Data: 08/092021
Iturria : Coordinadora de ONGD España
Iturrira sartu

Las consecuencias de la pandemia, el cambio climático y los conflictos bélicos están causando graves daños en la vida de millones de personas. Países que ya enfrentaban graves problemas económicos, medioambientales, sanitarios o educativos están viendo empeorar sus entornos. Es especialmente preocupante la situación de las mujeres; los feminicidios, las violencias de género y la restricción de sus derechos se están aumentando en todo el mundo. También preocupa la situación de defensores y defensoras de derechos humanos y de los territorios; según datos de Front Line Defenders, el año pasado 331 persona fueron asesinada en todo el mundo. 82 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares huyendo del conflictos y miseria, una cifra que, tras la llegada de los Talibanes a Kabul, crecerá notablemente. La pandemia y las restricciones de movilidad han sido aprovechadas en muchos casos para limitar el derecho de movilización y la libertad de expresión. En este contexto, la cooperación es una política fundamental para apoyar a la sociedad civil, promover la garantía de los derechos humanos y sostener condiciones básicas de vida.

Según datos de nuestro último informe734 personas trabajan como cooperantes en 114 países. En muchos lugares del planeta, la persecución a las ONG y a su trabajo en defensa de los derechos humanos se está convirtiendo en norma. Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Israel, Guinea Ecuatorial, Tanzania o Filipinas son algunos de los países que han aprobado leyes que limitan e incluso persiguen el trabajo de las organizaciones de la sociedad civil. La cooperante Juana Ruiz continúa encarcelada en Israel acusada por un tribunal militar de pertenecer a una “organización ilegal”.

En un contexto mundial en el que el apoyo humanitario es crucial para la vida de millones de personas, se generalizan los ataques a actores humanitarios. En 2020, según el último informe de Aidworker Security Organization, 475 personas fueron víctimas de ataques; de ellas, 108 fueron asesinadas. Los países en los que hubo un mayor número de ataques fueron Sudán del Sur, Siria y República Democrática del Congo. Uno de esos ataques recientes, en Etiopía, acabó con la vida de la cooperante de MSF María Hernández y dos de sus compañeros etíopes, Yohannes Halefom Reda y Tedros Gebremariam Gebremichael.

Recorremos Honduras, Congo y Mali de la mano de personas cooperantes que trabajan con la sociedad civil y las poblaciones más vulnerables. Su trabajo fortalece los sistemas públicos, contribuye a la garantía de los derechos humanos, la igualdad de género y la protección del planeta.

Mali. Susana Otero, cooperante de ONG Rescate Internacional

Contexto. El impacto del cambio climático en Mali es extremo; esta situación, tal como denuncia la maliense Aminata Traoré, es una de las causas del conflicto que afecta al norte del país. El país ha vivido diversas crisis políticas en los últimos tiempos; la escasez de alimentos se arrastra desde hace años. Mali es uno de los países más pobres del mundo; el 78,5% de la población vive bajo el umbral de la pobreza. El 60 %de la población vive en las zonas rurales, donde la agricultura y el agropastoreo son las principales ocupaciones.

Rescate Internacional trabaja con colectivos pastores y agropastores en la región de Kayes, para mejorar el acceso al agua y al pasto de manera que no entren en conflicto con la población agricultora que también necesita esos recursos. Esta región no se ve directamente afectada por el conflicto armado, aunque sí sufre directamente el impacto del cambio climático (como lluvias torrenciales que destrozan las modestas infraestructuras). El foco de su trabajo está en las mujeres pastoras que mantienen a sus familias; el acceso alfabetización es fundamental para garantizar una buena gestión económica de sus actividades.

Como cooperante, Susana Otero demanda que las autoridades asuman sus compromisos y lleven a cabo acciones concretas que mejoren las condiciones de vida en los países más empobrecidos como son los del África subsahariana.

Honduras. Beatriz Barrientos, cooperante de Justicia Alimentaria.

Contexto. La pandemia ha colapsado el sistema de salud hondureño, que ya se encontraba en condiciones precarias. El 75% de la población está en una situación de pobreza. El 90% de la población de Centroamérica reside en zonas del Corredor Seco y son quienes sufren los fenómenos climatológicos más extremos del mundo; se vive una crisis humanitaria sin precedentes. Si esta situación no cambia se estima que para el 2050, unos 1,4 millones de personas centroamericanas serán migrantes climáticas.

Debilidad democrática. Los gobiernos de la región han tomado posiciones represivas con las críticas ciudadanas. La persecución y judialización de las voces alternativas ha hecho aumentar sustancialmente el número de presas y presos políticos. Existe, incluso, una persecución de las ONG internacionales y a su actuación.

Justicia Alimentaria apoya a organizaciones campesinas hondureñas con el fin de fomentar un modelo de agroecología sostenible y viable que rompa con la dependencia y sea una alternativa frente al agronegocio que expolia los recursos del país, con la complicidad del Gobierno. Justicia Alimentaria, apoya los procesos de fortalecimiento de la población organizada y sus demandas para la garantía de sus derechos.

Como cooperante, Beatriz Barrientos considera que la cooperación tiene un papel muy relevante a la hora de denunciar internacionalmente situaciones en las que se violan derechos humanos; tanto por parte de los Estados, que niegan las capacidades de actuación y propuestas ciudadanas; como por parte de las empresas nacionales e internacionales que explotan recursos sin cumplir sus obligaciones ambientales y sociales. Más información.

República Democrática del Congo (RDC). Ernesto Urbano, Farmamundi

Contexto. Con un índice de desarrollo humano (IDH) de 0.459, el país ocupa el puesto 179 (de 188) de la clasificación de Naciones Unidas. Además, tiene un índice de desigualdad de género (IDG) de 0.85, por lo que es considerado el peor país de la región para ser mujer. La fragilidad del sistema de salud, la elevada cantidad de personas desplazadas y la inestabilidad generalizada hacen de RDC uno de los países más expuestos a la propagación del Covid-19. La naturalización y generalización de todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas, y en especial, la violencia sexual, es uno de los problemas más preocupantes en el país.

Farmamundi trabaja con organizaciones locales para garantizar el derecho a la salud en Kivu Norte, una zona caracterizada por la inestabilidad y la debilidad institucionalidad. Una de sus principales líneas de trabajo es la promoción de los derechos sexuales y reproductivos de mujeres y niñas, incidiendo en la protección y restitución de derechos de sobrevivientes de violencia sexual. Fortalecen la cobertura y la calidad de la atención prestada desde los centros de salud comunitaria en salud sexual y reproductiva. También trabajan en la prevención de enfermedades de transmisión sexual y, principalmente, el VIH-Sida.

Ernesto Urbano considera que “ahora más que nunca, la cooperación es vital para reducir la pobreza y las desigualdades. Para ello, necesitamos la implicación de toda la sociedad, de las administraciones públicas, del sector empresarial y, como no, de las ONGD. El aplomo y el empuje de las mujeres con las que trabajamos en el país me hace ser más luchador y optimista, me motiva a seguir trabajando por mejorar la salud de muchas más personas y poner mi granito de arena para intentar frenar la violencia sexual y restituir los derechos de mujeres y niñas sobrevivientes”.