Fecha: 06/03/2023
Fuente: Fantova.net
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Algunos de nuestros servicios públicos de proximidad y entidades solidarias del mundo de la acción social han hecho un interesante viaje desde la protección física institucionalizada hasta los apoyos relacionales en la comunidad. Ese viaje representa un relevante progreso ético y técnico para el que han contado y cuentan en buena medida con el acompañamiento de algunos poderes públicos, de parte del mundo del conocimiento y de agentes de la sociedad civil.

Del mismo modo que nuestra sociedad va asumiendo que la accesibilidad física universal debe entenderse como diseño de las infraestructuras (con tecnologías) para todas las personas (y no como actuación paliativa o reparadora una vez que ya existen las correspondientes barreras o brechas), posiblemente, ha llegado el momento de entender las relaciones comunitarias inclusivas como un bien de primera necesidad para todas las personas (y no como un déficit que aqueja a algunas minorías especiales).

Una comunidad es un sistema de relaciones, emociones y referencias compartidas. El concepto de comunidad nos remite a una cierta importancia, entre esas relaciones, de las relaciones primarias de afecto, compromiso y reciprocidad (más intensas o más débiles). La comunidad frecuentemente tiene conexión con un territorio habitado y transitado que resulta significativo, una historia más o menos narrada y un sentimiento compartido de pertenencia reconocida mutuamente.

Algunos centros, oficinas y equipamientos de la red de servicios sociales se han ido y se van ganando un sitio en sus comunidades de referencia. Especialmente cuando se trata de servicios personalizados, flexibles, próximos, estimulantes y cálidos. Que pueden ser laboratorios de innovación social en los que ensayamos modos de vida enriquecedores, productivos y legítimos en la vida cotidiana, anterior, posterior o diferente a la actividad laboral de las personas.

En el mencionado viaje, diferentes propuestas de valor han vertebrado e impulsado sucesivas cristalizaciones de la actividad: beneficencia institucional, caridad cristiana, asociacionismo familiar, emprendimiento empresarial, política social, dirección técnica, empleo especial, inclusión comunitaria, apoyo profesional o cuidado comunitario, entre otras. Cada propuesta de valor deja su poso y alumbra la posibilidad de la siguiente.

El camino está trazado: el de ir borrando fronteras entre servicios sociales de atención primaria y de atención secundaria, entre segmentos poblacionales destinatarios, entre equipamientos propios y otros, entre apoyos proporcionados por profesionales y otros apoyos. Buscando que cualquier persona encuentre en su sistema público, solidario y comunitario de bienestar de proximidad (y específicamente en sus servicios sociales) los cuidados y apoyos que necesite en cada momento para poder concebir y realizar su proyecto de vida personal e intransferible, en marcos satisfactorios y asequibles de interdependencia social, justa y sostenible.

(Sobre esto hablaremos el jueves en un encuentro  de la Fundación Goyeneche de San Sebastián. En la imagen, el acto de colocación de su primera piedra, en 1920.)