Data: 22/06/2022
Iturria : El Economista
Iturrira sartu

El camino de la mujer hacia los puestos más altos de las estructuras organizativas no está resultando del todo sencillo. Y tampoco es igual en todos sus recorridos, pues en función del tipo de organización del que se trate es posible encontrar más o menos obstáculos que dificultan su avance.

A fecha de hoy, según los últimos datos de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), la representación femenina en los consejos de administración de las empresas cotizadas es del 26%. Si miramos al ámbito educativo, el último informe ‘Datos y cifras del Sistema Universitario Español’ del Ministerio de Universidades indica que las mujeres solo representan el 22% de los puestos de catedráticos universitarios. Sin embargo, la presencia femenina es mayor en los órganos de gobierno de las entidades del Tercer Sector.

Fundación Lealtad lleva más de una década analizando la participación de las mujeres en los puestos directivos de las asociaciones y fundaciones acreditadas con su Sello Dona con Confianza, y este año ha supuesto un hito en esa trayectoria. Por primera vez, las directoras son mayoría: el 53% de las entidades tienen a una mujer como directora, lo que representa un incremento de 6 puntos porcentuales respecto a 2021. Si hablamos del promedio en juntas directivas y patronatos, el porcentaje es del 46%, es decir, a notable distancia de empresas y universidades.

Una visión simplista y poco integradora podría relacionar estos datos con la idea de que dirigir una ONG es más sencillo que dirigir una empresa. Pero la realidad es que esto no es así en absoluto. Por ejemplo, la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) –la más grande de todas las acreditadas por Fundación Lealtad con una mujer al frente– maneja un presupuesto de 83 millones de euros, tiene en su estructura más de un millar de empleados y más de 29.000 voluntarios repartidos en 52 sedes provinciales y más de 1.000 localidades.

En su día a día se enfrenta a retos similares a los de una empresa privada, como la digitalización de sus servicios, la optimización de sus recursos o el aumento de su capilaridad para llegar a cuantos más, mejor. La diferencia, sin embargo, es que sus resultados se miden en impacto social. Un impacto que, en el caso de la AECC, en 2021 alcanzó las 136.000 personas atendidas, más de 1.000 investigadores participando en 525 proyectos relacionados con el tratamiento del cáncer, y cerca de 160.000 ciudadanos alcanzados mediante iniciativas de prevención de la enfermedad.

Por tanto, no restemos mérito al hecho de dirigir una entidad no lucrativa. La responsabilidad que asumen es inmensa, pues más allá de sus acciones no hay productos, sino vidas de personas que dependen de ellas. Y han de gestionar esto en un contexto cambiante, con falta de recursos y necesidades crecientes.

Aprobado con nota

Sí es cierto que el Tercer Sector tradicionalmente ha atraído en gran medida la participación femenina. De hecho, según los últimos datos publicados por la Plataforma de ONG de Acción Social, las mujeres suponen el 76% del personal empleado por asociaciones y fundaciones, y representan el 66% del voluntariado que éstas movilizan para llevar a cabo su acción social. Pero ellas están escalando hacia los puestos más altos de responsabilidad y toma de decisiones. Es decir, el Tercer Sector está haciendo los deberes de la igualdad de género y aprobándolos con nota. Puede sentirse orgulloso de ello.

Sin embargo, tampoco debemos dejarnos llevar por la euforia, pues existe un dato que no debemos obviar: la tipología de las ONG dirigidas por mujeres. Según el estudio de Fundación Lealtad, la presencia de la mujer en los órganos de dirección de entidades no lucrativas es inversamente proporcional a su presupuesto. O dicho de otro modo, cuanto mayor es el tamaño de la ONG, menor es el porcentaje de mujeres que hay al frente. De hecho, el presupuesto medio de las entidades con directores casi duplica al de las ONG con directoras: ellos gestionan una media de 6,6 millones de euros mientras ellas gestionan una media de 3,7 millones.

Otro aspecto a tener en cuenta es la edad de las organizaciones. Nuevamente, la proporción es inversamente proporcional: a más años de vida de las ONG, menos mujeres directivas. En las entidades constituidas a partir del año 2000 encontramos mayor presencia femenina tanto en su dirección ejecutiva (60%), como en sus órganos de gobierno (59%).

Esto revela una tendencia positiva: la sociedad española va evolucionando hacia la igualdad de oportunidades en lo que a género se refiere y sin duda las nuevas generaciones lograrán equilibrar la presencia entre hombres y mujeres en los puestos directivos. Sigamos avanzando hacia una realidad en la que no tengamos que hablar de paridad ni de cuotas, simplemente de méritos y de talento, con independencia del género.