Fecha: 13/09/2021
Fuente: Diario Vasco
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En un año difícil como el pasado, en el que la pandemia del coronavirus trastocó todos los planes económicos, un grupo de mujeres migrantes decidió luchar contra esta coyuntura y constituyó formalmente Maitelan, una cooperativa con la que aspiran a “dignificar” la profesión de los cuidados y el trabajo doméstico y luchar contra la precariedad que caracteriza a este sector.

“Estamos desprotegidas y trabajamos en condiciones en muchos casos no aptas por estar en un sector poco valorizado”, admite una de las socias trabajadoras de esta cooperativa, María Elisa Peredo, quien lamenta que la situación creada por el covid-19 no ha conseguido concienciar a la ciudadanía de la importancia de esta actividad. “A la gente le sigue costando pagar por nuestros servicios”, afirma.

Los orígenes de Maitelan se remontan una década. Ya entonces un grupo de mujeres migrantes se reunía en la asociación multicultural de Hernani Amher SOS Racismo en encuentros en los que la precariedad en el ámbito de los cuidados y del trabajo a domicilio era un tema recurrente, lo que provocó la intervención de la agencia de desarrollo Iturola de esta localidad guipuzcoana.

Sus técnicos pidieron al Instituto Gezki de la UPV/EHU que realizara un estudio sobre las necesidades de cuidados de la comarca guipuzcoana de Beterri Buruntza que hace dos años se completó con un informe de Amher e Iturola sobre las condiciones de trabajo de este sector en el que afloró las precarias condiciones laborales en la que desarrollaban su actividad las profesionales.

Ambos análisis constituyen el punto de partida de Maitelan, cuyo objetivo es revertir la precaria situación en la que trabajan las mujeres migrantes en el ámbito doméstico y de cuidados. María Elisa Peredo, explica que “al llegar aquí nos encontramos solas y vulnerables, con una deuda que debemos pagar cuanto antes” y su opción laboral es el servicio doméstico.

A ello se une que al principio carecen de contrato porque se requiere un permiso de residencia legal que tarda en lograrse alrededor de tres años, por lo que en ese periodo tampoco tienen derecho a cobrar la prestación de desempleo. Esta difícil situación se ve empeorada con problemas propios de la profesión que desempeñan, explica Peredo.

“Estamos expuestas a lesiones y se trabaja deprisa, a contrarreloj, con una pobreza de tiempos que afecta a la calidad de la atención del servicio”, lamenta. En este sentido, recuerda que los cuidados no se limitan a cubrir las necesidades básicas vitales de la persona cuidada, sino que también contempla aspectos psicológicos y de seguimiento que terminan por tener un efecto negativo en las cuidadoras.

“Pese a ello, seguimos siendo el sector más desvalorizado”, advierte Peredo, para añadir que “por estas malas condiciones en el sector de los cuidados se creó Maitelan, que significa trabajo con cariño”. La primera convocatoria se celebró en 2019 con la participación de 20 personas migrantes, aunque este grupo se redujo más adelante por diversas razones.

En febrero de 2020 se constituyó formalmente Maitelan como una cooperativa con tres tipos de socios. Las socias usuarias con las personas que quieren recibir los servicios de Maitelan pero que a su vez se implican de manera colectiva en los cuidados. Las socias colaboradoras son tanto entidades como personas físicas que quieren contribuir al desarrollo de la cooperativa.

La tercera figura es la de socia trabajadora, aquellas que aportan su trabajo. En la actualidad, junto con María Elisa Peredo hay otras tres compañeras que son socias trabajadoras, mientras que otras tantas se encuentran en proceso de regularización.

En la actualidad la cooperativa tiene 36 socias colaboradoras, nueve socias usuarias y cuatro socias trabajadoras. Por su parte, en el Comité Rector participan un socio usuario, un socio colaborador y las socias trabajadoras.

Peredo define Maitelan como “una cooperativa integral sin fines de lucro y con iniciativa social” con dos objetivos. El más relacionado con la actividad económica hace referencia a la prestación de servicios dirigidos al cuidado de personas y al trabajo doméstico que sean “de calidad” y el impulso de iniciativas que puedan optimizarlos.

Pero también tiene una vertiente más laboral, ya que persigue “dignificar” esta profesión y mejorar las condiciones laborales con “estabilidad laboral, salarios dignos, horarios que compaginen con nuestra vida familiar, conciliación de formación con trabajo y la formación que necesitamos para llevar adelante la autogestión”, cita Peredo.

Existía la opción de crear una asociación para defender estas ideas, pero Peredo aclara que “una cooperativa es la única alternativa que asegura que el trabajo que se realiza se queda para las cooperativistas, para que nuestro colectivo sea dueño de su propio trabajo”.

“Han pasado los años y la situación en el ámbito de los cuidados sigue como hace mucho”

“La cooperativa es la única opción que asegura que somos dueñas de nuestro propio trabajo”