Data: 21/01/2023
Iturria : El Correo
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Hace 60 años, en 1962, cuando Apdema –Asociación a Favor de Personas con Discapacidad Intelectual de Álava– nació en realidad era conocida como AFASA, Asociación de Familiares y Amigos de Subnormales de Álava. En esa época, «había muchas personas que ocultaban a sus familiares discapacitados y los comparaban con enfermos mentales», recuerda Carlos Errasti, presidente de la organización. «Por suerte, la sociedad ha evolucionado mucho», afirma.

– ¿Cómo recuerda los orígenes?

– El escenario en los años 60 no era ni parecido al de hoy. En 1962 una veintena de familias fundó la asociación porque tenían una inquietud por sacar adelante a sus hijos, que estaban afectados por la discapacidad intelectual, esa cosa que se conocía entonces –de manera tremenda– como subnormalidad. Las primeras reuniones, donde se decidió ponerse en contacto con las instituciones públicas, las hicieron en la zapatería de uno de los componentes de la asociación.

– ¿Cuáles eran las demandas de entonces?

– En un primer momento no existían ni colegios para estos niños. Esa fue una de las primeras luchas. Luego, los logros han sido progresivos y, por suerte, la sociedad ha evolucionado mucho. En esa época había muchas personas que ocultaban a sus familiares discapacitados y los comparaban con enfermos mentales. Muchos estaban en manicomios y, como no tenían ningún tipo de estimulación, no mejoraban, aunque pudiesen.

–¿A qué retos futuros se enfrenta APDEMA en este momento?

– Las demandas han ido cambiando, pero la misión de la asociación sigue siendo la misma: mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual y de sus familias. Nuestros chicos y chicas son socios durante toda la vida, y procuramos cubrir sus necesidades desde el nacimiento hasta el final de su vida para que puedan vivir su discapacidad como ellos necesiten. Esto es una gran familia que funciona con más de 725 socios y casi 500 voluntarios.

– Concrete algo más.

– La discapacidad intelectual es muy diversa. Buscamos que la sociedad los integre como a cualquiera y eso se consigue con una atención personalizada. Atendemos a cada persona tal como es, sin intentar hacerles a todos iguales para que cada uno haga la vida que quiera. Desde niños, a los que se les ofrece atención temprana, pasando por el acceso a un empleo que sea digno y con apoyos hasta el final. La esperanza de vida de las personas con discapacidad intelectual ha aumentado y nos tenemos que plantear el reto del envejecimiento y de sus cuidadores. Entendemos que los recursos que ofrece la administración son limitados, pero vista la evolución va a ser necesario que los presupuestos se amplíen.

– Álava siempre ha presumido de ser pionera en servicios sociales. ¿Sigue siendo?

– En esos momentos éramos la envidia del resto del Estado, también de Bizkaia y Gipuzkoa. Después, otras omunidades han trabajado muy fuerte y ahora estamos más o menos a un nivel similar. Pero es que hubo un momento en el que la asociación viajaba a los países del norte para copiar sus iniciativas. Lo que impulsaban allí es lo que hemos llegado a hacer aquí ahora.

– Cuidan todas las etapas vitales. ¿Cómo se consigue una integración real en el mundo laboral?

– Al mercado de trabajo estándar es complicado acceder, aunque hay personas que lo consiguen. También existen centros especiales de empleo, pero recientemente hemos logrado un cupo en las ofertas de empleo público. Eso es un hito. Y a los asociados les genera un aliciente muy importante porque es otro modo de integración.

– Ha mencionado también el reto del envejecimiento. Este, en realidad, se extiende a toda la sociedad, aunque entiendo que en estos caso se recrudece.

– Totalmente. En muchos casos a estas personas les llega la tercera edad antes y hay que buscarles un recurso específico. No obstante, lo que pretendemos es que, si ellos se encuentran bien, aunque cumplan años, permanezcan en sus barrios. No queremos que se les introduzca en guetos, en unas residencias en las que pierdan el contacto con el entorno que tenían antes.