Fecha: 11/07/2022
Fuente: Economia Solidaria
Acceder a la fuente

Esta modificación de la Ley de Igualdad entre Mujeres y Hombres que ha entrado en vigor el 18/03 de este año supone un avance en muchas áreas, sobre todo, desde la perspectiva de su redacción y la incorporación de enfoques y conceptos procedentes de la teoría feminista y, también, algunas de las demandas históricas del movimiento feminista de Euskal Herria.

Una ley que nace con vocación de integralidad y transversalidad, pero, desde nuestra perspectiva, nace también, con algunas debilidades: un presupuesto insuficiente (1% del presupuesto general, aunque para 2030 se plantea alcanzar el 1,5%), una EMAKUNDE debilitada por la nueva posición que esta ley le otorga en el organigrama y mucho trabajo por hacer para concretar los mandatos de esta ley en instrumentos concretos que hagan posible su implantación.

Las principales novedades que introduce esta ley las hemos recogido en un documento. No se trata de un análisis exhaustivo de todos los cambios introducidos, ya que son muchos, si no una recopilación de las que nos ha parecido que interpelan en mayor medida a las entidades del tercer sector de acción social de Euskadi.

A continuación, queremos resaltar algunos de los elementos del espíritu de esta ley que nos parecen más significativos:

En primer lugar, la referencia que se realiza a la necesidad de transitar hacia un modelo económico que sitúe la sostenibilidad de la vida en el centro. En este sentido, el movimiento feminista lleva tiempo señalando que la igualdad real entre mujeres y hombres no es posible en el marco de un sistema que se construye (y reproduce) sobre las desigualdades y, en especial, sobre la desigualdad de género.

Esta ley, aunque queda trabajo por concretarla en otros instrumentos, pretende contribuir a esta transición, entre otras, a través de la Compra Pública Responsable, la conciliación-corresponsable, la garantía de un sistema público e integral de provisión de cuidados y la revalorización del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado.

Así, aún con sus limitaciones, trata de avanzar hacia una nueva organización social de los cuidados que aborde la tremenda injusticia en términos de tiempos y calidad de vida que supone para las mujeres la obligatoriedad del cuidado.

El segundo elemento es el enfoque interseccional que aparece en esta modificación y que nace de la idea de que el género se cruza con otras variables (procedencia, etnia, diversidad…) complejizando las identidades, condiciones de vida y posiciones de las mujeres en el sistema socioeconómico. Uno de los retos estará en aprovechar toda la potencialidad que esta perspectiva tiene unida, por ejemplo, al desarrollo de políticas antidiscriminatorias.

Otro de los elementos significativos es que esta ley trata de poner las violencias machistas que se ejercen contra las mujeres en el centro y ser garante de una vida libre de violencias machistas. Se avanza en una definición amplia de estas violencias desde la perspectiva de los derechos humanos de las mujeres y se incorporan nuevas tipologías, como son, la violencia digital, la obstétrica o la que se ejerce contra el entorno que apoya a la víctima.

Por último, se apela a la necesidad de impulsar un cambio en la cultura y la práctica empresarial y organizacional desde la consideración de las entidades como titulares de responsabilidades en la construcción de espacios equitativos y el fomento de una cultura organizacional no machista. Utiliza, para ello, la Compra Pública Responsable y las bases reguladoras de las subvenciones como método para impulsar estas transformaciones en la empresa privada.

Este elemento nos parece especialmente significativo ya que el tercer sector social vasco está altamente feminizado (más del 70% de las trabajadoras y voluntarias son mujeres). Se trata de un sector que ofrece posibilidades de trabajo remunerado en condiciones dignas a las mujeres, sin embargo, necesitamos transformar nuestra cultura y espacios de trabajo ya que, nuestras organizaciones, habiendo sido mayormente fundadas por y para hombres, sus sistemas de trabajo, estructuras, normas, etc. tienden a reflejar experiencias de hombres y valores masculinos. Por otro lado, tenemos que intervenir en el ámbito privado, para asumir de manera corresponsable entre mujeres y hombres el cuidado de la vida.

De otra forma, toda la potencialidad de este tercer sector de acción social para la promoción de la igualdad puede convertirse en una trampa las mujeres. El tercer sector puede convertirse en un espacio que atienda las necesidades prácticas de las mujeres y nos ofrezca más y mejores posibilidades para combinar nuestras dobles y triples jornadas pero que no cuestione las relaciones de poder y desigualdad que son la base de la discriminación y la violencia.

Como señala nuestra compañera Silvia Piris, nos encontramos en un momento de crisis sistémica que señala la urgencia, necesidad y oportunidad de impulsar procesos de transformación de la cultura organizacional. Las formas de participar, de entender la división entre empleo y trabajo, las lógicas patriarcales que atraviesan nuestras formas de estar y de relacionarnos en estas organizaciones deben ser progresivamente cuestionadas, revisadas y transformadas. Y esta modificación de la Ley vasca para la igualdad entre mujeres y hombres nos interpela directamente a poner en marcha estos procesos.