ganando relevancia e influencia las figuras de dirección y supervisión técnica en las organizaciones de servicios sociales. Estas personas, con responsabilidades respecto a la calidad técnica de la acción social, pueden pertenecer a diversos colectivos profesionales.

8. La usuaria con derechos (2005)

A medida que la acción social se va regulando y formalizando, las usuarias y usuarios cobran protagonismo desde un enfoque de derechos y de atención centrada en la persona, en virtud del cual, quien tenga el perfil y cumpla los requisitos para acceder a una plaza habría de tener la oportunidad de participar en la toma de las decisiones que le vayan a afectar.

9. La cuidadora profesional (2020)

Le evolución de los servicios sociales, en términos cuantitativos y cualitativos, hace que aumente la cantidad y cualificación del personal de atención directa, especialmente en materia de cuidados de larga duración, como figuras diferenciadas de las personas cuidadoras familiares o primarias y complementarias con éstas.

10. Tú (yo)

Al final del recorrido, no nos encontramos con un cuadro más, sino ante un espejo, dado que el presente y el futuro de nuestros servicios sociales no está dibujado: lo estamos haciendo ahora mismo. La mirada a la historia nos ha ayudado a valorar el inmenso viaje (técnico, político y ético) realizado y hemos descubierto que cada uno de los “personajes” recibe un legado del anterior, que ha resultado valioso y que, sin embargo, ha de ser superado en busca de un futuro mejor para la acción social y para la sociedad. En el relato, el espejo nos invita a evaluarnos críticamente y a preguntarnos por nuestra participación rigurosa y creativa en los procesos colectivos de transformación que alumbrarán esa intervención social del futuro.

Porque, en palabras de Miquel Martí i Pol en su poema Ara mateix: “todo está por hacer y todo es posible”.