Fecha: 15/05/2020
Fuente: ABC
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Al principio de la pandemia, como en otros muchos países, los sudafricanos pensaron que el coronavirus no llegaría allí. Después vino el shock ante la velocidad y la expansión del Covid-19. Ahora, con más de 12.000 contagiados y 220 muertos, lo peor podría estar por llegar a Sudáfrica. «Los rumores iniciales de que algunos grupos demográficos eran inmunes cesaron hace tiempo, viendo cómo todas las naciones y razas eran golpeadas», rememora por email Bruce Layzell, director para Sudáfrica de la ONG World Vision.

En África se preparan para el pico de una enfermedad que ha colapsado los sistemas de salud de los países desarrollados, pese a tener más recursos, acceso a agua potable y a medidas básicas de higiene. Pero en el continente africano el escenario de base es muy diferente. Ya se han registrado unos 2.500 fallecidos por la epidemia, y un estudio lanzado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) apunta a que las cifras podrían subir drásticamente hasta los 190.000 en el primer año.

El Tercer Sector lleva semanas trabajando para prepararse ante el peor escenario. «Desde que comienzan los primeros casos calculamos, de media, unos 3 o 4 meses para llegar al pico» en los países en desarrollo, explica el director general de Acción contra el Hambre, Olivier Longué. Aunque ya se conoce bastante bien la propagación del virus en otras zonas del mundo, como la UE, la realidad de África o América Latina es diferente. «Sospechamos que en el caso de África y de los proyectos de América Latina, la propagación va a ser rápida, pero el pico en África no llegará hasta junio y principios del verano a América Latina, y nos preocupa porque va a afectar a mucha gente», explica Longué.

La cifra de contagios en el continente africano se está acelerando en los últimos días. Si hace una semana superaban los 50.000 contagios, los últimos datos apuntan a los 70.000. Y todo ello, con escasez de pruebas y con un sistema sanitario débil. De media, en los 47 países apenas hay nueve plazas de cuidados intensivos por cada millón de habitantes. En países como República Democrática del Congo, hay 65 respiradores para una población de 80 millones de habitantes, y una cama de hospital por cada 10.000 personas. En España hay una cama por cada diez o doce. «Si aquí se ha colapsado el sistema sanitario, allí puede ser absolutamente devastador», ilustra Javier Ruiz, director de World Vision.

Tampoco existe la posibilidad de hacer pruebas masivas que confirmen el diagnóstico. El alcalde de la capital de Somalia, Mogadiscio, ha detectado ya un drástico aumento de los fallecidos en la ciudad en dos semanas, con más de 500 muertos. Pero apenas 44 han sido confirmados como coronavirus.

Fran Bartolomé, especialista en medicina interna y responsable médico de Médicos Sin Fronteras (MSF) para el Covid-19, reconoce que confían en que el coronavirus se comporte de forma diferente entre una población que no está tan envejecida como en Occidente. Pero con sistemas sanitarios debilitados y con una mayor incidencia de enfermedades como la malaria o el VIH, la expectativa no es halagüeña. Lo refrenda Javier Ruiz: «Se van a sumar al Covid otras enfermedades. La mortalidad indirecta, con más malaria, sarampión, el propio ébola va a subir… o que se deje de atender la desnutrición, es otro miedo». Todo ello, en un contexto de «lucha» por los recursos médicos: «La producción debería permitir que todos los países tengan acceso a los materiales, no solo los que puedan pagar», denuncia Fran Bartolomé.

Medidas inviables

Pero la crisis no es solo sanitaria. Muchas organizaciones también están trabajando a nivel social, y la búsqueda de recursos se multiplica. En Acción contra el Hambre han dividido su labor en tres frentes. El primero, para controlar el número de infectados. El segundo, para reforzar los recursos sanitarios. Y el tercero, para mitigar las consecuencias sobre los ciudadanos. «En esta epidemia vemos que las familias van a sufrir mucho. Tienen una economía informal, vendiendo en la calle, pequeños negocios en el mercado… y ahí olvídate de teletrabajo», resume Longué.

En Pulka, un pueblo en Nigeria de 63.000 personas atrapadas en medio de un conflicto entre el Ejército y Boko Haram, Médicos Sin Fronteras se prepara también para hacer frente a la epidemia. «El coronavirus lamentablemente es solo una amenaza más a añadir a su larga lista: inseguridad, falta de comida, de agua, presencia de otras enfermedades, un débil sistema de salud…», explica María Hernández, coordinadora de proyecto de MSF en Pulka.

No cuentan con kits de higiene básica, ni respiradores, ni apenas agua. MSF calcula que la media de litros de agua por día y por persona ronda los 11 litros, pese a que los estándares humanitarios establecen el mínimo en 20 litros por persona por día. En Europa, la media es de 144 litros de agua/por persona por día.

«Muchas de las medidas de prevención no son viables en algunas zonas de este país, hay familias enteras que están ante un dilema de si salgo a lo mejor me contagio con el virus pero si no salgo seguro me muero de hambre», explica Hernández. En Pulka, además, se hace inviable el autoaislamiento. Casi la mitad de la población vive en campos de desplazados. «Cuando vives en un tienda de plástico y hace 40 grados, estas poblaciones no pueden respetar el “quédate en casa”», cuenta la responsable.

Lo mismo ocurre con aquellos africanos que viven al día. «La capacidad de las personas para permitirse el lujo de comprar está bajo una gran presión. La distribución generalizada de paquetes de alimentos se convertirá en una alta prioridad», reconoce Layzell desde Sudáfrica. Además, apunta Acción contra el Hambre, es «preocupante» que la recolección de muchas cosechas va a coincidir con el peor golpe de la pandemia. «Y es la comida de mañana», dice Longué. «Es una crisis responsabilidad de todos, debemos volcarnos en una ola de solidaridad», resume Javier Ruiz, director de World Vision.