Fecha: 11/04/2022
Fuente: Fantova.net
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Es frecuente que, al tratar sobre diferentes desafíos que enfrentan nuestras sociedades, se haga referencia a la necesidad, como propone Adela Cortina, de reconfigurar el contrato social, de reiniciar la alianza humana, de construir un nuevo pacto ciudadano. Tratemos de la precariedad laboral o la segregación residencial, discutamos sobre las relaciones de género o entre las generaciones, hablemos de la natalidad o la longevidad, nos refiramos a la soledad emocional o a la dependencia funcional, debatamos sobre la diversidad o la desigualdad, nos preocupemos de la productividad o de la sostenibilidad, llegamos a la conclusión de que las reglas que estructuraron la interdependencia entre las personas que constituyeron las sociedades, básicamente, mediante el empleo industrial, la familia patriarcal y la Seguridad Social requieren una profunda revisión e importantes cambios.

En nuestro mundo, efectivamente, esa interdependencia entre las personas, esas relaciones sociales se constituyen en gran medida en forma de transacciones de mercado: vivimos en sociedades altamente mercantilizadas. Como mostró con agudeza Karl Polanyi, incluso la tierra, el trabajo y el dinero se tratan como mercancías. Es cierto que la producción y distribución de ciertos bienes públicos en los Estados de bienestar es una forma de evitar que la satisfacción de determinadas necesidades de las personas dependa de su solvencia en los mercados, pero, como nos muestra Naomi Klein, el sistema capitalista, en muchas ocasiones, consigue poner incluso esa producción de bienes públicos al servicio de dinámicas de crecimiento insostenibles, con sus correspondientes crisis, catástrofes y shocks, que también son, a su vez, utilizados en favor de los intereses de las élites extractivas dominantes y las clases acomodadas satisfechas.

La economía social y solidaria del llamado tercer sector es una de las muestras de que otra forma de satisfacer necesidades es posible. De ahí la importancia creciente de las organizaciones solidarias, entre las que, como señala Gregorio Rodríguez Cabrero, van madurando significativamente en nuestro entorno las dedicadas a la acción social. Estas entidades están llamadas a desencadenar sinergias entre su función intelectual colectiva y propositiva, la de coproducir servicios con el sector público y la de dar soporte y estímulo a los procesos de desarrollo comunitario. Necesitamos que realidades como la parentalidad positiva, la convivencia en diversidad, la ayuda mutua vecinal, la acción voluntaria, el servicio público a pie de calle, la innovación social, la economía circular de proximidad, la participación ciudadana, el activismo militante y la movilización antagonista se potencien, protejan y prolonguen mutuamente, construyendo agencia política.

Xavier Godàs analiza y subraya el papel de las relaciones primarias y, en general, comunitarias en los procesos de empoderamiento colectivo imprescindibles para la satisfacción de las necesidades de las personas, de la gente. Relaciones y empoderamiento que parecen urgentes en materia de cuidados. Cristina Carrasco identifica los cuidados como bienes relacionales, de modo que, sabiendo que en nuestra sociedad es urgente el ejercicio de la responsabilidad pública universal sobre los cuidados, parece que, si éstos quieren tener rostro humano, los poderes públicos, con la colaboración de las organizaciones solidarias, han de experimentar y escalar formatos y procesos que favorezcan y nutran la construcción de comunidades de cuidados. La generación, reproducción y fortalecimiento de esas tramas comunitarias de cuidados mutuos serán uno de los factores clave del éxito de la transformación social que buscamos.