Fecha: 28/06/2022
Fuente: El Correo
Acceder a la fuente

En uno de los bajos de la calle 22 de Diciembre, ubicada en Ollargan, un barrio de Arrigorriaga, la puerta se abre cada pocos minutos. Trabajadores y usuarios se cruzan y hay saludos, apretones de manos y un ambiente tranquilo que invita a descansar en los sillones de la entrada. Es la sede de la asociación Zubietxe, que desde hace casi tres décadas acompaña y aloja a personas en riesgo de exclusión social. Comenzaron con un piso de acogida para personas toxicómanas del entorno y hoy en día gestionan 28 viviendas en distintas zonas. Cada año atienden a más de 400 personas que no tienen un hogar, se encuentran inmersos en procesos migratorios complicados o padecen una enfermedad mental grave.

Hace un tiempo se dieron cuenta de que llegaban menos mujeres que hombres a los dispositivos de atención. «Sabíamos que el motivo no era que ellas no estuviesen en riesgo de exclusión, si no que el canal de acceso no es el adecuado o los recursos no están bien diseñados o no dan respuesta a lo que ellas necesitan», explica Izaskun Rekalde, una de las responsables del centro. «La igualdad forma parte del ADN de la organización, tanto a nivel de equipo como en la forma en la que intervenimos con las personas», indica. «Por eso hemos dado pasos en este sentido y poco a poco hemos evolucionado aplicando la perspectiva de género a nuestros proyectos», algo que ha culminado recientemente con dos hitos: dos pisos específicos para mujeres. Uno de ellos bajo el nombre Hiritar. Se trata de un recurso residencial con acompañamiento educativo para migrantes que no cuentan con acceso a ingresos económicos, gestionado con ayuda de Gobierno vasco y Fundación La Caixa. El otro piso es Anderenea, para mujeres en riesgo de exclusión y que también recibe el apoyo del Ejecutivo autónomo.

Otra de las iniciativas más recientes de Zubietxe ha sido la creación del colectivo ‘Mujeres en compañía’ para fomentar el ocio saludable. «Siempre hemos tenido mucha oferta de participación y actividades, pero los grupos eran mayoritariamente masculinos», cuenta Miriam Leiva, educadora de la entidad. «No queremos ofrecer temas feminizados, enfocado a los cuidados o al ámbito asistencial. Nuestra intención es que se diviertan, que vayan al cine, al teatro, donde les dé la gana. Tejer un grupo autogestionado, aunque cuenten con la ayuda de una educadora, pero que ellas mismas decidan las actividades y a la vez se conozcan y generen una red», añade.

«Un sueño propio»

Aunque en estos últimos 30 años han liderado numerosos proyectos, hay uno que comenzó como «un sueño propio» y que cada vez tiene más peso. Se trata de Libu, la librería que inauguraron en 2017 en la calle Carnicería Vieja de Bilbao y que se dedica a vender ejemplares donados por particulares. «Teníamos muchas ganas de contar con un proyecto propio, que estuviese en gran medida liderado por nuestros usuarios. Que sean ellos quienes atiendan la tienda, preparen los cuentacuentos y que lo conviertan en su espacio», explica Rekalde. Esta librería tan especial se ha ganado un hueco importante en la capital vizcaína y acoge «participación, reciclaje, cultura, ofrece charlas, talleres y hasta música en vivo». Además, ha atraído a otro tipo de público, «personas que igual no están tan vinculadas al tercer sector o a la intervención social pero que les apetece hacer un voluntariado diferente a través de la cultura», subraya.